Zaragoza, 18 de abril a las 23:15…
-
¿No está un poco alta la música?-le grita Nacho
a Pilar.
-
Pues claro, estamos en una discoteca. ¿Cómo
quieres que esté la música?-se ríe la chica.
-
Podrían ponerla más baja.-le hace una mueca.
-
¡Mira que eres clásico!-le saca la lengua.
-
Me gusta que mis tímpanos no sufran.
-
Anda cállate y vamos a bailar.-le agarra de la
mano y le lleva hasta la pista de baile. Nacho le sigue sin poner objeción.
Cada uno mira al otro fijamente. Ella le
sonríe con amor, él le mira con devoción.
De fondo se oye “I just wanna” de Voxis. La
chica empieza a saltar al ritmo de la música. Él se queda inmóvil, sin poder
mover una sola articulación de su cuerpo.
No deja de fijarse en cada movimiento que
ella hace ante él. La chica no para de bailar sensualmente para perdición de
él. Él nunca ha sido de bailar, pero algo en su interior se despierta, le pide
que baile, que se mueva sin control, que la agarre sin ningún tapujo, que
salten juntos; con sus cuerpos en contacto.
Sobran las palabras, faltan los gemidos.
Decide posar sus manos en esas caderas que
tanto le tientan. Los dos cierran los ojos al mismo tiempo, quizás para
comprobar si esto en verdad es un sueño; su sueño hecho realidad.
El corazón de Nacho comienza a latir al
mismo ritmo que las notas de esa música acompañante de todos sus movimientos. Ella
de vez en cuando le mira para comprobar que no se ha esfumado; como acostumbra
a hacer en sus fantasías.
Le sonríe pícara; esta vez es ella quien
tiene el control.
Él siente un sudor frío. Una extraña
sensación recorre todo su cuerpo. Pero le gusta, le gusta sentirse suyo, le
gusta esa chica que hasta entonces no había aparecido. Está muy sexy; demasiado
para que un hombre al contacto con su cuerpo esté en sus cabales.
Aprovecha que la chica tiene los ojos
cerrados para susurrarle al oído algo.
-
Créeme cuándo te digo que eres perfecta.-vuelve
a su posición original. Esta vez es él el que baila y ella la que permanece
inmóvil.
-
¿Por qué dices eso?-le ha extrañado lo que le ha
dicho, pero le ha encantado.-Nunca me habían dicho que era perfecta.
-
Deberían hacerlo.-le sonríe.
-
¿Por qué?-se para en seco. Ha vuelto a ser esa
niña ingenua y pequeña que era antes de comenzar la noche.
-
Porque basta un solo movimiento de tu cuerpo
para que yo pierda el control.
Le brillan los ojos a la chica. Él sigue
bailando.
-
En ese caso haré que lo pierdas del
todo.-comienza a bailar como nunca antes lo hizo. Él la contempla con deseo. Se
queda prendado de su cuerpo. Ese que desea tener entre sus brazos hasta el
final de los días.
“I just wanna hold ya. I just wanna kiss
ya. Wrap my arms around you. Cuz loving you is so true. “
-
Te echo de menos.-le susurra él.
-
¿Me echas de menos?-pregunta extrañada. Cada
frase que le dice le sorprende aún más.
-
Sí.-responde tajante él.
-
¡Pero si estoy aquí!-grita frustrante ella. Él
niega con la cabeza.
-
No me has entendido.-le mira a los ojos y le
para en seco.-Mis labios echan de menos el roce de tu cuerpo.
Y sin más preámbulos Nacho le roba ese beso
con el que ella tanto soñó.
Ella no sabe muy bien que hacer. Le encanta
el tacto de su boca. Posa sus brazos en sus hombros y se deja llevar. Los
mandos han cambiado. Ahora él tiene el control.
Los sentimientos afloran en un abrir y
cerrar de ojos. La música sigue sonando mientras ellos se funden en ese beso
interminable, por decirlo de algún modo.
Él baja suavemente las manos por su espalda
hasta llegar a su trasero. La chica siente un cosquilleo, pero no hace nada, no
se lo impide. Él la agarra fuertemente y la coge en brazos a la vez que ella se
cuelga como un mono de él.
Luego él baja sus labios por su cuello
haciendo que Pilar emita un suave gemido. Nunca se había sentido así con un
chico. Nunca había conocido a nadie como él; alguien capaz de sacar su lado más
salvaje.
-
Al fin lo hiciste. Al fin comprendiste todo lo
que sentía.
-
Lo sabía desde hace tiempo.
-
¿Y por qué no lo hiciste antes?
-
Porque quería hacerlo como un sueño; algo
mágico. Quería que no pareciera del todo real, porque así es como te siento
cuándo te miro; perfectamente irreal.
Zaragoza, 18 de abril a las 23:45…
¿Está viendo bien? ¿Seguro que son ellos?
No. Por favor él no. Se frota los ojos por quinta vez y se pellizca por décima
vez para corroborar que todo esto no es sueño o mejor dicho una pesadilla.
Parece que no lo es.
<< ¿Por qué a ella? ¿Por qué la tiene
que querer a ella? Yo le conocí antes; tengo preferencia. >>
Se siente impotente. Sabía que esto ocurriría tarde o temprano
pero empezaba a tener la esperanza de que hoy al final no lo hicieran. No ha
podido hablar con él en toda la noche, más bien no ha hablado con casi nadie en
toda la noche. Ha estado sola casi todo el tiempo. No quería aguantar las
estúpidas vidas felices de los demás, ni siquiera la de él.
Pero ahora lo ha visto claramente, ha visto
esa mirada en sus ojos que nunca tuvo con ella. La quiere, de una forma que
nunca podrá querer a ella.
Baja la vista al suelo y nota como la
primera lágrima cae de sus ojos. Siente un pinchazo en el corazón que le obliga
a caer rendida al suelo. Se tapa la cara con las manos; aquellas que un día
lograron alcanzar su piel.
Empieza a notar cómo el aire no puede
entrar en sus pulmones. Las lágrimas tapan todos los orificios de salida.
La
gente que hay a su alrededor la mira sin mucho entusiasmo, cómo si ya estuvieran
acostumbrados a presenciar escenas semejantes a ésta.
Ella llora y llora. No puede evitarlo, no
quiere evitarlo. Ahora mismo le dan igual los demás, sólo quiere estar junto a
él; una vez más. La última.
En su cabeza no dejan de pasar las últimas
imágenes vistas de él. Revive ese beso que se dio con Pilar y con ella no.
Recuerda ese roce poco disimulado que entre sus cuerpos surgió. Conmemora la cogida entre sus brazos que a
ella nunca dará.
Y llora una vez más. Maldice no ser ella la
que esté entre sus brazos. La ira se apodera de su cuerpo. No hay tristeza, tan
solo rabia, dolor, destrucción, ira, desamor.
Ese sentimiento hace que se levante de
golpe. Ya no llora, tan solo mira desafiante.
Quiere ir hasta ellos, dejarle bien claro que es un auténtico estúpido
por querer a otra en lugar de a ella, pero no puede. Sus pies no le dejan
moverse en esa dirección. Algo en ella la debilita. No tiene todavía la
suficiente fuerza cómo para enfrentarse a su mirada; esa que siempre fue su
predilección. Esos ojos azules que nunca dejaran de embelesarla.
No.
No puede.
Es demasiado débil para enfrentarse a sus
ojos.
A lo lejos oye a otros tres chicos. Son su
mejor amiga, el chico con el que hace un rato acaba de mantener una
conversación un tanto inquietante y su “enemiga” por designarla con una
palabra.
Se le encienden los ojos al comprobar que
su “enemiga” es feliz. Se siente estúpida.
<<Yo soy la que debería estar riendo
no tú; zorra. Tú deberías llorar por todo lo que hiciste. Tú tendrías que estar
sufriendo mal de amores y no yo. Tú y solo tú tienes la culpa de todo. Si no te
hubieras entrometido en mi relación yo jamás me hubiera enamorado de Nacho y
ahora mismo sería feliz. ¡Qué injusta es la vida! Pero no te preocupes, yo haré
que sea justa>>
Entonces lo ve. Observa cómo vuelve a
sonreír por una tontería que ha dicho su amigo; el cual hace unos minutos acaba
de confesarle que está enamorado de ella.
Sonríe de una forma tan frívola que haría
temblar al mismísimo Conde Drácula.
Sus pies empiezan a caminar hacia ellos
tres. Las chicas no se dan cuenta pero él sí. Él ha sabido perfectamente todo
lo que su amada ha estado haciendo a cada minuto. Conoce sus llantos, sus
lágrimas, su dolor. Todo por alguien que no es él. Todo por alguien que nunca
la valorará tanto como él.
La chica se acerca lentamente. Las otras
dos siguen riendo y él la sigue con la mirada. Recorre todo su cuerpo con sus ojos.
Le tiemblan las piernas al verla a unos escasos centímetros de él. Ahora mismo
nota como si todo a su alrededor desapareciese, como si solo existieran ella y
él. Sabe que su amor no es correspondido, sabe que no le ama ni nunca lo hará,
sin embargo le da igual ya todo. Tan solo quiere rozar sus labios una vez más.
Ella llega al fin. Las otras dos siguen
riéndose como dos tontas enamoradas.
Estúpido amor que tan ciegos nos vuelve.
Somos hojas movidas por un juego; un juego llamado sus ojos.
Le mira desafiante, cómo si le estuviera
ordenando que se deje llevar. Durante unas milésimas de segundo fija su vista
en su “enemiga”. Sonríe. Sabe que en unos segundos la desarmará completamente y
se siente poderosa. Se siente fuerte.
Le vuelve a mirar al chico. Se relame la
comisura de los labios con la lengua y en ese mismo momento se abalanza hacia
él. No es un beso de amor; es de rabia, de ira, de deseo, de dolor. Ambos lo
saben.
Las otras dos chicas quedan inmóviles,
perplejas completamente. La que se encuentra en la derecha del chico no puede
ni pestañear. No se acaba de creer nada. La otra sin embargo no se sorprende
tanto, pero le duele; le duele que su mejor amiga se esté liando con el chico
que tanto quiere.
-
¡¡¡Diana!!!-grita la que está a su izquierda.- ¿Se
puede saber qué coño estás haciendo?
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