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sábado, 16 de noviembre de 2013

Capítulo 27

Zaragoza, 18 de abril a las 10:45…

<<Hola mi querido príncipe. ¿Qué hay de nuevo? Supongo que todo te irá bien, al contrario que a mí. No he dejado de pensar en ti ni un micro segundo.  Estás aquí, a mi lado, sentado junto a mí, lo noto y sin embargo estás lejos; lejos de ser lo que quiero que seas conmigo, lejos de ser ese valiente príncipe azul que me protege de cualquier tirano; en este caso de la realidad. Maldeciré todos esos momentos que no los compartas conmigo y rezaré porque algún día tú y yo formemos una historia, una en la que el “fueron felices y comieron perdices” signifique que jamás se acabará. Pero es inútil, yo siempre seré la que no pueda vivir sin ti y tú el que lo haga sin mí…>>

-          ¿Alguien tiene alguna duda?-se gira hacia el resto de la clase y observa las caras de aburrimiento que tienen sus alumnos.-Perfecto, entonces seguiré con más ejemplos.-Los alumnos protestan y miran la hora. Unos deciden abandonar la explicación para centrarse en algún tipo de chiste que ha contado alguno, otros directamente lanzan papelitos a diestro y siniestro para gastar bromas, las chicas comentan sobre los chicos más guapos de su instituto (incluido el que vino nuevo hace un mes), pero hay una chica que no le apetece cotillear sobre nada. Normalmente se hubiera unido por no quedarse sola, pero hoy no tiene ganas de aguantar como piropean al chico del que está profundamente enamorada y que jamás será suyo.
Le mira de reojo cada vez que puede. Es uno de los pocos que están atendiendo a “la Hitler”. En otras circunstancias quizás ella también, pero hoy no. Hoy no es día para escuchar a nadie.
Es tercera hora ya y sin embargo no ha cruzado palabra con Nacho. El chico ha intentado iniciar conversación, pero ella no estaba por la labor. A él también le preocupa que le pase algo, se imagina lo que le ocurre; quizás no fue buena idea quedarse con Pilar y los demás.
Diana finge coger algo de la mochila para mirarle ese perfil tan hermoso que tiene. Se emboba por unos segundos y regresa a su posición inicial. Nacho se ha dado cuenta de su pequeña estrategia, así que decide volverle a hablar:
-          ¿Cuánto falta para el recreo?- se gira hacia ella y la observa detenidamente. Está guapísima; como siempre, aunque el pelo lo tenga un poco despeinado y las ojeras bastante marcadas. No hay duda de que Diana, esté como esté; siempre será guapa.
-          ¿No llevas reloj?-señala el reloj de pulsera que lleva en la mano izquierda. Fin del plan. Le ha descubierto.
-          Sí, pero quería hablar contigo. Como esas veces que tú me preguntas la hora siendo que también llevas reloj.-sonríe con un tono burlón.
-          Pues hoy no me apetece hablar, así que déjame en paz.-contesta tajante. Todavía no sabe porque le ha respondido de esa manera, pero no lo ha podido evitar.
-          Diana-le coge del brazo y le mira fijamente a los ojos- ¿te pasa algo?
-          No.-quita el brazo y le indica que calle. Él no se quiere dar por vencido.
-          Si es algo que he hecho y te ha molestado, perdóname por favor. No quiero que estés mal, eres una buena amiga.
-          <<Amiga… interesante palabra para definir que jamás seré algo más para ti>> Que no es nada nacho. Déjame.
-          Está bien, pero si necesitas algo, cualquier cosa, no dudes en pedírmelo.-Diana afirma con seriedad mientras Nacho se coloca bien otra vez.
Quedan cinco minutos para que la clase acabe. Los alumnos se van preparando para el sonido de la campana que anunciará la libertad durante 30 minutos. Los chicos siguen riéndose a la par que recogen sus apuntes. Las chicas siguen chismorreando sobre quién está más bueno. Nacho sigue tomando apuntes y Diana sigue pensando en esa breve descripción que le ha dado el chico de sus sueños, sobre lo que son en realidad… nada más que una triste amiga para él.


domingo, 10 de noviembre de 2013

Capítulo 26

Zaragoza, 18 de abril a las 7:45…
<< Hola mi príncipe. He vuelto a soñar contigo. Sigues igual de precioso que siempre. Me estoy acostumbrando a que aparezcas en mis sueños, en esos en los que te paseas desplegando tu aroma que me vuelve loca. Tengo miedo de que algún día te des cuenta de que no te merezco, de que eres demasiado perfecto para mí, a pesar de que te empeñas en que no lo eres. Contigo soy otra persona distinta. Contigo soy yo misma. Tú me haces especial y sólo tú haces que me sienta única  en un mundo donde todos somos iguales. >>

-          Cariño, ¿Has hecho la cama ya?-pregunta a lo lejos.
-          Sí mamá. Hace unos minutos. Ahora estoy desayunando.-coge una galleta y le pega un bocado. Hoy ha dormido muy bien. Ha soñado otra vez con él. Le decía que le quería y que la necesitaba. Ella simplemente sonreía, como siempre cuándo él le habla.
-          Pues termina ya y ve a cambiarte. A este paso vas a llegar tarde.-Entra al salón y le mira fijamente. La chica parece que está en otro mundo. No le contesta. Se le ve rara.- ¿Estás bien?-Pilar vuelve a la realidad al percatarse de la presencia de su madre.
-          Perdón mamá. Estaba dormida.-miente. En realidad estaba soñando, pero despierta.
-          Eso espero. –hace una breve pausa. –y ahora vete a cambiar o sino no llegarás a tiempo.-le hace una señal.
-          Ok mamá. –Pilar se levanta de la silla y se dirige hacia su habitación. Se tumba en la cama recién hecha y piensa nuevamente en él. Recuerda el encuentro de ayer, las últimas palabras que se dijeron, las miradas que se dedicaron el uno al otro y no puede evitar suspirar al aire.
Abre el armario y escoge una camiseta sencilla y unos pantalones vaqueros largos. Se desnuda y se coloca bien la ropa elegida. Seguidamente abre la mochila y pone los libros de las asignaturas que le tocan hoy. No le gusta mucho el horario de este día, pero al menos ya es viernes y lo mejor es que esta tarde; ella, su grupo y por supuesto él; se van de fiesta. Tiene ganas de ir ya, de poder bailar con él, en la oscuridad de la disco, dónde cualquier cosa podría pasar.
Sonríe al imaginarse con él bailando agarrados. En su cabeza suena una de esas canciones propias de fiesta, que acompaña cada movimiento que entrelazan poco a poco sus cuerpos.
Su madre entra en su habitación, la observa detenidamente y se preocupa una vez más.
-          ¡Pilar! ¿¡en qué estás pensando!?-la coge del brazo y la gira hacia ella. Pilar se sobresalta y se vuelve bruscamente.
-          Perdona, tengo todavía mucho sueño mamá.-miente.
-          No creo que sea solo sueño. Algo más hay por tu cabeza.-le mira con preocupación.
-          No mamá.-niega con la cabeza. Es la verdad.-guarda silencio durante unos segundos.- Bueno me voy a ir yendo que si no llegaré tarde, como tú dices.- Cierra la mochila, coge el almuerzo, agarra las llaves y el móvil y se dirige rápidamente hacia la calle, seguida bajo la mirada de preocupación de una madre que nota como su hija está entrando en otros mundos de amor y chicos…

Zaragoza 18 de abril a las 8:00…
<<Has vuelto a aparecer otra vez. Te estás convirtiendo en una obsesión; en mi dulce obsesión. Cada día pienso más y más en ti. No puedo evitarlo. Soy dependiente de ti, de tus miradas, de tus respuestas, de tus “te quiero”, de tus besos… Eres mi droga, mi eterno veneno. Tu amor me envenena. Hace que no sea yo. Soy capaz de cometer la mayor locura a tu lado y sin embargo no me importa. Solo quiero estar junto a ti y si para ello tengo que hacer alguna tontería, da por hecho que lo hare…>>

-          <<Maldito despertador>>- otra vez le ha vuelto a fallar.
Se levanta de la cama rápidamente, recorre todo el pasillo en busca del baño. Entra, se asea y vuelve a su habitación. Hace la cama de malas maneras. Abre el armario y se pone lo primero que pilla. Mira el reloj; las ocho y cinco. Esta vez no llega ni de broma. Está harta de llegar siempre tarde y es que ayer le costó bastante conciliar el sueño. Estuvo toda la noche pensando en él; como de costumbre.
Se mira al espejo que hay al lado de su armario, se peina y va hacia la cocina. No tiene mucha hambre, así que decide no coger nada. Va al salón, dónde encuentra una nota de su madre. Le dice que ha tenido que entrar hoy muy pronto y que ayer llegó tarde a causa de un trabajo de última hora. La lee por encima y la deposita en el lugar dónde la encontró. Coge las llaves y se marcha velozmente hacia la calle.
Ojea a la gente que se encuentra fuera; varios escolares que llegan tarde como ella, algunos adultos dispuestos a empezar su jornada laboral, unos pocos ancianos sentados en los bancos y unos conductores conduciendo a la velocidad del viento.
Ella hace lo mismo. Corre calle abajo. Se salta los semáforos en rojo. Saluda a algunos conocidos que se encuentra por la calle. Gira hacia la derecha unas cuantas veces y de repente algo le hace parar en seco, algo llamado Lucas.
-          Sabía que llegarías tarde.-le mira sonriéndole con desdén. Ella se limita a asentir y callar. No tiene muy claro por qué está aquí, pero no puede evitar apartarle la mirada al recordar lo que estuvo a punto de pasar ayer.- ¿No me vas a saludar?
-          ¿Me estabas esperando?-le pregunta con ironía. No entiende por qué él está tan tranquilo después de todo. Ayer ella casi no pudo pegar ojo y sin embargo el parece más que calmado. Le da rabia volver a caer en la misma trampa que siempre; dejarse embaucar por él.
-          Claro. ¿Te crees que no iba a hablar contigo sobre lo que de ayer?-le mira con una mirada tan penetrante que hace que los colores de la chica se suban.
-          ¿Y qué me vas a decir? ¿Qué lamentas mucho que Begoña nos interrumpiera? ¿O quizás fue todo esto también una artimaña para dejarme otra vez como una estúpida? Porque yo ya no sé ni qué pensar. Cada vez queda más claro que soy una idiota por seguirte el juego, ese juego que lleva en nuestras vidas demasiado tiempo y seguramente siga así hasta que me quede la suficiente memoria como para recordarlo.-mira el reloj. Llega tarde, pero sus piernas no responden; están inmóviles. Necesitan algo que las haga responder, algo como él…
-          Sabes perfectamente todo lo que siento por ti. No puedo mostrártelo mejor de lo que te lo mostré ayer. Sé que me necesitas, al igual que yo te necesito a ti.-la coge del brazo y le acerca hacia él. Los centímetros que los separaban se han convertido en milímetros. Los dos oyen el latido de los corazones; laten al mismo ritmo. No escuchan nada más. El mundo ha dejado de existir en el momento en que él le ha acercado a su cuerpo; ese cuerpo con el que sueña acariciar el resto de su vida.
-          Nunca dejarás de hacerme sentir tan vulnerable.-le brillan los ojos.
-          Nunca dejarás de embelesarme con tus labios.-le arde la mirada.
-          No podemos hacerlo Lucas. No quiero volver a caer.-baja la mirada intentando separarse de él, pero no puede.
-          Hemos caído en el momento en que nos vimos aquella vez. Desde entonces tenemos la necesidad de caer una y otra vez hasta que por fin seamos uno. Te quiero Sara. Te quiero desde el primer día que te vi y eso nadie lo podrá cambiar. Si supieras todo lo que he hecho para que puedas ser feliz… pero me resignaré a estos momentos a tu lado, en los cuales tú y yo seamos los únicos protagonistas, los personajes de nuestra historia, una que no tuvo principio, una que empezó de la nada y jamás acabará; nuestra historia sin título…- y sin más preámbulos, el chico le besa bajo esa brisa mañanera propia de finales de abril.
Los pájaros cantan, los coches pitan, los niños gritan; pero ellos no los oyen. Ellos están sordos para el resto del mundo. Ellos solo se escuchan el uno al otro. Ellos disfrutan de ese beso, el cual les pasará más de una factura…
-          ¡Eh tú, aparta de mi novio cacho zorra!-coge del brazo a la chica y la empuja contra el suelo.-Sabía que me mentías cuándo decías que ya no sentías nada por ella.-mira a Lucas con mirada desafiante.
-          ¡¡Begoña!! ¿Qué haces aquí?-pregunta con la cara desconcertada y muriéndose de vergüenza. No quiere que Sara salga perjudicada por esto. Ha sido culpa suya. Begoña es muy peligrosa.
-          ¿¡¡Que Qué hago yo aquí!!?? ¡¡Será que qué haces tú aquí!! Y con esta guarra que lo único que ha querido es quitarme a mi novio.-señala a la joven que todavía sigue en el suelo inmovilizada. No se puede creer que otra vez haya aparecido en el momento más inoportuno. Parece sacado de una novela.- Se puede saber que miras.-se acerca hacia Sara.-Si tú, la que se ha liado con ¡mi novio!, que narices te crees que haces metiéndote en medio de nuestra relación. Sabía desde el primer momento que eras un mal bicho, que no pararías hasta hacerlo tuyo. Más te vale correr y lárgate. Pero antes recuerda; la próxima vez no será una simple amenaza, eso está claro.

Sara se levanta de inmediato. Les mira una última vez y se adentra en el instituto dejando atrás al chico con el que desearía pasar el resto de su vida; en manos de una loca desenfrenada…

viernes, 1 de noviembre de 2013

Capítulo 25

Zaragoza, 17 de abril a las 23:47…
Ya son cerca de las doce pero todavía no tiene ganas de dormir. Lleva toda la noche dándole vueltas a un único pensamiento; él. Ha tenido que discutir otra vez con su madre. Afortunadamente no se ha dado cuenta de su pequeña desaparición, pero en cuanto la ha vuelto a ver, a los pocos segundos estaban ya de gresca otra vez. No quiere volverle a ver hoy al menos por esa noche. Esta vez necesita estar sola con sus pensamientos. La idea de que el amor que ella siente hacia él, no sea el mismo que el que pueda sentir el susodicho, hace que su corazón se encoja hasta tal punto de dejar de latir.
No ha hablado con mucha gente por mensaje, tampoco le apetecía. Ha apagado el móvil hace unas horas. Hoy no quería escuchar a nadie. Mañana; antes de ir al colegio, leerá esas conversaciones que se está perdiendo en este momento. Pero ahora no quiere, ahora necesita sentirse lejos de la realidad, lejos de esta pesadilla; de esta asquerosa pesadilla que es la vida. Le duele que Nacho pueda sentir algo por Pilar. Le duele que la mire de esa manera y a ella no. Le duele que la acaricie con esa suavidad y a ella no. Le duele que le dedique cientos de sonrisas suyas y a ella no. Le duele no ser ella la que reina en su corazón. Definitivamente, le duele que Nacho no sea suyo.
En ese momento odia con todas su fuerzas a Pilar, a esa amiga que siempre le ha ayudado y apoyado cuando necesitaba cualquier cosa, a esa chica que siempre ha estado a su lado, sobre todo después de lo que pasó con María. Sin embargo, todo ese cariño se difumina en lo más profundo de su corazón y es sustituido por una envidia matadora. La detesta. Odia esos ojos que  embelesaron a Nacho, odia esa sonrisa que le enamoró, odia esa melena que le cegó, odia esos labios que le tientan, odia esa asquerosa perfección que posee y ella no.
Los celos se apoderan de ella. No deja que ese cariño que siempre ha tenido por Pilar gane la batalla. Los ojos se le nublan, la mirada de tristeza desaparece y es sustituida por la mirada propia del mismo diablo. Le arden las manos. Tiene ganas de aporrear algo y lo único que encuentra a su alcance es una almohada de color rojo; el que representa al amor. Las mejillas se le enrojecen, las orejas le queman, los ojos parecen llamas marrones que aumentan cuanto más piensa en esa chica que enamoró al hombre de sus sueños.
No puede más. Está harta de todo. Coge el cojín y lo tira fuera de la cama. Le da varios puñetazos hasta que visualiza varias hojas en las que está escrito ese nombre, que desde el primer día que lo oyó de sus labios; le hipnotizó.  Las mira decisiva. No sabe muy bien si hacerlo o no, pero ahora mismo, el mal de amores gana la batalla y eso la hace muy peligrosa. Las rompe en pedazos, sin ningún miramiento. Los tira al suelo como si de confetis se trataran. Los pisa para asegurarse de que nunca más se volverán a unir, y de este modo no verá su nombre.
Sigue enfadada. No se ha desahogado del todo. Necesita gritar, pero sus padres están durmiendo y no quiere despertarlos, porque eso significaría tenerlos que ver otra vez.
Abre la ventana con todas sus fuerzas y chilla. Chilla de rabia, de celos, de envidia, de amor, de tristeza, de desamor…
Después de gritar, se queda en silencio. No le quedan fuerzas. Está sola. No hay nadie en la calle que la pueda ver y eso en el fondo le duele. Algo en su interior necesita que la escuchen, pero no es el momento.

Ya son las doce y diez pasadas. Tiene sueño y hoy ha sido un día muy largo. Recoge los papeles que tirado a causa de su enfado, coloca el cojín medio rasgado en la silla de su escritorio, abre las sábanas de la cama y se tumba. Apaga la luz pero no cierra los ojos. La oscuridad reina en su cuarto, al igual que en su corazón. Aquella chica sonriente y picarona está desapareciendo. Ya no queda rastro de lo que fue. Ahora es otra persona completamente distinta y lo malo es que esto aumenta cada vez que se va dando cuenta de lo dura que puede llegar a ser la vida…