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jueves, 1 de mayo de 2014

Capítulo 37

Zaragoza, 18 de abril a las 23:15…
-          ¿No está un poco alta la música?-le grita Nacho a Pilar.
-          Pues claro, estamos en una discoteca. ¿Cómo quieres que esté la música?-se ríe la chica.
-          Podrían ponerla más baja.-le hace una mueca.
-          ¡Mira que eres clásico!-le saca la lengua.
-          Me gusta que mis tímpanos no sufran.
-          Anda cállate y vamos a bailar.-le agarra de la mano y le lleva hasta la pista de baile. Nacho le sigue sin poner objeción.
Cada uno mira al otro fijamente. Ella le sonríe con amor, él le mira con devoción.
De fondo se oye “I just wanna” de Voxis. La chica empieza a saltar al ritmo de la música. Él se queda inmóvil, sin poder mover una sola articulación de su cuerpo.
No deja de fijarse en cada movimiento que ella hace ante él. La chica no para de bailar sensualmente para perdición de él. Él nunca ha sido de bailar, pero algo en su interior se despierta, le pide que baile, que se mueva sin control, que la agarre sin ningún tapujo, que salten juntos; con sus cuerpos en contacto.
Sobran las palabras, faltan los gemidos.
Decide posar sus manos en esas caderas que tanto le tientan. Los dos cierran los ojos al mismo tiempo, quizás para comprobar si esto en verdad es un sueño; su sueño hecho realidad.
El corazón de Nacho comienza a latir al mismo ritmo que las notas de esa música acompañante de todos sus movimientos. Ella de vez en cuando le mira para comprobar que no se ha esfumado; como acostumbra a hacer en sus fantasías.
Le sonríe pícara; esta vez es ella quien tiene el control.
Él siente un sudor frío. Una extraña sensación recorre todo su cuerpo. Pero le gusta, le gusta sentirse suyo, le gusta esa chica que hasta entonces no había aparecido. Está muy sexy; demasiado para que un hombre al contacto con su cuerpo esté en sus cabales.
Aprovecha que la chica tiene los ojos cerrados para susurrarle al oído algo.
-          Créeme cuándo te digo que eres perfecta.-vuelve a su posición original. Esta vez es él el que baila y ella la que permanece inmóvil.
-          ¿Por qué dices eso?-le ha extrañado lo que le ha dicho, pero le ha encantado.-Nunca me habían dicho que era perfecta.
-          Deberían hacerlo.-le sonríe.
-          ¿Por qué?-se para en seco. Ha vuelto a ser esa niña ingenua y pequeña que era antes de comenzar la noche.
-          Porque basta un solo movimiento de tu cuerpo para que yo pierda el control.
Le brillan los ojos a la chica. Él sigue bailando.
-          En ese caso haré que lo pierdas del todo.-comienza a bailar como nunca antes lo hizo. Él la contempla con deseo. Se queda prendado de su cuerpo. Ese que desea tener entre sus brazos hasta el final de los días.

“I just wanna hold ya. I just wanna kiss ya. Wrap my arms around you. Cuz loving you is so true. “

-          Te echo de menos.-le susurra él.
-          ¿Me echas de menos?-pregunta extrañada. Cada frase que le dice le sorprende aún más.
-          Sí.-responde tajante él.
-          ¡Pero si estoy aquí!-grita frustrante ella. Él niega con la cabeza.
-          No me has entendido.-le mira a los ojos y le para en seco.-Mis labios echan de menos el roce de tu cuerpo.
Y sin más preámbulos Nacho le roba ese beso con el que ella tanto soñó.
Ella no sabe muy bien que hacer. Le encanta el tacto de su boca. Posa sus brazos en sus hombros y se deja llevar. Los mandos han cambiado. Ahora él tiene el control.
Los sentimientos afloran en un abrir y cerrar de ojos. La música sigue sonando mientras ellos se funden en ese beso interminable, por decirlo de algún modo.
Él baja suavemente las manos por su espalda hasta llegar a su trasero. La chica siente un cosquilleo, pero no hace nada, no se lo impide. Él la agarra fuertemente y la coge en brazos a la vez que ella se cuelga como un mono de él.
Luego él baja sus labios por su cuello haciendo que Pilar emita un suave gemido. Nunca se había sentido así con un chico. Nunca había conocido a nadie como él; alguien capaz de sacar su lado más salvaje.
-          Al fin lo hiciste. Al fin comprendiste todo lo que sentía.
-          Lo sabía desde hace tiempo.
-          ¿Y por qué no lo hiciste antes?
-          Porque quería hacerlo como un sueño; algo mágico. Quería que no pareciera del todo real, porque así es como te siento cuándo te miro; perfectamente irreal.

Zaragoza, 18 de abril a las 23:45…
¿Está viendo bien? ¿Seguro que son ellos? No. Por favor él no. Se frota los ojos por quinta vez y se pellizca por décima vez para corroborar que todo esto no es sueño o mejor dicho una pesadilla.
Parece que no lo es.
<< ¿Por qué a ella? ¿Por qué la tiene que querer a ella? Yo le conocí antes; tengo preferencia. >>
Se siente impotente.  Sabía que esto ocurriría tarde o temprano pero empezaba a tener la esperanza de que hoy al final no lo hicieran. No ha podido hablar con él en toda la noche, más bien no ha hablado con casi nadie en toda la noche. Ha estado sola casi todo el tiempo. No quería aguantar las estúpidas vidas felices de los demás, ni siquiera la de él.
Pero ahora lo ha visto claramente, ha visto esa mirada en sus ojos que nunca tuvo con ella. La quiere, de una forma que nunca podrá querer a ella.
Baja la vista al suelo y nota como la primera lágrima cae de sus ojos. Siente un pinchazo en el corazón que le obliga a caer rendida al suelo. Se tapa la cara con las manos; aquellas que un día lograron alcanzar su piel.
Empieza a notar cómo el aire no puede entrar en sus pulmones. Las lágrimas tapan todos los orificios de salida.
 La gente que hay a su alrededor la mira sin mucho entusiasmo, cómo si ya estuvieran acostumbrados a presenciar escenas semejantes a ésta.
Ella llora y llora. No puede evitarlo, no quiere evitarlo. Ahora mismo le dan igual los demás, sólo quiere estar junto a él; una vez más. La última.
En su cabeza no dejan de pasar las últimas imágenes vistas de él. Revive ese beso que se dio con Pilar y con ella no. Recuerda ese roce poco disimulado que entre sus cuerpos surgió.  Conmemora la cogida entre sus brazos que a ella nunca dará.
Y llora una vez más. Maldice no ser ella la que esté entre sus brazos. La ira se apodera de su cuerpo. No hay tristeza, tan solo rabia, dolor, destrucción, ira, desamor.
Ese sentimiento hace que se levante de golpe. Ya no llora, tan solo mira desafiante.  Quiere ir hasta ellos, dejarle bien claro que es un auténtico estúpido por querer a otra en lugar de a ella, pero no puede. Sus pies no le dejan moverse en esa dirección. Algo en ella la debilita. No tiene todavía la suficiente fuerza cómo para enfrentarse a su mirada; esa que siempre fue su predilección. Esos ojos azules que nunca dejaran de embelesarla.
No.
No puede.
Es demasiado débil para enfrentarse a sus ojos.
A lo lejos oye a otros tres chicos. Son su mejor amiga, el chico con el que hace un rato acaba de mantener una conversación un tanto inquietante y su “enemiga” por designarla con una palabra.
Se le encienden los ojos al comprobar que su “enemiga” es feliz. Se siente estúpida.
<<Yo soy la que debería estar riendo no tú; zorra. Tú deberías llorar por todo lo que hiciste. Tú tendrías que estar sufriendo mal de amores y no yo. Tú y solo tú tienes la culpa de todo. Si no te hubieras entrometido en mi relación yo jamás me hubiera enamorado de Nacho y ahora mismo sería feliz. ¡Qué injusta es la vida! Pero no te preocupes, yo haré que sea justa>>
Entonces lo ve. Observa cómo vuelve a sonreír por una tontería que ha dicho su amigo; el cual hace unos minutos acaba de confesarle que está enamorado de ella.
Sonríe de una forma tan frívola que haría temblar al mismísimo Conde Drácula.
Sus pies empiezan a caminar hacia ellos tres. Las chicas no se dan cuenta pero él sí. Él ha sabido perfectamente todo lo que su amada ha estado haciendo a cada minuto. Conoce sus llantos, sus lágrimas, su dolor. Todo por alguien que no es él. Todo por alguien que nunca la valorará tanto como él.
La chica se acerca lentamente. Las otras dos siguen riendo y él la sigue con la mirada. Recorre todo su cuerpo con sus ojos. Le tiemblan las piernas al verla a unos escasos centímetros de él. Ahora mismo nota como si todo a su alrededor desapareciese, como si solo existieran ella y él. Sabe que su amor no es correspondido, sabe que no le ama ni nunca lo hará, sin embargo le da igual ya todo. Tan solo quiere rozar sus labios una vez más.
Ella llega al fin. Las otras dos siguen riéndose como dos tontas enamoradas.

Estúpido amor que tan ciegos nos vuelve. Somos hojas movidas por un juego; un juego llamado sus ojos.

Le mira desafiante, cómo si le estuviera ordenando que se deje llevar. Durante unas milésimas de segundo fija su vista en su “enemiga”. Sonríe. Sabe que en unos segundos la desarmará completamente y se siente poderosa. Se siente fuerte.
Le vuelve a mirar al chico. Se relame la comisura de los labios con la lengua y en ese mismo momento se abalanza hacia él. No es un beso de amor; es de rabia, de ira, de deseo, de dolor. Ambos lo saben.
Las otras dos chicas quedan inmóviles, perplejas completamente. La que se encuentra en la derecha del chico no puede ni pestañear. No se acaba de creer nada. La otra sin embargo no se sorprende tanto, pero le duele; le duele que su mejor amiga se esté liando con el chico que tanto quiere.
-          ¡¡¡Diana!!!-grita la que está a su izquierda.- ¿Se puede saber qué coño estás haciendo?


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