Zaragoza, 17 de abril a las 12:00…
Mira el reloj por tercera vez, tiene ganas
de que se acabe ya la clase y poder hablar otra vez con sus amigas. Necesita un
poco de risa, de sonrisas, de carcajadas. Hoy ha sido un día bastante aburrido
y estar sin ninguna de tus mejores amigas en clase no ayuda. No está sola, se
lleva muy bien con sus compañeras, pero prefiere estar con sus tres mejores
amigas, esas tías tan locas por las que daría la vida si hiciese falta.
Abre el libro de matemáticas por la página
que le indica el profesor, se detiene un momento para ver si entiende algo,
pero es inútil, no logra comprender nada y es que las mates siempre se le han
dado mal, desde pequeña supo que las ciencias no iban a ser lo suyo, está
convencida que este curso le van a caer mates y su madre lo sabe, pero siempre
la anima para intentarlo.
Vuelve a mirar el reloj; las 12:05, ya solo faltan 25 minutos y todo
acabará, aunque todavía le quedan otras dos largas horas…
Decide abrir el cuaderno para fingir que
está apuntando algo y que el profesor no le castigue. No sabe que escribir, se
aburre demasiado y justo hoy se le ha olvidado el móvil en casa. Su madre se
enfada mucho con ella porque utiliza demasiado el móvil y es que no lo puede
evitar, ese aparatito es lo mejor que han podido inventar para ella.
Finalmente decide escribir su nombre, lo
típico cuando te aburres. Luego lo pinta de un color rosa, su favorito, y lo
adorna con unos pequeños corazones. Le encantan ese tipo de cosas, es muy
romántica y aunque le hayan roto el corazón más de una vez, nunca ha dejado de
ser así.
Una vez acabada su obra, sonríe
satisfactoriamente y mira alrededor de su clase para ver si han avanzado algo.
Todo sigue igual, su profesor igual de pesado con las derivadas y sus
compañeros igual de despistados que siempre.
Acto seguido mira a su compañero de al
lado, es nuevo, no habla mucho con los demás pero con ella ha tenido alguna que
otra conversación interesante. Es bastante guapo y muy alto, si fuera más
abierto seguramente tendría muchas chicas detrás de él, incluida ella. Alguna
vez se le ha pasado por la cabeza la idea de si le gustaba, pero cayó en que
no, simplemente era un amigo, además prefiere que su corazón no tenga dueño de
momento, bastante mal lo pasó en su época cómo para que vuelvan a jugar con
ella.
El chico se percata de que le está mirando
y decide iniciarle conversación:
-
¿Otra clase en la que te aburres?
-
Ya son demasiadas.
-
Deberías atender más.
-
Aunque atendiera, seguiría sin entender nada.
-
Si te pusieras las pilas lo conseguirías.
-
Es demasiado difícil.
-
Si quieres yo te podría ayudar.
-
¿De verdad?
-
Claro, por una amiga lo que haga falta.
-
Pues me harías un gran favor.
-
Eh vosotros, ¿se puede saber que estáis
hablando?
Los chicos dejan de hablar y se percatan de
que su profesor les está mirando.
-
Nada, sólo le preguntaba una duda.
-
Pues pregúntemela a mi
-
Da igual, ya me la ha solucionado Nacho.
-
Pues entonces quédese calladita, señorita
Fernández.
La chica se calla avergonzada, oyendo de
fondo unas pequeñas risas entre sus compañeros. Odia que le llamen así, y lo
saben, pero es su apellido y lo tendrá que llevar hasta el final.
Vuelve a mirar el reloj; las 12:23, ya quedan menos de diez minutos
para que acabe este horror de clase, no la aguanta, ni a la asignatura ni al
profesor. Son odiosos, sobretodo el Señor Maeztu. Es el típico hombre aburrido
de cuarenta y pocos años que solo se divierte a costa de mandar más deberes. A
veces parece que lo hagan a posta eso de ser tan muermos.
Bosteza, cierra el cuaderno y mira
fijamente la pizarra, no porque quiera atender, sino porque le gusta perderse
entre esos números, adora que su mente se salga de la clase y que no vuelva
hasta que el timbre indique el final de hora. Necesita vacaciones, las necesita
ya, y lo peor de todo es que queda aún dos meses y unos exámenes que no está
segura que vaya a aprobar.
Vuelve a mirar una vez más el reloj, las 12:27.
Se le están haciendo estos minutos los más largos del mundo.
Estresada por todo, resopla. Nacho le oye y
se ríe. Ella sonríe, él sonríe, los dos callan.
Nacho decide volverle a hablar y así esos
minutos se les pasaran más rápido:
-
¿Cuánto queda?
-
Tres minutos
-
Pues ya queda poco.
-
No lo aguanto más.
-
¿Con quién te vas a ir a la salida?
-
Supongo que con las otras tres.
-
¿Te apetece venirte por mi camino y de paso me
quedo un rato hablando contigo?
-
Vale, pero no sé si me pillará de paso.
-
Creo que sí, vivo por San José ¿y tú?
-
Por Torrero.
-
Bueno si eso, nos quedamos un rato en la salida
y ya está.
-
Mejor.
Se oye un pitido de fondo. Diana salta de
la silla dispuesta a dirigirse hacia el pasillo, pero para su desesperación el
profesor los retiene unos minutos más para mandarle los deberes. Diana no se
los apunta, está segura que no va a saber hacerlos y pasa de intentarlo. Abre
la puerta y detrás de ella salen una jauría de compañeros suyos como si nunca
hubieran salido a la calle. Poco después se abren las puertas de las demás clases
y se dirige hacia la de 3º B, la más cercana a la suya. Ve venir a Paula y la
abraza.
-
¿Qué tal el oral?
-
Regular, me he puesto nerviosa y en algunos
momentos me he quedado en blanco.
-
Bueno no te preocupes, no cuenta mucho para la
nota final.
-
Menos mal.
Más tarde llega Pilar, bastante satisfecha
y les saluda con un abrazo a cada una.
-
Buenas chicas.
-
Buenas.
-
¿Qué tal te ha ido con el señor Maeztu?
-
Penoso, cada día entiendo menos matemáticas.
-
Pobrecita.
Diana le saca la lengua en tono de burla, y
la otra la abraza. Le gustan esas bromas con sus amigas, sobre todo si luego le
piden perdón con un abrazo.
Luego llega Sara, corriendo desde la otra
puerta de 3º C. Decide gastarle una broma a su amiga y le tapa los ojos:
-
¿Quién soy?
-
¿Santa Claus?
-
No tonta, soy yo, la guapa de tu amiga Sara.
-
¿No me digas? No me había dado cuenta, como sólo
te conozco desde hace cinco años.
-
Tonta.
-
Guapa.
Las cuatro se ríen al unísono. Se conocen
perfectamente como para distinguir su tono de voz del de los demás.
-
¿Leíste mi mensaje?
-
Sí.
-
¿Y bien?
-
No me hace mucha gracia.
-
Ala tía, que nos lo vamos a pasar genial.
-
Ya pero…
Diana no le deja terminar la frase. Le
indica que se calle y que mire para otro lado. En ese momento María pasa por su
lado. No hay palabras ni insultos, pero sí mucho odio acumulado.
Diana fija su mirada en ella, María
prefiere no mirarla. Las demás se percatan de ello. Paula y Pilar deciden
acompañar a Diana, Sara opta por mirar a otro lado. Le duele que su grupo de
amigas se haya roto y quiere que todo siga como antes, las cinco juntas, sin
discusiones ni nada. María cometió un error, y lo está pagando muy caro. Seguro
que si sus amigas supieran como se encuentra su “examiga”, la perdonarían, pero
le pidió discreción y no puede hacer nada.
Zaragoza, 7 de marzo a las 23:40…
Faltan veinte minutos para las 12, tiene
ganas de que se acabe este día.
Hoy ha vuelto a discutir con Diana, ya no
tiene ganas de pensar en nada más, solo de dormir.
Le duele que todo haya acabado así, se
siente sola y todo por un estúpido que le hizo ilusionarse. Debió hacer caso a
Sara y haberse alejado de ese tipejo que ha jugado con sus sentimientos y con
los de su amiga.
Para colmo sus padres todavía siguen
discutiendo y cada vez lo hacen más fuerte. Está harta de que se traten así de
mal, le puede demasiado y ya no tiene ganas ni de escucharlos. Llevan toda la
noche así y lo más triste es que esto se repite todos los días y cada vez por
cosas más tontas. Teme que se separen, no soportaría alejarse de alguno de sus
padres, pero a veces piensa que es lo mejor.
Necesita desconectar.
Enciende su portátil, inicia sesión y se
mete en sus redes sociales; Tuenti, Facebook y Twitter. No tiene novedades.
Nadie le ha echado de menos desde que se fue del instituto cerca de las dos de
la tarde.
Tiene ganas de llorar, no sabe exactamente
por qué. Quizás por lo de su amiga, o por lo de sus padres, o quizás por todo.
Abre el Youtube. No sabe exactamente que
música escuchar. Sus manos empiezan a escribir solas y acaban poniendo; No te quiero olvidar de Anahí. Le gusta
esa canción, pero en esos momentos es la peor canción que hubiera podido
elegir. Unas pequeñas lágrimas caen sobre su cara recorriendo todo su rostro.
Abre la ventana del Tuenti. Un “amigo” de
esos que agregas por agregar, ha cambiado su estado. Tiene puesta una
dirección.
Descubre que es un blog. No tiene mala
pinta. Baja el cursor del ratón y abre una entrada.
Y
es justo en ese mismo momento en el que te das cuenta que todo cambió.
Que
tu sonrisa ya no volverá a estar dónde hasta hace poco estaba, que tu mirada y
la suya ya nunca se volverán a cruzar, que sus caricias no volverán, que ya no
serás la causante de su felicidad, que esos mensajes jamás se enviarán, que
esas noches en vela nunca más las pasarás hablando con él, que ya no serás la
protagonista de sus sueños, que tu nombre ya no aparecerá todo el rato en su
mente, que tu futuro y el suyo no son el mismo, que el destino no ha querido
que sigáis juntos.
Pero
también es en ese momento en el que comprendes que solo te quedan los
recuerdos. Todos los momentos vividos junto a él nadie te los quitará, ni
siquiera el tiempo.
Al
fin y al cabo después de cada relación solo quedan los recuerdos, el recuerdo
de un amor que nunca volverá.
Minutos de silencio en su corazón. La
vuelve a leer otra vez, esta vez más pausadamente, sintiendo cada una de esas
frases.
Parece que hoy el mundo está en su contra.
Todo lo que le rodea le hace recordarle. Es curioso que al estar enamorada de
alguien todo parece que te recuerda a él, aunque esa entrada no la hayan
escrito por el mismo chico.
Quizás él era mejor que Sergio y no la
engañó como hicieron con ella.
Ella nunca tuvo nada serio con él, pero le
daba igual, solo quería estar juntos, daba igual si en secreto o el público, él
era suyo y aunque lo tuviera que compartir con su amiga no importaba, si su
amor era correspondido, o eso pensaba ella.
Mira el reloj; las 23:55. Parece que sus
padres ya se han calmado. Suspira aliviada, pero sabe que esto no ha acabado.
Mañana toca otra vez colegio y no sabe cómo lo va a afrontar. Solo espera que
no sea peor que este y que el tiempo haga su trabajo.
Pero a veces cuando se cierra una puerta, no
se abre una ventana…
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