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lunes, 29 de julio de 2013

Capítulo 1

-         Zaragoza, 16 de abril a las 11:25…
-          ¿Por qué me miras?
-          No te estaba mirando.
-          Sí lo haces, y además desde un buen rato.
-          No te lo creas tanto.
-          No lo hago. Simplemente preguntaba.
-          Pues no preguntes lo que es obvio.
-          ¿El qué es obvio?
-          Nada.
-          ¿Por qué no me lo quieres decir?
-          Porque no tiene importancia.
La chica se dio media vuelta, el chico permaneció callado a los poco segundos también se giró. Ella estaba cabizbaja, él estaba triste. Intentó evitar la tentación pero no pudo, acabó mirándola. Ella se sintió observada, levantó la cabeza y se volvió a girar.
-          Ahora has sido tú.
-          ¿Yo? ¿Qué he hecho?
-          Mirarme, al igual que yo.
-          O sea que reconoces haberme mirado.
-          Tampoco creo que sea un delito.
-          No, simplemente me hace gracia.
-          ¿El qué?
-          Que los dos deseamos mirarnos durante toda la vida y ninguno se atreve a reconocerlo.
La chica bajó la cabeza avergonzada pero una pequeña sonrisilla apareció es su cara. El chico se dio cuenta y con mucha dulzura le acarició sus carnosas mejillas. Estaban calientes, quizás porque sentía mucha vergüenza o tal vez porque era así. La chica levantó la cabeza y sus miradas se encontraron. Esta vez no se picaron como antes, sino que dejaron que éstas hablasen, que se dijeran todo lo que sentían, todo lo que se necesitaban y todo lo que jamás podrán vivir.
Mientras no podían dejar de apartar sus ojos el uno del otro, las manos empezaban a cobrar vida y sin darse cuenta, la chica posó sus dedos en ese pelazo que él tenía. El chico se dejó acariciar, le gustaba que ella le tocase, que le acariciara, que le mimase.
-          Me tengo que ir
-          ¿Ya?
-          Sí, tengo clase y no puedo llegar tarde.
-          No sería la primera vez.
-          La otra vez fue por algo importante.
-          ¿Y eso no lo es?
-          No tanto como lo que pasó entonces.
-          Todavía lo recuerdas ¿no?
-          Claro.
-          Algún día me entenderás.
-          Nunca te he dicho que no lo entendiera.
-          Algún día me perdonarás
-          Nunca te he dicho que estuviese enfadada contigo.
-          Sé que no estas enfadada, pero sé que te molestó
-          ¿Y tú como lo sabes?
-          Porque a mí también me molestaría verte con otro.
-          Me tengo que ir.
-          Adiós.
-          Adiós.
La chica se marchó sin mirar atrás, francamente le daba demasiada vergüenza mirarle después de todo lo que había pasado. No era la primera vez que hablaban de ese tema, pero cada vez le dolía más recordarlo. Tampoco era la primera vez que entre ellos dos saltaban chipas, pues estaba claro que entre ellos dos había algo más que una simple amistad, pero por caprichos del destino, no podían estar juntos.
Atravesó todo el pasillo que llevaba hasta su clase y se dirigió a su mesa dónde estaban sus libros. Allí estaba una simpática chica con la cual tenía una buena amistad.
-          Sara, casi vuelves a llegar tarde.
-          Lo sé, me he retrasado un poco.
-          ¿Qué ha pasado esta vez?
-          Me he quedado hablando con Lucas.
-          Siempre igual eh…
-          Ya sabes que con él, el tiempo para mí no existe.
-          A veces pienso que deberíais dejaros de tantas ñoñerías y salir juntos.
-          Ya me gustaría, pero sabes perfectamente porque no podemos.
-          Tarde o temprano acabareis saliendo.
-          Ojalá
Las dos chicas rieron. Pero ambas sabían que para eso tendría que pasar mucho tiempo.
-          ¿Y a ti que tal te va con Pablo?
-          Ahí vamos. Ayer estuvimos hablando por WhatsApp.
-          ¿Sí? ¿Y qué os dijisteis?
-          Lo típico, pero bueno no me puedo quejar. Algún día conseguiré que estemos juntos.
-          Más te vale
Volvieron a reír. Sara se quedó pensativa. Su amiga era una chica bastante guapa; alta, delgada, bonitos ojos, un pelo que causa furor… Podría tener al chico que quisiera, sin embargo ella se fijó en el único que no la desea. Cierto que son muy buenos amigos y que mucha gente piensa que entre ellos hay algo, pero Sara sabe perfectamente quien le gusta a Pablo y eso es algo que nunca podrá desvelarle a María.

A lo lejos se oye una voz que grita;
-          ¡Qué viene el rottweiler!
De repente un enorme grupo de alumnos entran a clase como si del coco se tratase y es que este peculiar hombre es de armas tomar.
-          Señores de 3ºC por favor pónganse en pie.
-          Otra vez
-          Siempre igual
Se oían entre los alumnos estas frases una y otra vez. También se oyó algún que otro insulto que no viene al caso.
- ¿Cuántas veces tengo que repetirles que no estamos en infantil? Que ya son ustedes mayores y deberían comportarse como buenos adultos que son.
- Tiene usted razón Don Manuel. –Intervino una joven- No deberíamos haber hecho tanto ruido
- Así me gusta Lucía. Espero que la próxima vez no se repita.
Lucía era la típica niña bonita que caía bien a todos los profesores. Cierto que era inteligente y bastante guapilla, pero a veces se pasaba de amable. Alguna amiga tenía, pero no muchas, pues a la gente no le suele gustar los pelotas.
-          Pueden sentarse
Alguna que otra queja se percibió por parte de los alumnos y también ciertas bromas acerca de ese peculiar profesor.
Cerca del sitio de Sara estaban un grupo de chicos que no paraban de mirar a una chica sentada delante de ellos. Se reían mucho y alguna vez hasta se les escapó algún insulto. La chica parece que se dio cuenta y pidió cambiarse de sitio. El profesor accedió y le tocó el turno a otra chica, la cual era bastante atractiva, que fue puesta en el sitio de la chica anterior.
Ahora los chicos no se reían, sólo se fijaban en su culo. Algún comentario obsceno se pudo escuchar que pasó desapercibido por los demás.
Así estuvieron durante toda la hora hasta que el timbre sonó, señal de que la clase había acabado y eso significaba cinco minutos de descanso hasta que el siguiente profesor viniera.
Un grupo de alumnos se levantaron mientras Don Manuel dictaba los deberes. Parecía que a nadie le importaba, pero no os preocupéis que mañana, la hora de antes estarán todos copiándose los deberes unos a otros.
La verdad es que no recuerdo muy bien por qué le llamaban el rottweiler, pues ya recibía ese mote cuando yo llegué. Supongo que algún alumno le debió calificar así un día y como hizo tanta gracia, todos le empezaron a llamar de ese modo y habrá pasado  de boca en boca hasta nosotros. El hecho es que este hombre era muy duro y estricto, y nadie se atrevía a rechistarle nada, pero eso no significaba que no fuera objeto de burlas. De hecho creo que es el que más insultos recibe, salvo por Lucía, esa sí que no decía nada.
Sara salió al pasillo y vio a tres compañeras suyas hablando sobre un tema que parecía interesante. Alguna palabra suelta podía escuchar, pero no gran cosa. De repente oyó que alguien la llamaba, se giró y allí estaban ellas; sus amigas, sus compañeras de llantos, sus hermanas…
-          Tía que no te he visto el pelo desde inglés.
-          Ya lo sé. He estado un poco ocupada.
-          O eso, o que no quieres vernos
-          ¿Pero cómo puedes decir eso Pilar?
Ellas eran sus mejores amigas, las personas en las que más confía. Ellas eran Pilar, Paula, Diana y Sara, un grupo de cuatro chicas muy peculiares que se contaban absolutamente todo, o casi todo…
-          Sabes que era broma Sarita mía
-          Eres tontísima tía.
-          Pero me quieres.
-          Demasiado.
Las dos amigas se abrazaron.
-          Bueno, ¿has pensado lo de este viernes? –Intervino Diana que parecía un poco molesta por no haber recibido otro abrazo.
-          Algo he podido pensar, pero me sigue pareciendo un poco arriesgado.
-          Tú siempre tan sosa. –Dijo Paula en tono de burla.
-          No seas mala que ya sabes lo que pienso de hacer botellón con éstos, ¿O es que ya no recuerdas lo que pasó la última vez que bebí un poco más de la cuenta?
-          Claro que lo recuerdo, pero solo fue una vez.
-          Pues para mí eso ya me marcó mucho.
-          No te preocupes seguro que ya ni lo recuerda. – Dijo Pilar consolando a Sara que parecía un poco triste al haber revivido ese suceso que marcó su vida, quizás para las demás sólo les pareció las confesiones de una tonta enamorada, pero para ella fue mucho más que eso… y es que esas palabras todavía le están pasando factura:

Zaragoza, 5 de marzo a las 17:50…
Hoy es el día, su día, el día tan esperado para Sara por fin ha llegado y es que hoy va a hacer algo que nunca pensó que se atrevería a hacer, hoy va a decirle todo lo que siente, todo lo que se lleva callando durante este tiempo y que nunca quiso confesar.
Tiene miedo, y es normal, al fin y al cabo, aunque sus amigas le repitan todo el rato que él también le quiere, no puede evitar tener esas dudas que no paran de atormentarle siempre.
Va muy mona, lleva una camiseta ajustada a rayas blancas y verdes que deja una parte de su canalillo visible, unos pantalones cortos vaqueros y unas zapatillas deportivas ideales para el conjunto que lleva. El pelo, después de mucho pensar en cómo llevarlo, ha decidido planchárselo y la verdad es que le queda genial.
Está perfecta, yo diría irresistible para cualquier chico y eso ella lo sabe.
Se vuelve a mirar al espejo por cuarta vez y sonríe al comprobar que está genial. Mira su móvil para saber qué hora es. Son las 17:50, eso quiere decir que tiene el tiempo justo para salir de casa y quedar con Pilar, aunque cree que tendrá que correr, pues no le va a dar tiempo.
Coge un bolso y rápidamente mete un monedero con dinero dentro, un pequeño neceser dónde guarda el rímel y la raya por si ocurre un accidente y también un par de pañuelos, nunca se sabe si el destino va a aprobar su relación. Por último mira el móvil por si le ha llegado algún mensaje y comprueba que no. Agarra las llaves y abre poco a poco la puerta, rápidamente baja las escaleras que hay desde su piso hasta la puerta de la calle y seguidamente sale fuera. Se dirige hacia la parada que hay enfrente de una tienda de frutos secos  y se detiene. Mira otra vez el móvil, son las 17:56, faltan cuatro minutos y otra vez va a llegar tarde.
Ve llegar el bus a lo lejos y parece que vuelve a tener la esperanza de llegar puntual a su quedada.  No quiere que todos piensen que es una tardona, y mucho menos hoy, que por fin le va confesar su amor a ese chico que cada vez que le mira el tiempo para ella no existe, se esfuma, se para.
Sube al bus rápidamente, paga su billete con unas monedas, ya que con las prisas se le ha olvidado la tarjeta del bus, y se sienta al final, junto a un chico que parece muy reservado.
Sara le saluda, pero éste no contesta. La chica, un poco molesta, vuelve a mirar el móvil; las 17: 59, no llega ni de broma, así que decide llamar a su amiga. Ella podrá echarle un cable y hacer que no quede mal. Abre la agenda, teclea “Pilar” e inmediatamente aparecen tres números. Escoge el segundo, el cual tiene una foto de ella y su amiga. Esa foto le trae muchos recuerdos. Se la hicieron en verano, cuándo se fueron juntas al pueblo de Sara, se lo pasaron genial y en ese día descubrieron que eran muy buenas amigas y que podían confiar la una en la otra.
Pasaron varios segundos hasta que Pilar contestó, cuándo lo hizo, Sara se tranquilizó bastante:
-          ¡Sara! ¿dónde estás? Ya estamos todos aquí, solo faltas tú.
-          Me he entretenido decidiendo que ponerme, ya sabes que hoy necesito estar perfecta.
-          Lo sé, pero tendrías que haberlo decidido antes. Ha preguntado por ti.
-          ¿En serio? ¿Y qué te ha dicho?
-          Pues que si faltaba mucho para que vinieras y que necesita hablar contigo.
-          ¿Quiere hablar conmigo? ¿Y sabes para qué?
-          No, eso ya no lo sé. Pero parecía bastante serio, igual también te lo quiere pedir.
-          Ojalá. ¿Lo tenéis todo preparado?
-          Pues claro, ya está todo comprado. Está todo perfecto.
-          Genial. Va a ser la mejor Cinco marzada de la historia.
-          ¿María no vendrá no?
-          No creo, desde que discutieron ya no quiere saber nada del grupo.
-          Mejor, hoy Diana quiere olvidar todo y no quiere nada de peleas.
-          Si, ya hablaran mejor otro día.
-          Bueno te tengo que dejar que éstos necesitan mi ayuda, un besito bonita y ven pronto. Te quiero.
-          Adiós bonita, y por favor pon una excusa para justificar mi retraso.
-          Tranquila ya me inventaré algo.
-          Gracias Pilar. Te quiero.
-          Te quiero.
Colgó, bloqueó el móvil y lo metió en el bolso. Una vez hecho todo, se quedó pensativa. Recordó esas frases que su amiga le dijo; “Igual también te lo quiere pedir”. Sonrió un poco al pensar en eso, la verdad es que le encantaría que se atreviese a pedirle salir con ella. Lo quiere  mucho, y algo en ella le dice que también él siente lo mismo.
A los pocos segundos, se giró otra vez hacia el chico ese tan extraño que estaba sentado a su lado. Parecía triste, con la mirada perdida y el pelo desaliñado. Volvió a saludarle, pero esta vez sí que recibe respuesta. Sara intenta animarle un poco y decide presentarse:
-          Soy Sara ¿y tú?
-          Yo soy Pablo.
-          ¿Te pasa algo?
-          ¿Acaso te importa mucho?
-          Bueno, simplemente quería saber si te encontrabas bien.
-          Pues no. Ala ya tienes tu respuesta.
-          Lo siento si te he molestado.
Esta vez el chico decide no contestar, quizás por el miedo a ser demasiado brusco con ella otra vez, esa chica tan guapa no tiene la culpa de lo que le pasa, la acaba de conocer y parece bastante simpática. Tal vez, en otras circunstancias se hubiera interesado un poco más en ella.
Unos segundos después el chico parece sentirse un poco culpable y decide seguir con la conversación.
-          Perdona, no era mi intención contestarte tan bruscamente, no he tenido una buena semana y quizás lo he pagado contigo que ni siquiera te conozco.
-          No importa, tampoco me has contestado tan mal, es normal que no me lo quieras contar, al fin y al cabo no nos conocemos de nada.
-          Ya
Los dos rieron al unísono. El chico parecía alegrar un poco su cara. Ella no dejaba de preguntarse qué le podía suceder. Cierto que parecía un poco solitario y quizás un aburrido, pero tenía un encanto personal que no sabría explicarlo, solo sabía que tenía ganas de seguir hablando con él y ¿por qué no?, también de conocerse.
-          Yo voy a ir al parque Tío Jorge, por la Cincomarzada, ¿tú también vas?
-          No, no tengo ganas de fiesta.
-          ¡Pero es la Cincomarzada!
-          Lo sé, pero no quiero, no me apetece ver a personas sonriendo y siendo felices cuando yo estoy así, no me agrada ver que los demás son inmunes al dolor y que yo no paro de pensar en todo eso. –el chico se quedó callado. Se arrepentía de su tono tan malsonante,- Perdona, he vuelto a contestarte mal, ceo que sería mejor que no siguiéramos hablando, así al menos no te contesto mal.
-          No te preocupes, todos tenemos un mal día. Oye, sé que no nos conocemos de nada y que esto te va a parecer una locura pero ¿por qué no te vienes conmigo y con unos amigos al parque? Lo pasaremos muy bien y pase lo que te pase, seguro que al menos lo olvidas un poco.
-          ¿Contigo? ¿al parque?, no sé, ya te he dicho que no me apetecía.
-          ¡Será divertido!
-          ¿Y por qué te interesas tanto por mí?
-          No sabría explicártelo, quizás es que me apetezca ser tu amiga, o tal vez que me sienta identificada contigo.
-          ¿Tú también lo estás pasando mal?
-          Ahora no, pero hubo una época que más o menos me sentía igual que tú.
-          Me reconforta saber que no soy el único que sólo recibe de la vida palos.
-          ¿Y entonces? ¿Te apuntas?
-          Bueno, pero no creo que me quede mucho.
-          Sé que te divertirás.

-          Eso espero.

1 comentario:

  1. Cielooo! Me encantaaa! Sigue enamorándonos con tu don hacia las palabras, no cambies nunca y ámate a ti misma tal y como eres porque eres preciosa. te quiere tu 26'.

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