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miércoles, 31 de julio de 2013

Capítulo 3

Zaragoza, 17 de abril a las 7:50…
Otra noche más que le ha costado dormirse, y otro día más que llega tarde al instituto.
Si no se da prisa llegará otra vez a deshora y no puede permitírselo, ya ha llegado muchas veces tarde.
Rápidamente se levanta de su cama y apaga el despertador. Ya ha sonado cinco veces y estaba a punto de tirarlo por la ventana. Odia ese ruido, prefiere que la levante su madre pero ella tampoco está hoy. Desde que le dieron ese trabajo nuevo casi no la ve y la echa en falta. Tan solo tiene 15 años, es demasiado joven para vivir sin las atenciones de su madre y aunque a veces se queje de que se preocupa mucho por ella, en el fondo lo agradece.
Se dirige hacia el baño para lavarse un poco la cara de muerta que tiene y luego va hacia la cocina. No sabe muy bien que desayunar y tampoco tiene mucho tiempo, así que decide no tomar nada y esperar al almuerzo. Sabe que está mal pero le da igual, tampoco le va a ocurrir nada malo.
Acto seguido va hacia su cuarto, recoge un poco su habitación (lo que le da tiempo) y hace su cama. Luego abre la puerta de su armario y coge el primer pantalón y la primera camiseta que ve. No quiere perder tiempo y si se pone a pensar en qué ponerse, malgastará muchos valiosos minutos. “El tiempo es oro”, le decía su padre y es que tiene razón, no debemos nunca desperdiciar un solo segundo de nuestras vidas, pues ésta son solo dos días por lo que hay que vivirla al máximo. A ella le encanta recordar esa frase, fue uno de los primeros consejos que le dio su padre cuando era muy pequeña. Entonces supo que jamás desperdiciaría un minuto de su preciada vida.
Coge su mochila y pone los libros de las materias que le toca hoy, no tiene pinta de ser un día muy entretenido pero bueno, tiene que ir.
Abre la puerta y baja las escaleras rápidamente. Para su sorpresa, la espera María.
-          Cada día bajas más tarde.
-          ¿Qué haces aquí?
-          ¿Así es cómo recibes a una amiga?
-          Perdona, es que me ha sorprendido.
-          Me venía de camino y hacía mucho que no bajábamos juntas al colegio
-          Pues me alegro de que hayas venido a buscarme.
-          Además me apetece hablar un rato contigo que desde que me enfadé con éstas ya casi no podemos hablar tranquilas.
-          No las llames éstas, te recuerdo que también son tus amigas.
-          Ya no sé qué pensar.
-          Pues yo pienso que deberías arreglarlo, sois amigas y no tendríais que distanciaros por un maldito error.
-          En ese momento no me parecía un error.
Sara decide callarse. Prefiere cambiar de tema. Aunque a María ya no le guste Sergio, todavía le duele lo que pasó y quiere olvidar todo.
-          ¿Qué tal llevas los exámenes?
-          Todavía no he empezado.
-          Mira que bien ya no soy la única.
-          Ya, es que da mucha pereza y últimamente estoy en otro planeta.
-          ¿Y eso?
-          Ya sabes, la Cincomarzada, Sergio, Diana, Pablo, mis padres…
-          Es verdad, ¿qué tal va lo de tus padres?
-          Fatal. Cada día estoy más segura que van a acabar divorciándose.
-          Igual todo se arregla.
-          No lo creo, cada vez se soportan menos y ayer volvieron a discutir.
-          Al menos si se separan dejarán de discutir.
-          Es lo único que me reconforta un poco. En fin, prefiero cambiar de tema, ¿qué tal te va a ti con Lucas?
-          Pues lo mismo de siempre.
-          ¿Sigue sin decidirse?
-          A veces pienso que juega conmigo.
-          No lo creo.
-          Pues lo parece.
-          Verás cómo acabáis saliendo, ya te lo dije ayer.
-          Me acuerdo y te vuelvo a decir lo mismo; Ojalá.
-          Hablando del rey de Roma…
Las dos chicas miran para adelante. María se ríe, Sara parece preocupada, no le apetece quedarse con él, sabe perfectamente que no podrán estar juntos nunca y no quiere hacerse daño, pero no lo puede evitar, necesita verlo, necesita estar junto a él, necesita mirarle, necesita abrazarle, necesita saber que le quiere, lo necesita demasiado.
-          Hola chicas.
-          Hola
-          Hola
-          ¿Vais para el colegio no?
-          Si, acabo de recoger a Sara y ahora nos dirigíamos hacia allí.
-          Bien, pues si no os importa os acompañaré. Hoy Rubén no puede venir y prefiero estar con vosotras, así podemos hablar un rato.
-          Es una buena opción.
María y Lucas sonríen. Sara prefiere no encontrarse con sus ojos, la última vez estuvo a punto de pasar una tontería y no quiere que se repita. María sabe que Sara tiene miedo, pero también sabe que desea con todas sus fuerzas estar a solas con él, aunque ni ella misma sea consciente de eso.
-          Chicos yo me voy a tener que adelantar porque tenemos lengua a primera hora y no he hecho los deberes.
-          No pasa nada, te los puedo dejar yo
-          No hace falta Sara, ya se los pediré a Julia o a Lucía.
Odia a esa chica, con todas sus fuerzas, pero haría lo que fuera por su amiga y a pesar de que ahora ponga cara rara está segura de que se lo agradecerá.
-          Adiós María, luego nos vemos.
-          Adiós Lucas, cuídame a Sara.
La chica se va con un paso rápido, tanto que en pocos segundos la pareja ya no pueden ni verla. Los dos se quedan unos segundos callados, sin hablar, sin saber qué decir por miedo a que el otro le conteste algo que no quiera oír. Lucas decide ser el primero en romper el hielo:
-          Parece que nos hemos quedado solos.
-          Sí.
-          ¿Qué tal ayer?
-          Pues bien, como siempre ¿Por?
-          Por nada, era por hablar de algo.
-          Ah.
-          Ya me ha contado Diana lo de este viernes.
-          ¿Ah sí? ¿Y qué te ha dicho?
-          Pues que os apetecería hacer un botellón este viernes.
-          La idea fue de Pilar y Diana, yo no tuve nada que ver.
-          Vaya, pues me hacía ilusión que hubieses pensado en mí para acompañaros.
-          Ya ves.
-          ¿Oye te pasa algo?
-          No.
-          ¿Seguro?
-          Sí.
-          Necesito volver a hablar contigo.
-          ¿De qué?
-          De lo de hace un mes, no me dejaste explicarte y sigo pensando que si me dejaras, todo podría arreglarse.
-          No hay nada que arreglar.
-          Sí que lo hay.
-          No, tú ya me dejaste claro todo ese día y yo prefiero olvidarlo. Seremos amigos y nada más.
-          Tú sabes perfectamente que nosotros no podemos ser solo amigos.
-          Eso fue lo que tú decidiste cuando optaste por ella.
-          Eso es mentira.
-          ¿Ah sí? ¿Desde cuándo uno prefiere estar con una chica antes que con otra y escoge a la segunda?
-          Jolín por favor, espera un momento y deja que te explique.
-          No quiero oír nada Lucas. Bastante oí ya ese día y ahora déjame, tengo que ir a clase.
La chica acelera el paso y llega hasta la puerta de entrada de su instituto, ahí la espera Paula, la cual la ha visto de lejos. Las chicas se meten muy rápido dentro de clase por petición de Sara. El chico se queda quieto en la puerta, sin apartar un segundo la mirada de Sara. Le gusta mucho, demasiado, más que otras con las que ha salido, sin embargo no consigue que estén juntos, pero él nunca se rendirá.

Una vez dentro, Paula se para muy bruscamente y decide preguntarle directamente a Sara una duda que le corroe desde que la ha visto llegar con él.
-          ¿Qué ha pasado Sara?
-          Me he encontrado con Lucas y he vuelto a discutir con él  de lo mismo de siempre.
-          Lleváis así demasiado tiempo. ¿Por qué no lo arregláis ya?
-          No es tan fácil Pau, además no hay nada que arreglar, le gusta otra, punto.
-          Pues yo pienso que no, que deberías escucharle, te lo lleva pidiendo demasiado tiempo y tú no has querido hacerle caso por miedo a que pase una tontería, pero ¿qué tontería iba a pasar? ¿Qué le besases? Sabes perfectamente que no te importaría nada volverle a besar.

-          Puede ser, pero la otra vez lo hice sin saber todo esto y ahora que lo sé, me sentiría fatal si se volviera a repetir.

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