Zaragoza, 17 de abril a las 14:37…
¿Otra vez la está esperando?, no me lo
puedo creer. –piensa Sara cuando le ve unos metros alejado.
Hace tiempo que dijeron de no hablar de ese
tema, sin embargo desde ayer parece que el chico ha vuelto a sacarlo a la luz.
Le hace daño recordar todo. Cuándo se enteró que el chico del que estaba
enamorada tenía novia, se quería morir. Todavía recuerda lo que sintió en esos
pequeños instantes tan extraños; dolor, angustia, desesperación, humillación,
incredulidad… Es curioso como acabó aquella declaración de amor. Jamás pensó
que al contarle todos sus sentimientos, él los compartiera, pero lo que más le
sorprendió fue aquella extraña chica. A primer vista no tiene nada de especial;
delgada, rubia, buen cuerpo, ojos marrones… Cualquiera la podría igualar,
cualquiera menos ella.
-
Enana creo que te están esperando. – Le dice Pilar
trayéndole de nuevo al mundo real.
-
No me apetece hablar con él, tengo miedo de que
vuelva a sacar el tema.
-
Sabes perfectamente que te mueres de ganas de
estar con él.
-
Puede que tengas razón.
-
Pues entonces ve con él. – Afirma Paula
metiéndose en la conversación de sus dos amigas.
Sara decide hacerles caso y se dirige hacia
ese chico de pelo desaliñado pero que tanto le encanta.
Lucas la está esperando y sin poder
evitarlo le dedica una de sus cautivadoras sonrisas. Sara acaba contagiándose y
sonríe junto a él. No se dicen nada, ambos saben de qué van a hablar, pero
aunque no sea de su agrado, no pueden evitar ser felices cuando están juntos.
-
Tenemos una conversación pendiente.
-
¿Nunca te cansarás de insistir? – responde Sara
con un suspiro pero sin que la sonrisa desaparezca.
-
¿Y tú nunca te cansarás de quejarte? – bromea
Lucas sacándole la lengua como señal de tregua.
-
Cuándo no me des motivos para hacerlo, lo haré.
Los dos sonríen. Parece como si no hubiera
pasado nada entre ellos, aunque saben que esta conversación podría provocar
algún que otro enfado, pero no pueden evitarlo. Se necesitan el uno al otro.
-
Será mejor que vayamos a un lugar más tranquilo,
aquí podrían molestarnos.
-
Vale.
Lucas le coge la mano a Sara y le guía
hacia un banco situado en el parque que hay justo enfrente del instituto. A
pesar de la cercanía, el chico ha elegido un lugar bastante tranquilo dónde
nadie les pueda ver.
Es Lucas el que decide empezar la
conversación:
-
Verás Sara, hace mucho tiempo que quería
contarte todo esto, sé que no me creíste la primera ver que intenté
explicártelo, pero ahora que ya ha pasado más de un mes, tengo la esperanza de
que puedas entenderme y que las cosas entre nosotros mejoren.
La chica le mira embobada. Sabe lo que le
va a decir, la misma excusa de siempre, sin embargo esta vez hay algo en su
mirada que le hace confiar en él. Teme pecar de no ser objetiva, pero es que
este chico cada día le encanta más y aunque hiciera la tontería más grande del
mundo jamás podría enfadarse con él. O eso cree ella.
-
Cometí un error,- prosigue Lucas- no ser sincero
contigo, pero tenía miedo de que te pudieras alejar de mí. Te juro y te vuelvo
a jurar que esa confesión de mi amor fue verdadera y mis sentimientos nunca
cambiaron; ni entonces ni ahora.
-
El problema no es ese Lucas, el problema es que
mientras tú estás aquí volviéndome a decir que me quieres, tu novia te estará
esperando para comer o hacer alguna de esas cosas que hacen los novios.
-
Yo no estoy enamorado de Begoña. La única chica
tiene mi corazón eres tú.
-
¿Entonces por qué sigues con ella?
-
Es difícil de explicar.
-
Francamente Lucas, me parece una calumnia todo
esto.
-
Lo importante es que te quiero.
-
Lo importante es que me mentiste.
-
Por favor Sara, perdóname.
-
No puedo perdonar algo que no entiendo. ¿Por qué
estás con una chica que no quieres? ¿acaso me quieres hacer daño? ¿acaso
quieres hacerle daño a ella? ¿o es que estás jugando con las dos?
-
Eso jamás. Escucha Sara, no es fácil de entender
pero intentaré ser claro.
La chica se calma un poco. El chico parece
nervioso, casi tanto como ella cuándo decidió abrirle su corazón. La situación
es parecida; ambos estaban sentados en un banco, alejado de curiosos, solos,
acompañados de la persona que hace aflorar sus mejores sentimientos, a punto de
contarse algo muy importante, pero el mensaje no es el mismo y puede que la
reacción tampoco.
-
Begoña es la hermana de Rubén, muy pocos la
conocen, solo unos pocos más de la pandilla y yo. Un día nos presentaron y nos
caímos muy bien. Fuimos buenos amigos y parece que la chica empezó a sentir
algo por mí y como consecuencia empezamos a salir.
-
¿Y tú también sentías lo mismo?
-
Francamente no.
-
¿Y si no sentías nada porque empezasteis a
salir?
-
Al principio le rechacé porque por aquel
entonces me estabas empezando a gustar y quería esperarte, pero mi amigo me
suplicó que saliera con ella.
-
No lo entiendo, ¿por qué te pidió eso tu amigo
en contra de tu voluntad?
-
Porque Begoña lo había pasado muy mal durante su
infancia y juventud. No tenía muchos amigos y parece ser que yo le hacía más
feliz. Mi amigo estaba muy preocupado
por ella y quería que intentase hacerle sentir bien. Me pidió ese favor, salir
con ella aunque fueran unos meses, sólo para que se sintiera querida.
Cuándo pasó un tiempo y vi que estaba
bastante contenta y que ya no me necesitaba para ser feliz, decidí cortar con
ella lo más suave que podía, pero a pesar de lo dulce que fui, Begoña se lo
tomó fatal, volvió a pasarlo muy mal y entonces comprendí que ella sólo era
feliz conmigo.
-
¿Pretendes que me crea eso?
-
Es la verdad.
-
Parece sacado de una novela barata.
-
Sara, por favor créeme. Te juro que te estoy
diciendo la verdad.
-
Me parece que me estás tomando el pelo y aunque
fuera eso verdad, no me parecería bien que sólo estuvieses con Begoña porque tu
amigo te lo hubiera pedido. Eso es jugar con sus sentimientos y es peor que no
estar con ella.
-
Tú no sabes cómo se puso cuando corté con ella.
-
Me da igual. Con el tiempo le harás daño, al
igual que me lo estás haciendo tú a mi ahora.
La chica se levanta del banco dispuesta a
irse, pero algo la detiene. Lucas la agarra del brazo y se levanta junto a
ella. Parece nerviosa. Su respiración se agita cada vez más. La chica se gira y
vuelve a encontrarse con sus ojos. En ese momento se olvida de todo. Hay algo
en su interior que le indica que le bese; como aquella vez, alejado de todos
los curiosos, él y ella solos, sin nadie más. El chico la vuelve a observar,
está preciosa. Le encantan esos ojos marrones, ese color tan corriente sólo
puede ser especial si lo posee ella. Nota el corazón cada vez más acelerado.
Sabe perfectamente lo que quiere hacer pero hay algo en él que le impide
robarle un beso. Quizás sea por Begoña o tal vez por miedo a que Sara le pueda
rechazar.
Hay un silencio general, apenas se oyen las
voces de los estudiantes saliendo de su instituto. Están completamente solos,
el momento perfecto para cometer una de esas locuras tan dulces. Es ella la que
decide iniciar ese paso. Pero cuando el destino se propone crear un amor
imposible, nadie puede evitarlo…
-
¡Menos mal que estabas aquí! Te he estado
buscando por todo el parque.
-
¿Qué haces aquí?
-
Me dijeron que estabas por el parque y he venido
a hablar contigo.
-
¿Y tiene que ser ahora? Es que estaba ocupada.
-
Lo siento, no sabía que estabas acompañada,
perdona.
El chico observa a Lucas. Lo ha visto
alguna vez y ella también le ha hablado de él muchas veces, pero todavía no
entiende por qué no le gusta que estén tanto tiempo juntos.
-
No te preocupes, ya habíamos acabado. –dice
Lucas antes de que Sara le diga nada.
Le mira incrédula. <<z¿Acabado? ¿A
eso llamas tú acabado? Pues vaya manera más rara de acabar una conversación, si
en unos pocos segundos nos íbamos a besar…>>
-
¿Ah sí? Perfecto, entonces ¿te vienes?
-
Claro.
-
Adiós Sara.-Le dice casi susurrándole.
No obtiene respuesta.
Varios minutos después…
-
Si querías que te hubiese dejado con él haberlo
dicho.
-
No te preocupes, además ha sido él el que ha
puesto fin a la conversación.
-
¿Estás enfadada por haberos molestado?
-
Tranquilo, es mejor que lo que hubiera pasado,
no haya ocurrido.
-
Entiendo.
Los dos chicos pasean por la ciudad. El
calor de la primera ya se ha instalado en las calles de Zaragoza y parece que
tardará en irse. Los dos parecen contentos, quizás uno más que otro pero les
gusta estar juntos. Desde ese día que se encontraron por casualidad en el
autobús supieron que esa amistad sería muy grande.
-
Oye, ¿te apetecería quedar hoy para tomar algo?
Hace tiempo que no nos vemos.
-
No debería porque tengo los exámenes a la vuelta
de la esquina, pero hoy no me apetece quedarme encerrada en casa y más con el
día que hace.
-
¿Te paso a buscar a tu casa a las cinco?
-
Vale.
-
Ya sabes que me gusta mucho quedar contigo.
-
Eso se lo dirás a todas.
-
Puede, pero solo contigo lo digo de verdad.
-
Tonto.-le saca la lengua en señal de cariño.
-
Podríamos ir al bar ese que han abierto nuevo en
el centro.
-
Estaría bien.
-
Perfecto, pues ya tengo plan para esta tarde.
-
Ponte guapa.
-
¿No te parezco que voy guapa con este conjunto?
-
Claro, pero siempre se puede mejorar ¿no te
parece?
-
Puede ser.
Sara parece un poco molesta por el anterior
comentario de su amigo, pero no le da mucha importancia, sabe que se lo dice de
broma. El chaval la observa de reojo. Ha mentido antes, ella siempre está guapa
y es imposible que no lo esté. La aprecia mucho y le gusta picarla pero sabe
que hay muchas cosas que ellos no se pueden contar.
-
Bueno yo me tengo que ir por esta calle.
-
Lo sé, luego te paso a buscar y seguimos
charlando.
-
Genial.
-
Te echaré de menos.
-
No creo.
-
Pues créelo.
-
Chau
-
Adiós Sara.
Y después de despedirse con dos besos, la
chica continúa su camino hasta casa, contenta porque esta tarde no se quedará
pensando todo el rato en Lucas, sino que hay otra persona, que sin saberlo le
va a hacer mucho bien, aunque lo que en realidad no sabe Sara es que el destino
nos depara muchas sorpresas inimaginables.