Translate

miércoles, 31 de julio de 2013

Capítulo 3

Zaragoza, 17 de abril a las 7:50…
Otra noche más que le ha costado dormirse, y otro día más que llega tarde al instituto.
Si no se da prisa llegará otra vez a deshora y no puede permitírselo, ya ha llegado muchas veces tarde.
Rápidamente se levanta de su cama y apaga el despertador. Ya ha sonado cinco veces y estaba a punto de tirarlo por la ventana. Odia ese ruido, prefiere que la levante su madre pero ella tampoco está hoy. Desde que le dieron ese trabajo nuevo casi no la ve y la echa en falta. Tan solo tiene 15 años, es demasiado joven para vivir sin las atenciones de su madre y aunque a veces se queje de que se preocupa mucho por ella, en el fondo lo agradece.
Se dirige hacia el baño para lavarse un poco la cara de muerta que tiene y luego va hacia la cocina. No sabe muy bien que desayunar y tampoco tiene mucho tiempo, así que decide no tomar nada y esperar al almuerzo. Sabe que está mal pero le da igual, tampoco le va a ocurrir nada malo.
Acto seguido va hacia su cuarto, recoge un poco su habitación (lo que le da tiempo) y hace su cama. Luego abre la puerta de su armario y coge el primer pantalón y la primera camiseta que ve. No quiere perder tiempo y si se pone a pensar en qué ponerse, malgastará muchos valiosos minutos. “El tiempo es oro”, le decía su padre y es que tiene razón, no debemos nunca desperdiciar un solo segundo de nuestras vidas, pues ésta son solo dos días por lo que hay que vivirla al máximo. A ella le encanta recordar esa frase, fue uno de los primeros consejos que le dio su padre cuando era muy pequeña. Entonces supo que jamás desperdiciaría un minuto de su preciada vida.
Coge su mochila y pone los libros de las materias que le toca hoy, no tiene pinta de ser un día muy entretenido pero bueno, tiene que ir.
Abre la puerta y baja las escaleras rápidamente. Para su sorpresa, la espera María.
-          Cada día bajas más tarde.
-          ¿Qué haces aquí?
-          ¿Así es cómo recibes a una amiga?
-          Perdona, es que me ha sorprendido.
-          Me venía de camino y hacía mucho que no bajábamos juntas al colegio
-          Pues me alegro de que hayas venido a buscarme.
-          Además me apetece hablar un rato contigo que desde que me enfadé con éstas ya casi no podemos hablar tranquilas.
-          No las llames éstas, te recuerdo que también son tus amigas.
-          Ya no sé qué pensar.
-          Pues yo pienso que deberías arreglarlo, sois amigas y no tendríais que distanciaros por un maldito error.
-          En ese momento no me parecía un error.
Sara decide callarse. Prefiere cambiar de tema. Aunque a María ya no le guste Sergio, todavía le duele lo que pasó y quiere olvidar todo.
-          ¿Qué tal llevas los exámenes?
-          Todavía no he empezado.
-          Mira que bien ya no soy la única.
-          Ya, es que da mucha pereza y últimamente estoy en otro planeta.
-          ¿Y eso?
-          Ya sabes, la Cincomarzada, Sergio, Diana, Pablo, mis padres…
-          Es verdad, ¿qué tal va lo de tus padres?
-          Fatal. Cada día estoy más segura que van a acabar divorciándose.
-          Igual todo se arregla.
-          No lo creo, cada vez se soportan menos y ayer volvieron a discutir.
-          Al menos si se separan dejarán de discutir.
-          Es lo único que me reconforta un poco. En fin, prefiero cambiar de tema, ¿qué tal te va a ti con Lucas?
-          Pues lo mismo de siempre.
-          ¿Sigue sin decidirse?
-          A veces pienso que juega conmigo.
-          No lo creo.
-          Pues lo parece.
-          Verás cómo acabáis saliendo, ya te lo dije ayer.
-          Me acuerdo y te vuelvo a decir lo mismo; Ojalá.
-          Hablando del rey de Roma…
Las dos chicas miran para adelante. María se ríe, Sara parece preocupada, no le apetece quedarse con él, sabe perfectamente que no podrán estar juntos nunca y no quiere hacerse daño, pero no lo puede evitar, necesita verlo, necesita estar junto a él, necesita mirarle, necesita abrazarle, necesita saber que le quiere, lo necesita demasiado.
-          Hola chicas.
-          Hola
-          Hola
-          ¿Vais para el colegio no?
-          Si, acabo de recoger a Sara y ahora nos dirigíamos hacia allí.
-          Bien, pues si no os importa os acompañaré. Hoy Rubén no puede venir y prefiero estar con vosotras, así podemos hablar un rato.
-          Es una buena opción.
María y Lucas sonríen. Sara prefiere no encontrarse con sus ojos, la última vez estuvo a punto de pasar una tontería y no quiere que se repita. María sabe que Sara tiene miedo, pero también sabe que desea con todas sus fuerzas estar a solas con él, aunque ni ella misma sea consciente de eso.
-          Chicos yo me voy a tener que adelantar porque tenemos lengua a primera hora y no he hecho los deberes.
-          No pasa nada, te los puedo dejar yo
-          No hace falta Sara, ya se los pediré a Julia o a Lucía.
Odia a esa chica, con todas sus fuerzas, pero haría lo que fuera por su amiga y a pesar de que ahora ponga cara rara está segura de que se lo agradecerá.
-          Adiós María, luego nos vemos.
-          Adiós Lucas, cuídame a Sara.
La chica se va con un paso rápido, tanto que en pocos segundos la pareja ya no pueden ni verla. Los dos se quedan unos segundos callados, sin hablar, sin saber qué decir por miedo a que el otro le conteste algo que no quiera oír. Lucas decide ser el primero en romper el hielo:
-          Parece que nos hemos quedado solos.
-          Sí.
-          ¿Qué tal ayer?
-          Pues bien, como siempre ¿Por?
-          Por nada, era por hablar de algo.
-          Ah.
-          Ya me ha contado Diana lo de este viernes.
-          ¿Ah sí? ¿Y qué te ha dicho?
-          Pues que os apetecería hacer un botellón este viernes.
-          La idea fue de Pilar y Diana, yo no tuve nada que ver.
-          Vaya, pues me hacía ilusión que hubieses pensado en mí para acompañaros.
-          Ya ves.
-          ¿Oye te pasa algo?
-          No.
-          ¿Seguro?
-          Sí.
-          Necesito volver a hablar contigo.
-          ¿De qué?
-          De lo de hace un mes, no me dejaste explicarte y sigo pensando que si me dejaras, todo podría arreglarse.
-          No hay nada que arreglar.
-          Sí que lo hay.
-          No, tú ya me dejaste claro todo ese día y yo prefiero olvidarlo. Seremos amigos y nada más.
-          Tú sabes perfectamente que nosotros no podemos ser solo amigos.
-          Eso fue lo que tú decidiste cuando optaste por ella.
-          Eso es mentira.
-          ¿Ah sí? ¿Desde cuándo uno prefiere estar con una chica antes que con otra y escoge a la segunda?
-          Jolín por favor, espera un momento y deja que te explique.
-          No quiero oír nada Lucas. Bastante oí ya ese día y ahora déjame, tengo que ir a clase.
La chica acelera el paso y llega hasta la puerta de entrada de su instituto, ahí la espera Paula, la cual la ha visto de lejos. Las chicas se meten muy rápido dentro de clase por petición de Sara. El chico se queda quieto en la puerta, sin apartar un segundo la mirada de Sara. Le gusta mucho, demasiado, más que otras con las que ha salido, sin embargo no consigue que estén juntos, pero él nunca se rendirá.

Una vez dentro, Paula se para muy bruscamente y decide preguntarle directamente a Sara una duda que le corroe desde que la ha visto llegar con él.
-          ¿Qué ha pasado Sara?
-          Me he encontrado con Lucas y he vuelto a discutir con él  de lo mismo de siempre.
-          Lleváis así demasiado tiempo. ¿Por qué no lo arregláis ya?
-          No es tan fácil Pau, además no hay nada que arreglar, le gusta otra, punto.
-          Pues yo pienso que no, que deberías escucharle, te lo lleva pidiendo demasiado tiempo y tú no has querido hacerle caso por miedo a que pase una tontería, pero ¿qué tontería iba a pasar? ¿Qué le besases? Sabes perfectamente que no te importaría nada volverle a besar.

-          Puede ser, pero la otra vez lo hice sin saber todo esto y ahora que lo sé, me sentiría fatal si se volviera a repetir.

martes, 30 de julio de 2013

Capítulo 2

Zaragoza, 16 de abril a las 17:45…
Se ha pasado toda la mañana recordando esa escena del pasillo. Todavía no entiende cómo ha sido tan estúpida de no decirle que le quiere. Tal vez, si se lo volviera a decir, él por fin comprendería que deben estar juntos, pero eso nunca ocurrirá, al fin y al cabo; ¿quién es ella?, una estúpida cría que se las da de madura, pero no es capaz de tomar decisiones por sí sola.
Lleva todo el día en la cama, no le apetece hacer nada y eso que los exámenes están a la vuelta de la esquina. Debería estudiar, pero no puede concentrarse, ya lo ha intentado y es inútil; su cabeza no está en este mundo.
Decide volverlo a intentar, esta vez con física. Odia esa asignatura, es la que más le cuesta y sobretodo odia a la profesora. Es la típica mujer que explica las cosas a su manera y luego si no entiendes algo, te aguantas. Sin embargo necesita estudiar, ya que el examen lo tiene a la semana que viene y todavía no se sabe nada, pero otra vez no puede concentrarse.
Se sienta, abre el libro por la página 125 y lee la primera línea;

“La velocidad es una magnitud física de carácter vectorial que expresa la distancia recorrida por un objeto por unidad de tiempo.”

La vuelve a repetir otra vez, pero parece que cada vez le cuesta más acordarse de todas esas palabras. Quizás otro día le hubiera resultado menos dificultoso, pero hoy no es su día.
Cierra la tapa del libro y se vuelve a echar en su cama. Unos segundos después se oye el zumbido de su móvil. Es un mensaje de Diana, que dice que se conecte un momento al tuenti. Decide hacerle caso y enchufa el ordenador. Espera unos minutos a que se inicie y mientras recoge un poco su habitación. Sus padres no están en casa pero eso no significa que su cuarto debe de estar desordenado.
Después de unos largos minutos al fin se ha iniciado el ordenador. Abre el navegador y entra en la página de tuenti. Escribe su correo electrónico y teclea la contraseña. Aparecen dos novedades y las abre; una de ellas es un comentario en el tablón y la otra es un mensaje privado. Lo abre y ve que es Diana. En él está escrito;

Sara, tenemos que decidir ya lo de este viernes, sé que te da un poco de corte pero es mejor que contemos con los chicos para esto. Si tienes miedo no te preocupes que estaremos todas contigo y evitaremos que hagas en ridículo. Somos tus amigas y no vamos a permitir que te vuelva a suceder lo mismo.
Te lo vas a pasar muy bien y si quieres puedes llamar también a Pablo que seguro que acepta.
Si al final decides venir mándame un mensajito por el móvil que hasta mañana no me conectaré por aquí.
Un besito, te quiero Sarita.

Lo termina de leer por segunda vez, para estar segura de que no se deja nada por alto y se queda pensativa durante unos segundos. La verdad es que le apetece muchísimo ir, pues van a estar todos, pero tiene miedo de que vuelva a ocurrir lo mismo que esa vez. Por otra parte también quiere que venga Pablo, ya que son bastante amigos y eso que lo conoce desde hace muy poco. Es curioso porque a veces, las grandes amistades salen de un simple tropezón, o en este caso, de un estúpido “¿qué te pasa?”.  Pero ella sabe perfectamente porque Diana le ha dicho que invite a Pablo. Refunfuña un poco y vuelve a echarse en su cama. Esta vez opta por poner música. Desbloquea el móvil, abre el reproductor de música y elije una canción, su favorita. Le da al play y a los segundos empieza escucharse; Cause everytime we touch de Cascada.
Le encanta la letra, le hace recordar buenos momentos con sus amigas y sobretodo le hace recordar a él. Suena el estribillo;

“Cause everytime we touch I get this feeling and everytime we kiss I swear I can fly”.

 La empieza a cantar junto con la melodía. Se la sabe de memoria y es que son muchas veces las que la ha cantado.
Recuerda todos esos momentos que vivió con sus amigas por esta canción, también recuerda cuando la descubrió y lo mucho que le encantó, desde entonces supo que esta iba a ser su canción favorita y que siempre que le preguntase cuál de todas prefería, ella diría esa.
Después de tres minutos y 20 segundos de hacerse pasar por una cantante súper famosa, empieza otra canción, esta vez es; Un cuento de hadas de Guille el Invencible. Ésta también le trae viejos recuerdos, pero no tan buenos, quizás un poco más tristes de la cuenta. Pero éstos no tienen nada que ver con Lucas, sino con una amiga suya en la que tanto confiaban todas y ahora ya no quiere ni estar con el grupo.


Zaragoza, 1 de marzo a las 16:45…
-          ¿Qué te vas a poner?
-          Todavía no lo tengo decidido.
-          Pues decídelo pronto porque en media hora tenemos que estar el centro.
-          Ya lo sé, pero soy muy indecisa con la ropa, nunca sé que ponerme.
-          Te conozco demasiado como para no saberlo.
-          También lo sé.
Se oyen unas risas a través de los dos móviles.
-          Ayer volví a hablar con él.
-          ¿Te lo ha vuelto a pedir?
-          Sí, y esta vez no sé qué decirle.
-          Tú ya sabes lo que pienso de todo esto.
-          No puedo evitarlo Sara, le quiero.
-          Pero es el novio de una amiga, y no deberías tontear con él.
-          Yo no soy la única que tontea.
-          También es culpa suya, pero joder que es tu amiga y no deberías dejar que él te tiente.
-          Le he preguntado miles de veces si seguía sintiendo lo mismo por ella y me ha dicho siempre que no.
-          ¿Entonces por qué sigue con ella?
-          Porque no quiere hacerle daño.
-          Más daño le harás tú si sigues tonteando con él.
-          ¿Y qué pretendes que haga?
-          Que hables seriamente con él de todo este asunto, que tú no quieres hacer daño a Diana y que sobretodo no vas a permitir que juegue con tus sentimientos y con los de ella.
-          Me siento culpable, cada vez que veo a Diana con su novio me entran ganas de decirle que el que le está abrazando y besando en ese momento, hace dos minutos me decía que me quería…, he intentado olvidarme de él, hacer como que no existía, dejar que el tiempo haga de mi cabeza un mar de dudas, de pensamientos que se esfuman, de sentimientos que desaparecen, pero es inútil, basta una palabra suya, un te quiero de sus labios para que yo vuelva a caer, y así todos los días.
-          No pretendo que te olvides de él, pero; ¿no crees que es mejor contárselo a Diana? Así te quitarás ese peso de encima.
-          También lo he pensado, pero cada vez que trataba de decirle algo relacionado con eso, se me ocurría la idea de que no me volvería a hablar, que nuestra amistad dejaría de existir y francamente no quiero que dejemos de ser amigas.
-          Cuánto más tardes en decírselo, más se va a enfadar.
-          Tienes razón
Unos segundos de silencio ponen fin a esa conversación. De repente se oye de fondo una canción.
-          ¿Qué es ese sonido?
-          Es el reproductor de mi ordenador, acabo de poner una canción.
-          ¿Cuál es? Me resulta familiar
-          Un cuento de hadas, de Guille el invencible
-          ¡Ah sí! Es tu canción favorita ¿no?
-          Sí.
-          Recuerdo que alguna vez me has hablado de ella.
-          Ya te la pasare por “wash”.
-          Vale. Te tengo que dejar, me tengo que cambiar ya.
-          OK. Te veo en quince minutos.
-          Chau, un besito.
-          Chau.
Sara cuelga el móvil y rápidamente va a su armario para ver el qué ponerse hoy. Está indecisa entre llevar una camiseta de tirantes con rayas blancas y verdes o una lisa de color rosa. Opta por la rosa y decide guardar la otra para la Cincomarzada.
Está ya muy cerca esa fecha y con lo indecisa que es ella, lo mejor es que vaya decidiendo que vestir ya.
Esa conversación que acaba de tener le ha dejado muy preocupada, no le gusta discutir con María por teléfono, y mucho menos sobre algo de lo que han hablado miles de veces, pero así es el amor. ¿Por qué será que los amores prohibidos nos vuelven locos tan fácilmente? Es curioso pero siempre es así. A veces piensa que si Sergio no hubiese salido nunca con Diana, María nunca se habría fijado en él. No porque sea una “robanovios”, sino porque hay una atracción extraña hacia los novios de las amigas, quizás por lo bien que nos hablan ellas de ellos o porque también somos mujeres. El caso es que María se había enamorado de Sergio y eso ya no se podía remediar.
Tiene miedo de que por esto, el grupo se echara a perder, porque estaba claro que en cuanto Diana lo supiera, se iba a enfadar muchísimo con ellos y puede que también con Sara, al fin y al cabo se ha convertido en cómplice de su amor. Un amor entre dos mundos; el peligroso y el tentador, y por otro el dulce y exquisito.

De una cosa estaba segura, callaría ese amor, pero no iba a permitir que ese chico juegue con los sentimientos de sus dos amigas.

lunes, 29 de julio de 2013

Capítulo 1

-         Zaragoza, 16 de abril a las 11:25…
-          ¿Por qué me miras?
-          No te estaba mirando.
-          Sí lo haces, y además desde un buen rato.
-          No te lo creas tanto.
-          No lo hago. Simplemente preguntaba.
-          Pues no preguntes lo que es obvio.
-          ¿El qué es obvio?
-          Nada.
-          ¿Por qué no me lo quieres decir?
-          Porque no tiene importancia.
La chica se dio media vuelta, el chico permaneció callado a los poco segundos también se giró. Ella estaba cabizbaja, él estaba triste. Intentó evitar la tentación pero no pudo, acabó mirándola. Ella se sintió observada, levantó la cabeza y se volvió a girar.
-          Ahora has sido tú.
-          ¿Yo? ¿Qué he hecho?
-          Mirarme, al igual que yo.
-          O sea que reconoces haberme mirado.
-          Tampoco creo que sea un delito.
-          No, simplemente me hace gracia.
-          ¿El qué?
-          Que los dos deseamos mirarnos durante toda la vida y ninguno se atreve a reconocerlo.
La chica bajó la cabeza avergonzada pero una pequeña sonrisilla apareció es su cara. El chico se dio cuenta y con mucha dulzura le acarició sus carnosas mejillas. Estaban calientes, quizás porque sentía mucha vergüenza o tal vez porque era así. La chica levantó la cabeza y sus miradas se encontraron. Esta vez no se picaron como antes, sino que dejaron que éstas hablasen, que se dijeran todo lo que sentían, todo lo que se necesitaban y todo lo que jamás podrán vivir.
Mientras no podían dejar de apartar sus ojos el uno del otro, las manos empezaban a cobrar vida y sin darse cuenta, la chica posó sus dedos en ese pelazo que él tenía. El chico se dejó acariciar, le gustaba que ella le tocase, que le acariciara, que le mimase.
-          Me tengo que ir
-          ¿Ya?
-          Sí, tengo clase y no puedo llegar tarde.
-          No sería la primera vez.
-          La otra vez fue por algo importante.
-          ¿Y eso no lo es?
-          No tanto como lo que pasó entonces.
-          Todavía lo recuerdas ¿no?
-          Claro.
-          Algún día me entenderás.
-          Nunca te he dicho que no lo entendiera.
-          Algún día me perdonarás
-          Nunca te he dicho que estuviese enfadada contigo.
-          Sé que no estas enfadada, pero sé que te molestó
-          ¿Y tú como lo sabes?
-          Porque a mí también me molestaría verte con otro.
-          Me tengo que ir.
-          Adiós.
-          Adiós.
La chica se marchó sin mirar atrás, francamente le daba demasiada vergüenza mirarle después de todo lo que había pasado. No era la primera vez que hablaban de ese tema, pero cada vez le dolía más recordarlo. Tampoco era la primera vez que entre ellos dos saltaban chipas, pues estaba claro que entre ellos dos había algo más que una simple amistad, pero por caprichos del destino, no podían estar juntos.
Atravesó todo el pasillo que llevaba hasta su clase y se dirigió a su mesa dónde estaban sus libros. Allí estaba una simpática chica con la cual tenía una buena amistad.
-          Sara, casi vuelves a llegar tarde.
-          Lo sé, me he retrasado un poco.
-          ¿Qué ha pasado esta vez?
-          Me he quedado hablando con Lucas.
-          Siempre igual eh…
-          Ya sabes que con él, el tiempo para mí no existe.
-          A veces pienso que deberíais dejaros de tantas ñoñerías y salir juntos.
-          Ya me gustaría, pero sabes perfectamente porque no podemos.
-          Tarde o temprano acabareis saliendo.
-          Ojalá
Las dos chicas rieron. Pero ambas sabían que para eso tendría que pasar mucho tiempo.
-          ¿Y a ti que tal te va con Pablo?
-          Ahí vamos. Ayer estuvimos hablando por WhatsApp.
-          ¿Sí? ¿Y qué os dijisteis?
-          Lo típico, pero bueno no me puedo quejar. Algún día conseguiré que estemos juntos.
-          Más te vale
Volvieron a reír. Sara se quedó pensativa. Su amiga era una chica bastante guapa; alta, delgada, bonitos ojos, un pelo que causa furor… Podría tener al chico que quisiera, sin embargo ella se fijó en el único que no la desea. Cierto que son muy buenos amigos y que mucha gente piensa que entre ellos hay algo, pero Sara sabe perfectamente quien le gusta a Pablo y eso es algo que nunca podrá desvelarle a María.

A lo lejos se oye una voz que grita;
-          ¡Qué viene el rottweiler!
De repente un enorme grupo de alumnos entran a clase como si del coco se tratase y es que este peculiar hombre es de armas tomar.
-          Señores de 3ºC por favor pónganse en pie.
-          Otra vez
-          Siempre igual
Se oían entre los alumnos estas frases una y otra vez. También se oyó algún que otro insulto que no viene al caso.
- ¿Cuántas veces tengo que repetirles que no estamos en infantil? Que ya son ustedes mayores y deberían comportarse como buenos adultos que son.
- Tiene usted razón Don Manuel. –Intervino una joven- No deberíamos haber hecho tanto ruido
- Así me gusta Lucía. Espero que la próxima vez no se repita.
Lucía era la típica niña bonita que caía bien a todos los profesores. Cierto que era inteligente y bastante guapilla, pero a veces se pasaba de amable. Alguna amiga tenía, pero no muchas, pues a la gente no le suele gustar los pelotas.
-          Pueden sentarse
Alguna que otra queja se percibió por parte de los alumnos y también ciertas bromas acerca de ese peculiar profesor.
Cerca del sitio de Sara estaban un grupo de chicos que no paraban de mirar a una chica sentada delante de ellos. Se reían mucho y alguna vez hasta se les escapó algún insulto. La chica parece que se dio cuenta y pidió cambiarse de sitio. El profesor accedió y le tocó el turno a otra chica, la cual era bastante atractiva, que fue puesta en el sitio de la chica anterior.
Ahora los chicos no se reían, sólo se fijaban en su culo. Algún comentario obsceno se pudo escuchar que pasó desapercibido por los demás.
Así estuvieron durante toda la hora hasta que el timbre sonó, señal de que la clase había acabado y eso significaba cinco minutos de descanso hasta que el siguiente profesor viniera.
Un grupo de alumnos se levantaron mientras Don Manuel dictaba los deberes. Parecía que a nadie le importaba, pero no os preocupéis que mañana, la hora de antes estarán todos copiándose los deberes unos a otros.
La verdad es que no recuerdo muy bien por qué le llamaban el rottweiler, pues ya recibía ese mote cuando yo llegué. Supongo que algún alumno le debió calificar así un día y como hizo tanta gracia, todos le empezaron a llamar de ese modo y habrá pasado  de boca en boca hasta nosotros. El hecho es que este hombre era muy duro y estricto, y nadie se atrevía a rechistarle nada, pero eso no significaba que no fuera objeto de burlas. De hecho creo que es el que más insultos recibe, salvo por Lucía, esa sí que no decía nada.
Sara salió al pasillo y vio a tres compañeras suyas hablando sobre un tema que parecía interesante. Alguna palabra suelta podía escuchar, pero no gran cosa. De repente oyó que alguien la llamaba, se giró y allí estaban ellas; sus amigas, sus compañeras de llantos, sus hermanas…
-          Tía que no te he visto el pelo desde inglés.
-          Ya lo sé. He estado un poco ocupada.
-          O eso, o que no quieres vernos
-          ¿Pero cómo puedes decir eso Pilar?
Ellas eran sus mejores amigas, las personas en las que más confía. Ellas eran Pilar, Paula, Diana y Sara, un grupo de cuatro chicas muy peculiares que se contaban absolutamente todo, o casi todo…
-          Sabes que era broma Sarita mía
-          Eres tontísima tía.
-          Pero me quieres.
-          Demasiado.
Las dos amigas se abrazaron.
-          Bueno, ¿has pensado lo de este viernes? –Intervino Diana que parecía un poco molesta por no haber recibido otro abrazo.
-          Algo he podido pensar, pero me sigue pareciendo un poco arriesgado.
-          Tú siempre tan sosa. –Dijo Paula en tono de burla.
-          No seas mala que ya sabes lo que pienso de hacer botellón con éstos, ¿O es que ya no recuerdas lo que pasó la última vez que bebí un poco más de la cuenta?
-          Claro que lo recuerdo, pero solo fue una vez.
-          Pues para mí eso ya me marcó mucho.
-          No te preocupes seguro que ya ni lo recuerda. – Dijo Pilar consolando a Sara que parecía un poco triste al haber revivido ese suceso que marcó su vida, quizás para las demás sólo les pareció las confesiones de una tonta enamorada, pero para ella fue mucho más que eso… y es que esas palabras todavía le están pasando factura:

Zaragoza, 5 de marzo a las 17:50…
Hoy es el día, su día, el día tan esperado para Sara por fin ha llegado y es que hoy va a hacer algo que nunca pensó que se atrevería a hacer, hoy va a decirle todo lo que siente, todo lo que se lleva callando durante este tiempo y que nunca quiso confesar.
Tiene miedo, y es normal, al fin y al cabo, aunque sus amigas le repitan todo el rato que él también le quiere, no puede evitar tener esas dudas que no paran de atormentarle siempre.
Va muy mona, lleva una camiseta ajustada a rayas blancas y verdes que deja una parte de su canalillo visible, unos pantalones cortos vaqueros y unas zapatillas deportivas ideales para el conjunto que lleva. El pelo, después de mucho pensar en cómo llevarlo, ha decidido planchárselo y la verdad es que le queda genial.
Está perfecta, yo diría irresistible para cualquier chico y eso ella lo sabe.
Se vuelve a mirar al espejo por cuarta vez y sonríe al comprobar que está genial. Mira su móvil para saber qué hora es. Son las 17:50, eso quiere decir que tiene el tiempo justo para salir de casa y quedar con Pilar, aunque cree que tendrá que correr, pues no le va a dar tiempo.
Coge un bolso y rápidamente mete un monedero con dinero dentro, un pequeño neceser dónde guarda el rímel y la raya por si ocurre un accidente y también un par de pañuelos, nunca se sabe si el destino va a aprobar su relación. Por último mira el móvil por si le ha llegado algún mensaje y comprueba que no. Agarra las llaves y abre poco a poco la puerta, rápidamente baja las escaleras que hay desde su piso hasta la puerta de la calle y seguidamente sale fuera. Se dirige hacia la parada que hay enfrente de una tienda de frutos secos  y se detiene. Mira otra vez el móvil, son las 17:56, faltan cuatro minutos y otra vez va a llegar tarde.
Ve llegar el bus a lo lejos y parece que vuelve a tener la esperanza de llegar puntual a su quedada.  No quiere que todos piensen que es una tardona, y mucho menos hoy, que por fin le va confesar su amor a ese chico que cada vez que le mira el tiempo para ella no existe, se esfuma, se para.
Sube al bus rápidamente, paga su billete con unas monedas, ya que con las prisas se le ha olvidado la tarjeta del bus, y se sienta al final, junto a un chico que parece muy reservado.
Sara le saluda, pero éste no contesta. La chica, un poco molesta, vuelve a mirar el móvil; las 17: 59, no llega ni de broma, así que decide llamar a su amiga. Ella podrá echarle un cable y hacer que no quede mal. Abre la agenda, teclea “Pilar” e inmediatamente aparecen tres números. Escoge el segundo, el cual tiene una foto de ella y su amiga. Esa foto le trae muchos recuerdos. Se la hicieron en verano, cuándo se fueron juntas al pueblo de Sara, se lo pasaron genial y en ese día descubrieron que eran muy buenas amigas y que podían confiar la una en la otra.
Pasaron varios segundos hasta que Pilar contestó, cuándo lo hizo, Sara se tranquilizó bastante:
-          ¡Sara! ¿dónde estás? Ya estamos todos aquí, solo faltas tú.
-          Me he entretenido decidiendo que ponerme, ya sabes que hoy necesito estar perfecta.
-          Lo sé, pero tendrías que haberlo decidido antes. Ha preguntado por ti.
-          ¿En serio? ¿Y qué te ha dicho?
-          Pues que si faltaba mucho para que vinieras y que necesita hablar contigo.
-          ¿Quiere hablar conmigo? ¿Y sabes para qué?
-          No, eso ya no lo sé. Pero parecía bastante serio, igual también te lo quiere pedir.
-          Ojalá. ¿Lo tenéis todo preparado?
-          Pues claro, ya está todo comprado. Está todo perfecto.
-          Genial. Va a ser la mejor Cinco marzada de la historia.
-          ¿María no vendrá no?
-          No creo, desde que discutieron ya no quiere saber nada del grupo.
-          Mejor, hoy Diana quiere olvidar todo y no quiere nada de peleas.
-          Si, ya hablaran mejor otro día.
-          Bueno te tengo que dejar que éstos necesitan mi ayuda, un besito bonita y ven pronto. Te quiero.
-          Adiós bonita, y por favor pon una excusa para justificar mi retraso.
-          Tranquila ya me inventaré algo.
-          Gracias Pilar. Te quiero.
-          Te quiero.
Colgó, bloqueó el móvil y lo metió en el bolso. Una vez hecho todo, se quedó pensativa. Recordó esas frases que su amiga le dijo; “Igual también te lo quiere pedir”. Sonrió un poco al pensar en eso, la verdad es que le encantaría que se atreviese a pedirle salir con ella. Lo quiere  mucho, y algo en ella le dice que también él siente lo mismo.
A los pocos segundos, se giró otra vez hacia el chico ese tan extraño que estaba sentado a su lado. Parecía triste, con la mirada perdida y el pelo desaliñado. Volvió a saludarle, pero esta vez sí que recibe respuesta. Sara intenta animarle un poco y decide presentarse:
-          Soy Sara ¿y tú?
-          Yo soy Pablo.
-          ¿Te pasa algo?
-          ¿Acaso te importa mucho?
-          Bueno, simplemente quería saber si te encontrabas bien.
-          Pues no. Ala ya tienes tu respuesta.
-          Lo siento si te he molestado.
Esta vez el chico decide no contestar, quizás por el miedo a ser demasiado brusco con ella otra vez, esa chica tan guapa no tiene la culpa de lo que le pasa, la acaba de conocer y parece bastante simpática. Tal vez, en otras circunstancias se hubiera interesado un poco más en ella.
Unos segundos después el chico parece sentirse un poco culpable y decide seguir con la conversación.
-          Perdona, no era mi intención contestarte tan bruscamente, no he tenido una buena semana y quizás lo he pagado contigo que ni siquiera te conozco.
-          No importa, tampoco me has contestado tan mal, es normal que no me lo quieras contar, al fin y al cabo no nos conocemos de nada.
-          Ya
Los dos rieron al unísono. El chico parecía alegrar un poco su cara. Ella no dejaba de preguntarse qué le podía suceder. Cierto que parecía un poco solitario y quizás un aburrido, pero tenía un encanto personal que no sabría explicarlo, solo sabía que tenía ganas de seguir hablando con él y ¿por qué no?, también de conocerse.
-          Yo voy a ir al parque Tío Jorge, por la Cincomarzada, ¿tú también vas?
-          No, no tengo ganas de fiesta.
-          ¡Pero es la Cincomarzada!
-          Lo sé, pero no quiero, no me apetece ver a personas sonriendo y siendo felices cuando yo estoy así, no me agrada ver que los demás son inmunes al dolor y que yo no paro de pensar en todo eso. –el chico se quedó callado. Se arrepentía de su tono tan malsonante,- Perdona, he vuelto a contestarte mal, ceo que sería mejor que no siguiéramos hablando, así al menos no te contesto mal.
-          No te preocupes, todos tenemos un mal día. Oye, sé que no nos conocemos de nada y que esto te va a parecer una locura pero ¿por qué no te vienes conmigo y con unos amigos al parque? Lo pasaremos muy bien y pase lo que te pase, seguro que al menos lo olvidas un poco.
-          ¿Contigo? ¿al parque?, no sé, ya te he dicho que no me apetecía.
-          ¡Será divertido!
-          ¿Y por qué te interesas tanto por mí?
-          No sabría explicártelo, quizás es que me apetezca ser tu amiga, o tal vez que me sienta identificada contigo.
-          ¿Tú también lo estás pasando mal?
-          Ahora no, pero hubo una época que más o menos me sentía igual que tú.
-          Me reconforta saber que no soy el único que sólo recibe de la vida palos.
-          ¿Y entonces? ¿Te apuntas?
-          Bueno, pero no creo que me quede mucho.
-          Sé que te divertirás.

-          Eso espero.