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sábado, 3 de agosto de 2013

Capítulo 6

Zaragoza, 17 de abril a las 14:37…
¿Otra vez la está esperando?, no me lo puedo creer. –piensa Sara cuando le ve unos metros alejado.
Hace tiempo que dijeron de no hablar de ese tema, sin embargo desde ayer parece que el chico ha vuelto a sacarlo a la luz. Le hace daño recordar todo. Cuándo se enteró que el chico del que estaba enamorada tenía novia, se quería morir. Todavía recuerda lo que sintió en esos pequeños instantes tan extraños; dolor, angustia, desesperación, humillación, incredulidad… Es curioso como acabó aquella declaración de amor. Jamás pensó que al contarle todos sus sentimientos, él los compartiera, pero lo que más le sorprendió fue aquella extraña chica. A primer vista no tiene nada de especial; delgada, rubia, buen cuerpo, ojos marrones… Cualquiera la podría igualar, cualquiera menos ella.
-          Enana creo que te están esperando. – Le dice Pilar trayéndole de nuevo al mundo real.
-          No me apetece hablar con él, tengo miedo de que vuelva a sacar el tema.
-          Sabes perfectamente que te mueres de ganas de estar con él.
-          Puede que tengas razón.
-          Pues entonces ve con él. – Afirma Paula metiéndose en la conversación de sus dos amigas.
Sara decide hacerles caso y se dirige hacia ese chico de pelo desaliñado pero que tanto le encanta.
Lucas la está esperando y sin poder evitarlo le dedica una de sus cautivadoras sonrisas. Sara acaba contagiándose y sonríe junto a él. No se dicen nada, ambos saben de qué van a hablar, pero aunque no sea de su agrado, no pueden evitar ser felices cuando están juntos.
-          Tenemos una conversación pendiente.
-          ¿Nunca te cansarás de insistir? – responde Sara con un suspiro pero sin que la sonrisa desaparezca.
-          ¿Y tú nunca te cansarás de quejarte? – bromea Lucas sacándole la lengua como señal de tregua.
-          Cuándo no me des motivos para hacerlo, lo haré.
Los dos sonríen. Parece como si no hubiera pasado nada entre ellos, aunque saben que esta conversación podría provocar algún que otro enfado, pero no pueden evitarlo. Se necesitan el uno al otro.
-          Será mejor que vayamos a un lugar más tranquilo, aquí podrían molestarnos.
-          Vale.
Lucas le coge la mano a Sara y le guía hacia un banco situado en el parque que hay justo enfrente del instituto. A pesar de la cercanía, el chico ha elegido un lugar bastante tranquilo dónde nadie les pueda ver.
Es Lucas el que decide empezar la conversación:
-          Verás Sara, hace mucho tiempo que quería contarte todo esto, sé que no me creíste la primera ver que intenté explicártelo, pero ahora que ya ha pasado más de un mes, tengo la esperanza de que puedas entenderme y que las cosas entre nosotros mejoren.
La chica le mira embobada. Sabe lo que le va a decir, la misma excusa de siempre, sin embargo esta vez hay algo en su mirada que le hace confiar en él. Teme pecar de no ser objetiva, pero es que este chico cada día le encanta más y aunque hiciera la tontería más grande del mundo jamás podría enfadarse con él. O eso cree ella.
-          Cometí un error,- prosigue Lucas- no ser sincero contigo, pero tenía miedo de que te pudieras alejar de mí. Te juro y te vuelvo a jurar que esa confesión de mi amor fue verdadera y mis sentimientos nunca cambiaron; ni entonces ni ahora.
-          El problema no es ese Lucas, el problema es que mientras tú estás aquí volviéndome a decir que me quieres, tu novia te estará esperando para comer o hacer alguna de esas cosas que hacen los novios.
-          Yo no estoy enamorado de Begoña. La única chica tiene mi corazón eres tú.
-          ¿Entonces por qué sigues con ella?
-          Es difícil de explicar.
-          Francamente Lucas, me parece una calumnia todo esto.
-          Lo importante es que te quiero.
-          Lo importante es que me mentiste.
-          Por favor Sara, perdóname.
-          No puedo perdonar algo que no entiendo. ¿Por qué estás con una chica que no quieres? ¿acaso me quieres hacer daño? ¿acaso quieres hacerle daño a ella? ¿o es que estás jugando con las dos?
-          Eso jamás. Escucha Sara, no es fácil de entender pero intentaré ser claro.
La chica se calma un poco. El chico parece nervioso, casi tanto como ella cuándo decidió abrirle su corazón. La situación es parecida; ambos estaban sentados en un banco, alejado de curiosos, solos, acompañados de la persona que hace aflorar sus mejores sentimientos, a punto de contarse algo muy importante, pero el mensaje no es el mismo y puede que la reacción tampoco.
-          Begoña es la hermana de Rubén, muy pocos la conocen, solo unos pocos más de la pandilla y yo. Un día nos presentaron y nos caímos muy bien. Fuimos buenos amigos y parece que la chica empezó a sentir algo por mí y como consecuencia empezamos a salir.
-          ¿Y tú también sentías lo mismo?
-          Francamente no.
-          ¿Y si no sentías nada porque empezasteis a salir?
-          Al principio le rechacé porque por aquel entonces me estabas empezando a gustar y quería esperarte, pero mi amigo me suplicó que saliera con ella.
-          No lo entiendo, ¿por qué te pidió eso tu amigo en contra de tu voluntad?
-          Porque Begoña lo había pasado muy mal durante su infancia y juventud. No tenía muchos amigos y parece ser que yo le hacía más feliz.  Mi amigo estaba muy preocupado por ella y quería que intentase hacerle sentir bien. Me pidió ese favor, salir con ella aunque fueran unos meses, sólo para que se sintiera querida.
Cuándo pasó un tiempo y vi que estaba bastante contenta y que ya no me necesitaba para ser feliz, decidí cortar con ella lo más suave que podía, pero a pesar de lo dulce que fui, Begoña se lo tomó fatal, volvió a pasarlo muy mal y entonces comprendí que ella sólo era feliz conmigo.
-          ¿Pretendes que me crea eso?
-          Es la verdad.
-          Parece sacado de una novela barata.
-          Sara, por favor créeme. Te juro que te estoy diciendo la verdad.
-          Me parece que me estás tomando el pelo y aunque fuera eso verdad, no me parecería bien que sólo estuvieses con Begoña porque tu amigo te lo hubiera pedido. Eso es jugar con sus sentimientos y es peor que no estar con ella.
-          Tú no sabes cómo se puso cuando corté con ella.
-          Me da igual. Con el tiempo le harás daño, al igual que me lo estás haciendo tú a mi ahora.
La chica se levanta del banco dispuesta a irse, pero algo la detiene. Lucas la agarra del brazo y se levanta junto a ella. Parece nerviosa. Su respiración se agita cada vez más. La chica se gira y vuelve a encontrarse con sus ojos. En ese momento se olvida de todo. Hay algo en su interior que le indica que le bese; como aquella vez, alejado de todos los curiosos, él y ella solos, sin nadie más. El chico la vuelve a observar, está preciosa. Le encantan esos ojos marrones, ese color tan corriente sólo puede ser especial si lo posee ella. Nota el corazón cada vez más acelerado. Sabe perfectamente lo que quiere hacer pero hay algo en él que le impide robarle un beso. Quizás sea por Begoña o tal vez por miedo a que Sara le pueda rechazar.
Hay un silencio general, apenas se oyen las voces de los estudiantes saliendo de su instituto. Están completamente solos, el momento perfecto para cometer una de esas locuras tan dulces. Es ella la que decide iniciar ese paso. Pero cuando el destino se propone crear un amor imposible, nadie puede evitarlo…
-          ¡Menos mal que estabas aquí! Te he estado buscando por todo el parque.
-          ¿Qué haces aquí?
-          Me dijeron que estabas por el parque y he venido a hablar contigo.
-          ¿Y tiene que ser ahora? Es que estaba ocupada.
-          Lo siento, no sabía que estabas acompañada, perdona.
El chico observa a Lucas. Lo ha visto alguna vez y ella también le ha hablado de él muchas veces, pero todavía no entiende por qué no le gusta que estén tanto tiempo juntos.
-          No te preocupes, ya habíamos acabado. –dice Lucas antes de que Sara le diga nada.
Le mira incrédula. <<z¿Acabado? ¿A eso llamas tú acabado? Pues vaya manera más rara de acabar una conversación, si en unos pocos segundos nos íbamos a besar…>>
-          ¿Ah sí? Perfecto, entonces ¿te vienes?
-          Claro.
-          Adiós Sara.-Le dice casi susurrándole.
No obtiene respuesta.

Varios minutos después…
-          Si querías que te hubiese dejado con él haberlo dicho.
-          No te preocupes, además ha sido él el que ha puesto fin a la conversación.
-          ¿Estás enfadada por haberos molestado?
-          Tranquilo, es mejor que lo que hubiera pasado, no haya ocurrido.
-          Entiendo.
Los dos chicos pasean por la ciudad. El calor de la primera ya se ha instalado en las calles de Zaragoza y parece que tardará en irse. Los dos parecen contentos, quizás uno más que otro pero les gusta estar juntos. Desde ese día que se encontraron por casualidad en el autobús supieron que esa amistad sería muy grande.
-          Oye, ¿te apetecería quedar hoy para tomar algo? Hace tiempo que no nos vemos.
-          No debería porque tengo los exámenes a la vuelta de la esquina, pero hoy no me apetece quedarme encerrada en casa y más con el día que hace.
-          ¿Te paso a buscar a tu casa a las cinco?
-          Vale.
-          Ya sabes que me gusta mucho quedar contigo.
-          Eso se lo dirás a todas.
-          Puede, pero solo contigo lo digo de verdad.
-          Tonto.-le saca la lengua en señal de cariño.
-          Podríamos ir al bar ese que han abierto nuevo en el centro.
-          Estaría bien.
-          Perfecto, pues ya tengo plan para esta tarde.
-          Ponte guapa.
-          ¿No te parezco que voy guapa con este conjunto?
-          Claro, pero siempre se puede mejorar ¿no te parece?
-          Puede ser.
Sara parece un poco molesta por el anterior comentario de su amigo, pero no le da mucha importancia, sabe que se lo dice de broma. El chaval la observa de reojo. Ha mentido antes, ella siempre está guapa y es imposible que no lo esté. La aprecia mucho y le gusta picarla pero sabe que hay muchas cosas que ellos no se pueden contar.
-          Bueno yo me tengo que ir por esta calle.
-          Lo sé, luego te paso a buscar y seguimos charlando.
-          Genial.
-          Te echaré de menos.
-          No creo.
-          Pues créelo.
-          Chau
-          Adiós Sara.

Y después de despedirse con dos besos, la chica continúa su camino hasta casa, contenta porque esta tarde no se quedará pensando todo el rato en Lucas, sino que hay otra persona, que sin saberlo le va a hacer mucho bien, aunque lo que en realidad no sabe Sara es que el destino nos depara muchas sorpresas inimaginables.

viernes, 2 de agosto de 2013

Capítulo 5

Zaragoza, 17 de abril a las 14:30…
<<Piiiiii>> Se oye de fondo. El timbre ha anunciado el final de un día de colegio. Todos los alumnos salen impacientes deseando volver a ver sus amigos de otras clases o incluso a sus novios y novias.
Lucas parece tranquilo, no le apetece volver a casa, pero si quiere ver a alguien con la cual tiene una conversación pendiente.
Le duele que no quiera escucharlo, pero tiene razón, debió haberle avisado antes y no correr riesgos. Si antes tenía una oportunidad ahora ya no tiene ni una remota esperanza de tener algo más con Sara. Le quiere, mucho, pero hay demasiados impedimentos para que su relación sea más que una buena amistad.
Sale por la puerta y observa que Rubén le está saludando.
-          Tío ¿dónde te habías metido?
-          Me había quedado a apuntar los deberes para mañana. –miente.
-          ¿Desde cuándo te importa hacer los deberes?
-          Estamos cerca de fin de curso y quiero ponerme las pilas o sino volveré a repetir.
-          Tampoco pasaría nada. –Le saca la lengua en tono burlesco.
-          Tonto.
-          Lo sé.
Los dos ríen. Son buenos amigos desde que nacieron. Sus familias tenían una gran amistad antes de que ellos nacieran y así terminaron juntándose.
Rubén es el mejor amigo de Lucas y Lucas es el mejor amigo de Rubén. Se tienen confianza el uno en el otro, pero hay cosas que ni siquiera los mejores amigos deberían saber.
-          ¿Te apetece venirte al Telepizza y nos cogemos una familiar?
-          No puedo, tengo que irme a casa, no he avisado a mi madre.
-          No pasa nada, coge tu móvil y se lo dices.
-          Te he dicho que no puedo. Quizás otro día.
-          Vale, vale.
Lucas sabe que eso le ha molestado, pero no le apetece ir con Rubén hoy. Quiere terminar la conversación que un día empezó y nunca acabó.
A pocos metros de ellos se encuentran Sara y sus amigas. Son todas muy guapas, o casi todas, pero sin duda alguna; Sara es la que más le atrae, tanto físicamente como sentimentalmente. Le quiere, de eso no hay duda, y ella también, de eso tampoco hay duda. Ya se lo demostró un 5 de marzo en aquel lugar tan peculiar…

 Zaragoza, 5 de marzo a las 18:25…
Otra vez llega tarde. Parece que la impuntualidad se está convirtiendo en una de sus características. Observa a lo lejos a ver si por algún casual la ve. Sus esfuerzos son en balde, no hay rastro de ella.
Ya le ha preguntado hace un rato a Pilar y tampoco le ha ayudado mucho. Necesita verla, tiene muchas ganas de tocarle, de mirarle, de besarle…  Aunque sabe que eso es imposible.
-          Hola chicos, siento el retraso.
¡Es ella! Al fin ha venido y está guapísima, cualquiera diría que hace unos años era la gordita de la clase. Esa camiseta le queda genial y además deja al descubierto parte de canalillo. No puede evitarlo y lo mira. Le encanta. En ese momento tiene ganas de cogerle de la mano y llevársela lejos de aquí, dónde nadie les vea, para hacer cualquier locura. Lucas se castiga por pensar en eso, no debería fijarse de esa manera en Sara. A él le gusta por su interior no por su físico, aunque hay que reconocer que es guapísima. Cualquier chico querría estar junto a ella, sin embargo su corazón nadie lo tiene, o eso cree él.
-          Cuánto has tardado enana, pensábamos que nunca llegarías.
-          Lo siento, chicas, es que me he entretenido hablando y ya sabes cuánto hablo yo.
-          Lo sabemos.
-          Por cierto os presento a Pablo, un amigo.
Pablo se gira hacia dónde están todos y les saluda a cada uno; a las chicas con dos besos y a los chicos con un simple apretón de manos. Todo muy formal, demasiado para ellos.
Lucas está desconcertado.” ¿Quién es ese?”, piensa para sí mismo. “¿será un simple amigo o hay algo entre él y su amada?”. Esa idea le hace palidecer. Nunca ha pensado que Sara pudiera estar con otro, le quiere y si se enterase de que está liada con alguien sería un terrible golpe para él. Aunque él no le ha sido sincero del todo.
Sara gira la vista hacia Lucas. Éste se sonroja y observa como la chica se va acercando hacia él. Lo hace de un modo tan sensual que le hace avergonzarse de sus pensamientos.
-          Hola Lucas.
-          Hola tardona.
-          No me llames así, solo ha sido una vez.
-          Ya van siendo más de una ehh.
-          Tonto.
La chica sonríe tímida. Le da vergüenza que él pueda pensar que es una tardona, aunque lleve razón.
-          Por cierto, ¿y ese chico?
-          ¿Pablo? Es un amigo, lo he conocido en el bus y me ha dado un poco de pena. Estaba triste, hemos tenido una buena conversación y he decidido invitarle.
Conque por eso se ha retrasado, lo tendría que haber imaginado.
-          O sea que no le conoces de nada.
-          Bueno a ver no le conozco mucho pero no parece un mal chico.
-          ¿Y si quiere hacerte daño? ¿Y si es un loco que lo único que quiere es jugar un rato contigo y luego dejarte tirada?
-          ¿No crees que te estás pasando?
-          Al contrario, me quedo corto.
Sara mira asustada a Lucas. No le gusta que le hable así pero le agrada ver que se preocupa por ella. Quizás eso signifique que le importa tanto como él a ella.
-          Dale una oportunidad por favor.
-          No sé si fiarme.
-          Por favor.
Sara le mira con carita de niña buena. Le encantan sus ojos, esos marrones color café le vuelven loco. Puede que sean cotidianos pero ama su mirada tanto como a ella.
Jamás sería capaz de negarle algo a ella y esta vez no será la primera.
-          Está bien, pero que conste que lo hago por ti.
-          Gracias.
Y sin que este se inmute, la chica le planta un beso en la mejilla. Es un beso de unos 3 segundos, pero para él, el tiempo no existe con ella.
-          Lucas, me gustaría hablar contigo.
-          Claro, pero vayamos a un sitio más tranquilo, aquí pueden escucharnos.
Los chicos se dirigen hacia un banco un poco alejado de dónde están situados sus amigos. Espera que no noten su ausencia, por lo menos durante unos minutos. Presiente que quiere decirle algo importante, y tal vez sea el momento para confesarle lo que siente por ella y su otro gran secreto.
La chica le mira, no sabe cómo empezar. La nota nerviosa.
-          Mira Lucas, no sé exactamente como empezar. Llevo mucho tiempo deseando decirte esto y nunca me he atrevido, pero hoy va a ser diferente, hoy necesito contártelo todo, desahogarme, y tal vez ser correspondida.
Lucas le mira incrédulo, está seguro que debe ser un bombazo. Se está haciendo demasiadas ilusiones y solo espera acertar.
-          Tranquila, tienes tiempo, los demás tardarán en darse cuenta de nuestra ausencia.
-          Verás, hace mucho que te conozco y siempre hemos sido buenos amigos. Nos hemos contado algún rollo que hemos tenido y la cantidad de problemas que llevábamos a cuestas. Has sido muy buen amigo y espero que eso siga siendo así siempre, pase lo que pase.
-          Claro que sí. Estoy aquí para lo que necesites, ya lo sabes.
-          Bueno, la cuestión es que hay algo que sí que te he ocultado durante un buen tiempo, pero no porque desconfiara en ti, sino porque tenía miedo de que afectara a nuestra amistad.
-          No te preocupes, nada afectará a nuestra amistad. Tú siempre serás algo más que una amiga para mí.
Lucas se tapa la boca. No entiende cómo ha podido decir eso. Parece que su corazón y su cerebro no siguen los mismos pasos. Ahora le tocará mentirle.
-          Tú también eres algo más que un amigo Lucas.
Parece que no ha querido indagar en el fondo de esa afirmación.
-          Siempre has sido muy bueno conmigo. –sigue Sara.- y por nada del mundo me gustaría perderte, pero no puedo aguantar más.
La chica coge aire y se seca unas pocas lagrimillas que caen de su cara.
-          Necesito confesarte algo que puede que te vaya a sorprender y que tal vez ponga en peligro nuestra amistad.
-          Sara, tranquilízate, sea lo que sea lo entenderé.
-          Necesito decirte que te quiero, que me encanta cada parte de ti, cada virtud y cada defecto, cada caricia y cada beso, cada mirada y cada silencio. Te quiero como nunca he querido a nadie. Te mentí cuando te dije que no amaba a nadie.  Nunca pensaba confesarte esto, pero no puedo más, necesita decírtelo cuanto antes y ahora solo quiero que me ames, que me abraces, que me cojas con tus brazos y me eleves hasta el más lejano de los cielos dónde nadie pueda vernos, dónde nadie sepa lo que hacemos, dónde nadie pueda destruirnos. Solo tú y yo, nadie más. Aunque seguramente tú no sientas lo mismo.
La chica parecía triste y un poco avergonzada. Tenía la cabeza cabizbaja y era incapaz de poder sostenerle la mirada. El chico estaba asombrado, pero no iba a hacer menos. Posó su mano en su cara, le regaló una caricia que la chica no rechazó y sin pensarlo dos veces se agachó y le besó. Un beso que nunca se terminó, porque todavía lo recuerdan cada instante de su vida.
Fue el beso más dulce de sus vidas y seguramente nadie pueda superarlo.
Segundos después, la chica se separó tímidamente de su boca, necesitaba comprobar que aquello era real, que el chico del que estaba enamorada le estaba besando, le estaba regalando su boca solo para ella.
-          Te quiero Sara. Te quiero tanto o más que tú.
Sus bocas volvieron a juntarse una vez más. Esta vez el beso duró más; quizás días, meses, años, siglos… Nunca lo supieron, lo único que querían era que el tiempo se parase en ese instante, cuándo nadie pudiera hacerles daño, cuándo todos los malos momentos desaparecieron, cuándo todos los celos se esfumaron…
A los pocos minutos algo detrás de los arbustos hicieron que sus labios se separaran una vez más.
-          ¿Dónde estabas?
Sara estaba confusa, “¿quién era ella?”, no la conocía para nada.
-          ¿Y tú que haces aquí?
-          Rubén me ha dicho que estabas aquí. Por cierto ¿no me vas a presentar o qué?

-          Perdona. Sara, te presento a Begoña, mi novia.

jueves, 1 de agosto de 2013

Capítulo 4

Zaragoza, 17 de abril a las 12:00…
Mira el reloj por tercera vez, tiene ganas de que se acabe ya la clase y poder hablar otra vez con sus amigas. Necesita un poco de risa, de sonrisas, de carcajadas. Hoy ha sido un día bastante aburrido y estar sin ninguna de tus mejores amigas en clase no ayuda. No está sola, se lleva muy bien con sus compañeras, pero prefiere estar con sus tres mejores amigas, esas tías tan locas por las que daría la vida si hiciese falta.
Abre el libro de matemáticas por la página que le indica el profesor, se detiene un momento para ver si entiende algo, pero es inútil, no logra comprender nada y es que las mates siempre se le han dado mal, desde pequeña supo que las ciencias no iban a ser lo suyo, está convencida que este curso le van a caer mates y su madre lo sabe, pero siempre la anima para intentarlo.
Vuelve a mirar el reloj;  las 12:05, ya solo faltan 25 minutos y todo acabará, aunque todavía le quedan otras dos largas horas…
Decide abrir el cuaderno para fingir que está apuntando algo y que el profesor no le castigue. No sabe que escribir, se aburre demasiado y justo hoy se le ha olvidado el móvil en casa. Su madre se enfada mucho con ella porque utiliza demasiado el móvil y es que no lo puede evitar, ese aparatito es lo mejor que han podido inventar para ella.
Finalmente decide escribir su nombre, lo típico cuando te aburres. Luego lo pinta de un color rosa, su favorito, y lo adorna con unos pequeños corazones. Le encantan ese tipo de cosas, es muy romántica y aunque le hayan roto el corazón más de una vez, nunca ha dejado de ser así.
Una vez acabada su obra, sonríe satisfactoriamente y mira alrededor de su clase para ver si han avanzado algo. Todo sigue igual, su profesor igual de pesado con las derivadas y sus compañeros igual de despistados que siempre.
Acto seguido mira a su compañero de al lado, es nuevo, no habla mucho con los demás pero con ella ha tenido alguna que otra conversación interesante. Es bastante guapo y muy alto, si fuera más abierto seguramente tendría muchas chicas detrás de él, incluida ella. Alguna vez se le ha pasado por la cabeza la idea de si le gustaba, pero cayó en que no, simplemente era un amigo, además prefiere que su corazón no tenga dueño de momento, bastante mal lo pasó en su época cómo para que vuelvan a jugar con ella.
El chico se percata de que le está mirando y decide iniciarle conversación:
-          ¿Otra clase en la que te aburres?
-          Ya son demasiadas.
-          Deberías atender más.
-          Aunque atendiera, seguiría sin entender nada.
-          Si te pusieras las pilas lo conseguirías.
-          Es demasiado difícil.
-          Si quieres yo te podría ayudar.
-          ¿De verdad?
-          Claro, por una amiga lo que haga falta.
-          Pues me harías un gran favor.
-          Eh vosotros, ¿se puede saber que estáis hablando?
Los chicos dejan de hablar y se percatan de que su profesor les está mirando.
-          Nada, sólo le preguntaba una duda.
-          Pues pregúntemela a mi
-          Da igual, ya me la ha solucionado Nacho.
-          Pues entonces quédese calladita, señorita Fernández.
La chica se calla avergonzada, oyendo de fondo unas pequeñas risas entre sus compañeros. Odia que le llamen así, y lo saben, pero es su apellido y lo tendrá que llevar hasta el final.
Vuelve a mirar el reloj;  las 12:23, ya quedan menos de diez minutos para que acabe este horror de clase, no la aguanta, ni a la asignatura ni al profesor. Son odiosos, sobretodo el Señor Maeztu. Es el típico hombre aburrido de cuarenta y pocos años que solo se divierte a costa de mandar más deberes. A veces parece que lo hagan a posta eso de ser tan muermos.
Bosteza, cierra el cuaderno y mira fijamente la pizarra, no porque quiera atender, sino porque le gusta perderse entre esos números, adora que su mente se salga de la clase y que no vuelva hasta que el timbre indique el final de hora. Necesita vacaciones, las necesita ya, y lo peor de todo es que queda aún dos meses y unos exámenes que no está segura que vaya a aprobar.
Vuelve a mirar una vez más el reloj, las 12:27. Se le están haciendo estos minutos los más largos del mundo.
Estresada por todo, resopla. Nacho le oye y se ríe. Ella sonríe, él sonríe, los dos callan.
Nacho decide volverle a hablar y así esos minutos se les pasaran más rápido:
-          ¿Cuánto queda?
-          Tres minutos
-          Pues ya queda poco.
-          No lo aguanto más.
-          ¿Con quién te vas a ir a la salida?
-          Supongo que con las otras tres.
-          ¿Te apetece venirte por mi camino y de paso me quedo un rato hablando contigo?
-          Vale, pero no sé si me pillará de paso.
-          Creo que sí, vivo por San José ¿y tú?
-          Por Torrero.
-          Bueno si eso, nos quedamos un rato en la salida y ya está.
-          Mejor.
Se oye un pitido de fondo. Diana salta de la silla dispuesta a dirigirse hacia el pasillo, pero para su desesperación el profesor los retiene unos minutos más para mandarle los deberes. Diana no se los apunta, está segura que no va a saber hacerlos y pasa de intentarlo. Abre la puerta y detrás de ella salen una jauría de compañeros suyos como si nunca hubieran salido a la calle. Poco después se abren las puertas de las demás clases y se dirige hacia la de 3º B, la más cercana a la suya. Ve venir a Paula y la abraza.
-          ¿Qué tal el oral?
-          Regular, me he puesto nerviosa y en algunos momentos me he quedado en blanco.
-          Bueno no te preocupes, no cuenta mucho para la nota final.
-          Menos mal.
Más tarde llega Pilar, bastante satisfecha y les saluda con un abrazo a cada una.
-          Buenas chicas.
-          Buenas.
-          ¿Qué tal te ha ido con el señor Maeztu?
-          Penoso, cada día entiendo menos matemáticas.
-          Pobrecita.
Diana le saca la lengua en tono de burla, y la otra la abraza. Le gustan esas bromas con sus amigas, sobre todo si luego le piden perdón con un abrazo.
Luego llega Sara, corriendo desde la otra puerta de 3º C. Decide gastarle una broma a su amiga y le tapa los ojos:
-          ¿Quién soy?
-          ¿Santa Claus?
-          No tonta, soy yo, la guapa de tu amiga Sara.
-          ¿No me digas? No me había dado cuenta, como sólo te conozco desde hace cinco años.
-          Tonta.
-          Guapa.
Las cuatro se ríen al unísono. Se conocen perfectamente como para distinguir su tono de voz del de los demás.
-          ¿Leíste mi mensaje?
-          Sí.
-          ¿Y bien?
-          No me hace mucha gracia.
-          Ala tía, que nos lo vamos a pasar genial.
-          Ya pero…
Diana no le deja terminar la frase. Le indica que se calle y que mire para otro lado. En ese momento María pasa por su lado. No hay palabras ni insultos, pero sí mucho odio acumulado.
Diana fija su mirada en ella, María prefiere no mirarla. Las demás se percatan de ello. Paula y Pilar deciden acompañar a Diana, Sara opta por mirar a otro lado. Le duele que su grupo de amigas se haya roto y quiere que todo siga como antes, las cinco juntas, sin discusiones ni nada. María cometió un error, y lo está pagando muy caro. Seguro que si sus amigas supieran como se encuentra su “examiga”, la perdonarían, pero le pidió discreción y no puede hacer nada.

Zaragoza, 7 de marzo a las 23:40…
Faltan veinte minutos para las 12, tiene ganas de que se acabe este día.
Hoy ha vuelto a discutir con Diana, ya no tiene ganas de pensar en nada más, solo de dormir.
Le duele que todo haya acabado así, se siente sola y todo por un estúpido que le hizo ilusionarse. Debió hacer caso a Sara y haberse alejado de ese tipejo que ha jugado con sus sentimientos y con los de su amiga.
Para colmo sus padres todavía siguen discutiendo y cada vez lo hacen más fuerte. Está harta de que se traten así de mal, le puede demasiado y ya no tiene ganas ni de escucharlos. Llevan toda la noche así y lo más triste es que esto se repite todos los días y cada vez por cosas más tontas. Teme que se separen, no soportaría alejarse de alguno de sus padres, pero a veces piensa que es lo mejor.
Necesita desconectar.
Enciende su portátil, inicia sesión y se mete en sus redes sociales; Tuenti, Facebook y Twitter. No tiene novedades. Nadie le ha echado de menos desde que se fue del instituto cerca de las dos de la tarde.
Tiene ganas de llorar, no sabe exactamente por qué. Quizás por lo de su amiga, o por lo de sus padres, o quizás por todo.
Abre el Youtube. No sabe exactamente que música escuchar. Sus manos empiezan a escribir solas y acaban poniendo; No te quiero olvidar de Anahí. Le gusta esa canción, pero en esos momentos es la peor canción que hubiera podido elegir. Unas pequeñas lágrimas caen sobre su cara recorriendo todo su rostro.
Abre la ventana del Tuenti. Un “amigo” de esos que agregas por agregar, ha cambiado su estado. Tiene puesta una dirección.

Descubre que es un blog. No tiene mala pinta. Baja el cursor del ratón y abre una entrada.

Y es justo en ese mismo momento en el que te das cuenta que todo cambió.
Que tu sonrisa ya no volverá a estar dónde hasta hace poco estaba, que tu mirada y la suya ya nunca se volverán a cruzar, que sus caricias no volverán, que ya no serás la causante de su felicidad, que esos mensajes jamás se enviarán, que esas noches en vela nunca más las pasarás hablando con él, que ya no serás la protagonista de sus sueños, que tu nombre ya no aparecerá todo el rato en su mente, que tu futuro y el suyo no son el mismo, que el destino no ha querido que sigáis juntos.
Pero también es en ese momento en el que comprendes que solo te quedan los recuerdos. Todos los momentos vividos junto a él nadie te los quitará, ni siquiera el tiempo.
Al fin y al cabo después de cada relación solo quedan los recuerdos, el recuerdo de un amor que nunca volverá.

Minutos de silencio en su corazón. La vuelve a leer otra vez, esta vez más pausadamente, sintiendo cada una de esas frases.
Parece que hoy el mundo está en su contra. Todo lo que le rodea le hace recordarle. Es curioso que al estar enamorada de alguien todo parece que te recuerda a él, aunque esa entrada no la hayan escrito por el mismo chico.
Quizás él era mejor que Sergio y no la engañó como hicieron con ella.
Ella nunca tuvo nada serio con él, pero le daba igual, solo quería estar juntos, daba igual si en secreto o el público, él era suyo y aunque lo tuviera que compartir con su amiga no importaba, si su amor era correspondido, o eso pensaba ella.
Mira el reloj; las 23:55. Parece que sus padres ya se han calmado. Suspira aliviada, pero sabe que esto no ha acabado. Mañana toca otra vez colegio y no sabe cómo lo va a afrontar. Solo espera que no sea peor que este y que el tiempo haga su trabajo.

Pero a veces cuando se cierra una puerta, no se abre una ventana…