Zaragoza, 18 de abril a las 22:00…
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Parece que han dejado sola a Sara.-comenta uno
de los del grupo que está con Lucas.
-
O tal vez no.-se ríe al observar cómo se acerca
un chico hacia ella. Los otros chicos miran a Lucas esperando algún tipo de
respuesta. Él prefiere ignorarles.
Los demás continúan hablando sobre alguna
otra chica que pasa delante suyo.
Lucas no puede dejar de mirarla. Está
preciosa, mucho más que aquella vez; aquel cinco de marzo en el que empezó toda
esta historia.
Ese cuerpo que sube y baja al ritmo de la
música está pidiendo a gritos sus caricias. Necesita sentirla entre sus brazos.
Necesita que los milímetros dejen de existir entre ellos. Necesita acariciar
cada parte de su cuerpo sin ningún reparo. Necesita que sean uno.
Observa cada movimiento que hace, cada
sonrisa que al otro chico le regala, cada mirada de efusividad que aparece en
sus ojos, cada roce entre sus labios…
No puede aguantar. Algo en él le ordena que
vaya en su búsqueda. Se pone de pie decisivo y marcha hacia ella. Sus amigos le
miran incrédulos; no parece él. Es como si no tuviera control sobre sí mismo.
Lucas da pasos con más fuerza. La gente que
hay entre él y Sara se aparta, pero el chico que acompaña a la susodicha no.
Lucas le mira con odio y le aparta bruscamente de ella. Él da un respingo
dispuesto a pegarle. La chica se sobresalta y enseguida lo aparta de él.
-
¡Cómo te vuelva a ver cerca de ella te parto las
piernas!-le grita fuera de sí al otro.
-
¿Pero de qué vas? Yo haré lo que me pida ella y
la chica no me ha puesto ningún impedimento.-le mira a Sara con mirada
juguetona. Lucas se gira hacia ella, pero no dice nada.
Está muy enfadado pero no lo va a pagar con
ella. En el fondo se merece todo esto. Aprieta fuertemente el puño y lo levanta
chocando “casualmente” con la cara del otro chico provocándole una hemorragia
nasal.
-
¿Te lo tengo que repetir otra vez o te ha
quedado claro?- levanta el puño otra vez como amenaza. Sara se ha quedado
atónita y enseguida va a socorrer al otro chico. Las demás personas que han
visto la pelea hacen un corro. Algunas ofrecen pañuelos al chico herido y las
otras se limitan a comentar lo que ha sucedido.
-
¡Te vas a enterar de lo que es bueno!-aparta a
los demás bruscamente y le pega una patada a Lucas en la espinilla. Cuando éste
se agacha preso del dolor, el otro aprovecha y le da con el codo en su espalda
haciendo que Lucas quede en el suelo.
Sara no sabe qué hacer. Se siente
responsable de que ellos dos se estén peleando.
Lucas no puede casi moverse. Le ha dejado
casi tocado y hundido. Abre y cierra los ojos rápidamente y ve al otro
regodeándose al lado de ella; le coge de
la cintura y le susurra algo que hace abrumar a Sara. Ella se limita a sonreír.
Esa sonrisa que no es para él, esa atención
que no se está llevando él, esa felicidad que él no ha provocado, esa mirada
que no ha sido hacia el chico que ahora mismo sería capaz de hacer la mayor
locura solo por oír nuevamente su voz; hace que Lucas se levante y velozmente
vuelva a pegarle otro puñetazo al otro chico.
La sorpresa le deja inmóvil, en el suelo.
Lucas no se detiene. Está furioso y fuera de sí. Le pega patadas por todo el
cuerpo y no para a pesar de las súplicas que Sara le hace.
Un camarero que ha oído algunos comentarios
de los otros jóvenes se acerca y separa a Lucas del chico que ahora está
tumbado y casi sin vida. Ayuda al otro a
ponerse en pie y le acompaña a un asiento mientras señala a Lucas la salida.
Otros camareros piden que hagan como que no ha pasado nada y que siga la
fiesta.
Los otros miembros del grupo parecen no
haberse enterado, pues la disco es bastante grande y están demasiado ocupados
en sus cosas.
Lucas aprieta los puños con fuerza, todavía
siente rabia en su cuerpo. Sara observa cómo se llevan al otro chico. Está
bastante grave. Baja la cabeza al suelo y corre hacia el baño. No quiere seguir
ahí.
Lucas le sigue, no va a dejarla así. Se ha
enfrentado a ese tío solamente por ella. Ha sido la primera pelea que ha tenido
en su vida y no estaba planeada. Se siente extraño. No puede creerse que haya
sido capaz de enfrentarse a alguien tan solo porque estaba con Sara, pero es
que ella es la única que consigue sacar lo mejor y peor de él al mismo tiempo.
Por ella haría cualquier cosa, hasta pelearse con un tío que no conoce de nada
y si hace falta, dejarlo inmóvil.
Abre bruscamente la puerta sin importarle
que sea el aseo de las mujeres. Todavía se puede oír la música que pincha el dj
perfectamente
Sara se gira y le mira fijamente. Quizás
sea la mirada más penetrante que le haya dado nunca. Sabe que no debe quererle, que tiene que
olvidarle. Sabe que le quiere, que está celoso. Sabe que esto no es amor, que
es obsesión. Sabe que le necesita, que sin él no puede ser ella. Sabe lo que va
a ocurrir y sin embargo no le importa.
Lentamente se van acercando el uno al otro
hasta que sus cuerpos los separan unos escasos centímetros. Él le mira con
deseo. Ella le mira con emoción. El chico le acaricia la boca mientras ella
cierra los ojos y se deja llevar. Los dedos bajan suavemente por cada contorno
de su piel hasta llegar al pecho. Lo toca superficialmente, pero lo suficiente
como para excitarse aún más. Esas caricias despiertan algo en ella. Sus manos
se deslizan por la espalda del chico pidiéndole que se quite la camiseta. Él le
complace y la tira al suelo. Su torso está desnudo. Pueden verse unos músculos
definidos a causa de unos meses de gimnasio. Ella lo mira con admiración al
mismo tiempo que lo acaricia. Se relame los labios al pensar que puede ser suyo
aunque sólo sea una noche.
La música parece ser el único testigo de
esos sentimientos que están a punto de manifestarse. Ellos solo pueden oír las
notas de la canción “Hurricane” de Antonia.
Sara canta cada nota a la vez que toca cada
parte de él. Él la coge en brazos y se detiene. Sus cabezas no dejan de repetir
una y otra vez que se dejen llevar. Sus deseos más ocultos se incrementan cada
vez que el otro le acaricia.
-
Hazlo.-le pide Sara.- Hazlo ya.
Él la mira. Nota como los sudores se
apoderan de él. Siente cómo sus instintos primarios ganan la batalla. Ya no es
Lucas, ahora es otro.
Se acerca a su boca. Oye claramente los
latidos de su corazón. Le ordenan que lo haga ya, que acabe con esta historia,
que ejecute lo que tanto tiempo llevan evitando.
Finalmente es ella la que lo hace presa del
deseo. Sus labios se fusionan en un beso interminable. Las ropas vuelan por la
habitación hasta quedar el uno en contacto con el otro. Están emocionados, pues
nunca habían estado tan cerca. Él la postra contra la pared al mismo tiempo que
sus brazos están bajo sus piernas. Su boca se desliza por cada poro de su piel.
Una vez más han vuelto a caer. La música
les acompaña a cada rozamiento entre sus cuerpos. Ella es el único testigo de
su amor prohibido, un amor que desde el principio de esta historia les volvió
locos, dependientes el uno del otro. Después de muchos suspiros, de todos los
deseos escondidos bajo una sonrisa serena, de todas las miradas de reojo que
siempre recibían, de todos los “te quiero” que en silencio callaron, de todas
las caricias que les hacían sacar la parte más peligrosa de cada uno, de todas
las noches que pasaron mirando al cielo pero en lugares distintos, después de
todo; por fin han consumado ese amor; la historia de un gran amor reflejado en
un instante de felicidad.
“Our love is like a hurricane, got
it swirling round in my brain. Feels like every day’s a Saturday. Right now I
need a simple day. Cause love is like a hurricane. Call me up and just stop
this feeling. I’ll fight for you every single day. Our love is like a
hurricane”
<< Nuestro amor es como un huracán. Una
bomba atómica capaz de explotar cuándo estamos juntos. Somos fuego cuándo
estamos en contacto. Somos ira cuándo nos encontramos lejos. Somos deseo cuándo
nos acariciamos. Somos furia cuándo no somos protagonistas de la sonrisa del
otro. Somos anhelo cuándo no nos hablamos. Somos felicidad en estado puro
cuándo nos miramos. Somos excitación cuándo nos besamos. Somos todo y nada al
mismo tiempo>>
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