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jueves, 26 de septiembre de 2013

Capítulo 20

Zaragoza, 10 de marzo a las 8:30…
-          ¿De verdad te dijo eso?- pregunta Paula cada vez más sorprendida con lo que le cuenta su amiga.
-          Sí. Se atrevió a decir que la culpa de todo la tenía María.-confirma Diana con la cabeza agachada. No le apetece mirar a nadie a los ojos, no quiere ver a los demás sonriendo mientras ella está completamente destrozada, no tiene necesidad de saber más sobre aquella vida de cuento de rosa que protagonizan los demás; mientras ella está viviendo su propia pesadilla; la vida real.
-          ¡Qué cabronazo!-exclama Paula.-Y ahora creerá que tú te lo habrás tragado todo ¿no?
-          Pues si te digo la verdad, puede que tenga razón.-musita Diana con voz muy baja.
-          Será una broma…-dice Paula dirigiéndole una mirada de incredulidad.-No puedes creerle Dianius, aunque María se hubiese enamorado de él y no puso pegas a la hora de liarse con él, Sergio también pudo decir que no. Todo esto no es solo culpa de María, sino de los dos.-Le levanta la cabeza para mirarle a los ojos y convencerla. María hizo algo muy feo, pero no la cree capaz de chantajear al novio de su amiga solo por pura diversión.
-          Puede que tengas razón, pero es la única explicación que me han dado sólida, dese que me enteré de… de su engaño.-pronuncia las últimas palabras con dolor. No le gusta cómo han acabado las cosas, pero ahora mismo no sabe muy bien a quién creer.
-          Debes hablar con María, tienes que pedirle explicaciones.
-          Después de lo que pasó el otro día, ni a ella ni a mi nos apetece hablar la una con la otra. Además yo no tengo nada que decir, si lo que dice Sergio no fuera verdad, ya me habría dado una versión más convincente sin que yo se lo pidiera.
-          Bueno, tal vez…-Paula no sabe muy bien que decir con que se calla.- Me tengo que ir, llego tarde a clase ya. Luego hablamos. Adiós.-se despide con la mano y se marcha hacia su clase.
Diana llega a la suya, entra, se dirige hacia su mesa, deja la mochila a la vez que cuelga la chaqueta en el respaldo de la silla y se sienta. Observa a los chicos de su clase; ninguno demasiado guapo para sentirse atraída hacia ellos, además, lo de Sergio está muy reciente y teme que hasta dentro de mucho no logre olvidarse de él. La profesora llega; hora de francés. Saca sus libros y sus apuntes y se queda quieta. Los demás alumnos se van sentando mientras la profesora informa de que hoy llega un nuevo alumno. A los pocos segundos, un chico con el cabello castaño, ojos azules y una mirada hipnotizadora; entra en el aula de 3ºA.
Las chicas chismorrean a la vez que intentan que el chico les mire. Los chicos, envidiosos, pronuncian palabras malsonantes mientras que por dentro desearían ser cómo él. Diana está en silencio, le observa con admiración, se podría decir que se siente bastante atraída por él. Recorre con la mirada cada uno de sus perfectas facciones, cada matiz de su cuerpo, cada gesto que realiza. Le encanta todo de él y a la vez le duele sentir eso por él. Hay algo en ella que le hace sentirse culpable, aunque no sabe muy bien que es. Quizás sus sentimientos por Sergio todavía sigan vivos, pero puede haber encontrado ese clavo que le haga olvidarse de todo lo que le hizo ese miserable y su “querida amiga María”…
El chico se presenta delante de toda la clase con el nombre de Nacho. Saluda a la profesora y pide permiso para sentarse. Observa en derredor en busca de un sitio vacío que casualmente se encuentra al lado de Diana. Emprende camino hacia ese sitio mientras un montón de miradas acosadoras le siguen. Una chica intenta tocarle el culo pero el muchacho consigue esquivar la mano. La chica, frustrada, se gira hacia delante e intenta seguir con la clase. Nacho se sienta y deja sus cosas a su lado. Abre la mochila y pregunta por qué tema van. No le responde así que opta por preguntárselo a su compañera de al lado:
-          Hola, ¿me podrías indicar por qué tema vamos por favor?-dice el chico con un tono muy amigable.
-          Por el tema siete.-dice Diana.
-          Muchas gracias.-sonríe.-por cierto ¿cómo te llamas?
-          Diana. ¿y tú?
-          Nacho. Encantado
-          Lo mismo digo.


miércoles, 25 de septiembre de 2013

Capítulo 19

Zaragoza, 17 de abril a las 19:45…
-          Estoy llegando a la entrada del parque. ¿Os falta mucho?
-          Ya casi estamos. ¿Eres es de la camiseta roja?
-          No, el que está al lado de un tobogán azul ¿Me ves?-dice a la vez que saluda con la mano para indicarles dónde está.
-          Sí, creo que sí. –levanta la mano y responde al saludo.
-          Muy bien, creo que yo también.
-          Ok. Ahora nos vemos.
-          Adiós.
Pablo cuelga el teléfono y lo mete en el bolsillo. Echa un vistazo alrededor del parque. Ve a un par de niños en los columpios esperando su turno, ve a unos viejecitos sentados en los bancos, ve a una niña llorando en el otro extremo del banco dónde se sienta una pareja un poco apurada por hacerle callar, ve a un chica muy guapa…
-          <<¿¿¡¡Diana!!??>>
No puede evitar apartar la mirada de ella; está muy guapa, realmente bella. Sonríe para dentro y se dirige hacia su encuentro.
Grita su nombre pero ésta no se da por aludida. Sigue mirándola a la vez que camina. Llega hacia su banco y le dedica una sonrisa.
-          Parece que este día me está deparando demasiadas sorpresas, aunque ninguna tan buena como encontrarte.-dice al mismo tiempo que se sienta a su lado.
-          Vaya Pablo, no sabía que estuvieras por aquí. –sonríe. Le regala una sonrisa demasiado grande, demasiado hermosa, demasiado irreal…
-          Ni yo que te encontrarás por aquí. De haberlo sabido te habría llamado.
-          En principio no podía quedar, pero al final he logrado convencer a mi madre y me ha dejado salir un rato.-miente.
-          Perfecto. Entonces, vente con nosotros.
-          ¿Con quién estás?
-          Con Sara, Paula, Pilar y un chico que ahora mismo no me acuerdo cómo se llama.
-          ¿Paula?-pregunta sorprendida -¿Ha quedado con vosotros?
-          Bueno, en realidad nos encontramos todos de casualidad. Yo había quedado con Sara y vimos a Paula en una heladería. Luego vinieron Pilar y ese chico y al final por razones del destino hemos acabado aquí. Ahora estoy esperando a que vengan Pilar y el otro.
-          Entiendo.-dice Diana mientras asiente.- me gustaría ir, pero no me apetece mucho.
-          ¿Por qué? ¿Te pasa algo?
-          He tenido una dura discusión con alguien y no me apetece hablar con nadie ahora mismo. Será mejor que me vaya casa.-Se levanta del banco esperando una respuesta del chico.
-          Venga quédate un rato. Te lo pasarás bien.-le coge del brazo reteniéndole. Se miran y la chica se da por vencida; se sienta a su lado, pero algo hace que ese silencio cargado de miradas que hablan desaparezca:
-          ¡Hola chicos!-grita Pilar agachándose para darle dos besos a cada uno.- ¿Sabes dónde está Sara?-pregunta dirigiéndose a Pablo.
-          Sí, ven conmigo. Tú si quieres puedes venir Diana.-la invita a venir con la mano.
-          Ya te he dicho que no me ape…-se para en seco cuando ve a alguien muy conocido, alguien que no imaginaría encontrarse por aquí.
-          Hola Diana. ¿Qué tal? Hacía unas horas que no sabía de ti.-dice mientras le dedica una de sus sonrisas burlonas.- ¿Vamos a por Sara?
-          Sí. Ahora nos llevará Pablo-exclama Pilar duramente al observar la cara de asombro que ha adoptado Diana.
Los chicos se encaminan siguiendo a Pablo.  Diana mira de reojo a Nacho, éste mira de reojo a Pilar y ésta mira de reojo a la primera. Le sorprende demasiado que ese chico haya quedado a solas con Pilar, no tenía ni idea de que se llevaran bien, de hecho no le ha hablado nunca de ella, o tal vez sí…
No le ha visto desde esta mañana, cuándo le prometió ir con ella a la salida, cosa que no cumplió. Le duele pensar que tal vez el motivo haya sido Pilar, pero no puede ser, ellos dos no pueden estar juntos, aunque… hacen buena pareja, todo hay que decirlo.
Pilar sigue mirándole sin cortarse ni un pelo. Quiere a su amiga, pero se nota que ella siente algo por Nacho, se nota por la forma en que le mira, por los colores que se le forman, por cómo habla de él, pero eso es algo que solo nota ella. Para las demás les parecen majaderías suyas y probablemente para el chico también.  Sabe que el sentimiento no es recíproco, pero Diana es una chica muy guapa y el amor es demasiado impredecible.
Hacia su derecha, Nacho la sigue mirando, aunque la aludida no se haya dado cuenta. Le encanta que se ponga celosa cuándo Diana está delante, aunque no tenga motivos reales para hacerlo. Le encanta como se ruboriza cuándo le mira. Le encanta cómo es. Le encanta todo de ella y sin embargo, ella no se da cuenta…


viernes, 20 de septiembre de 2013

Capítulo 18

Zaragoza, 17 de abril a las 19:15…
-          ¡Sara! Al fin te encuentro.-Grita Pablo a la vez que se  dirige hacia ella y la abraza.-Me tenías muy preocupado en serio. No vuelvas a hacerme esto.-dice mientras la estruja contra su cuerpo.
-          Lo siento Pablo, siento mucho haber estropeado nuestra quedada, pero hoy necesitaba estar un momento a solas.-responde Sara con la cara todavía mojada por las lágrimas derramadas.
-          No pasa nada y ahora explícame; ¿qué ha hecho que la sonrisa que había en tu cara desapareciera?-pregunta Pablo mientras se despega de sus brazos y le mira a los ojos.
-          La realidad.-responde la chica apartándole la mirada. Hoy no puede mirarle a los ojos, se siente demasiado avergonzada para mirarle.
-          Y con la realidad te refieres a Lucas ¿no?
-          Sí. Nos hemos vuelto a besar y esta vez casi llegamos a más.
-          ¿Lo habéis hecho?-pregunta Pablo boquiabierto. No puede creer que su amiga haya estado a punto de hacer el amor con ese chico y más sabiendo que tiene novia.
-          No. <<La guarra de su novia ha llegado para interrumpirnos desafortunadamente>>. Su novia ha llegado a tiempo afortunadamente.
-          ¿Afortunadamente?
-          Desafortunadamente.
-          Ya decía yo.-se echa a reír al igual que su amiga. Se abrazan y el chico le ofrece un pañuelo para secarse las lágrimas- Oye, los demás te están buscando. Deberíamos llamarles, decirles dónde te encuentras y explicarles que estás bien.
-          Tienes razón, pero no quiero que me vean llorar.
-          En ese caso llamaré a Paula para decirle que está aquí y así mientras llamo a los demás hablas un poco con ella.
-          ¿Has venido a buscarme con Paula?-pregunta sorprendida Sara.
-          Nos dividimos por grupos; uno éramos Paula y yo y el otro Pilar y ese chico con el que iba acompañada.
-          Sí que os habéis preocupado por mi desaparición.
-          No sabes cuánto.-dice Pablo mientras le dedica una de esas sonrisas de felicidad.
Coge el móvil y marca el número de Paula. Le da unas cuantas indicaciones y cuelga el teléfono. A los pocos minutos aparece su amiga entre los arbustos. Se dirige rápidamente hacia Sara y le da un abrazo mientras le pregunta qué le ha pasado. Esta vez no da tantos detalles y lo único que le dice es que había discutido con Lucas.
Pablo aprovecha para ir hacia la entrada del parque y buscar a Pilar y Nacho para indicarles dónde estaba Sara.
Cuando llega ve a dos chicas muy familiares en una situación un tanto comprometida…


Zaragoza, 17 de abril a las 19.25…
-          Vaya vaya… mira quién está aquí.-dice Diana con un tono de sorna.- ¿A qué has venido? ¿A jorobarme la tarde también?
-          No he venido a jorobarte nada. Ni siquiera sabía que estabas aquí.- responde María mientras se gira. La mira a los ojos serenamente. No quiere parecer que tiene miedo, aunque por dentro esté echa un manojo de nervios.
-          Ya claro. Últimamente nos vemos demasiadas veces “casualmente”. Un poco raro ¿no?-Diana le dirige una mirada asesina, a la vez que sonríe maliciosamente. Sabe que su rival no está bien. Se le nota en la mirada. Hace mucho que ya no hablaban y cree que ha llegado el momento de ver si aquello que le dijo Sergio era verdad o no.
-          Es normal que nos veamos, vamos al mismo colegio, al mismo curso, tenemos… bueno teníamos amigos en común. Lo raro sería que no nos viéramos nunca.
-          Lo que tú digas. Yo lo único que sé es que desde que nos peleamos me sigues a todas partes; te encuentro por el colegio, a la salida, a la entrada, ¡hasta te encuentro en un lugar que no tiene ni relación contigo ni conmigo!-Exclama mientras mira hacia el cielo esperando algún tipo de respuesta afirmativa que no llega.
-          En eso te equivocas, yo puedo ir perfectamente por cualquier lugar de Zaragoza, puesto que es mi cuidad, y si te fastidia verme; te aguantas. Ya estoy muy harta de todo y sé que me odias, pero eso no me va a impedir seguir viviendo mi vida. Si te molesta verme a todas horas, no me mires. Vete con tu vida a otra parte que yo haré lo mismo. –Levanta la cabeza y le mira fijamente a los ojos. Le gusta la expresión de su cara. Muestra sorpresa, está claro que no se lo esperaba. Cuando ve que ya no va a decir nada más, gira la vista dispuesta a dar por zanjada la conversación y seguir la búsqueda de sus amigos. Pero Diana no quiere acabar, no le gusta perder…
-          Qué curioso, ahora la mosquita muerta se nos hace valiente. No le basta con quitarme el novio, que ahora viene y se me pone chula. Para que lo sepas, no tienes ni idea de lo que puedo llegar a hacer si alguien me cabrea ¿entiendes? Así que ten cuidado por dónde pisas, porque el día menos pensado, cuando no te des cuenta, ahí estaré yo, dispuesta a hacer lo que sea necesario para hacerte sentir lo que tú hiciste conmigo.
María le mira preocupada. No sabe muy bien lo que ha querido decir. << ¿Hacerme sentir lo mismo que yo a ella? Pero si no tengo novio. >>
Diana le mira maliciosamente. Se ríe con maldad y se marcha por dónde ha venido. Se sienta en un banco y le hace un gesto que le indica que la está observando. No va a dejarla tranquila, no va a permitir que sea feliz aunque le cueste la vida en ello. El odio que ha ido generando hacia ella, se ha convertido en un huracán hambriento de sangre, no una sangre física, sino una sangre sentimental.
María la mira por última vez y se dirige rápidamente hacia dentro del parque, para que no pueda verle nadie. Tiene miedo, pero no puede permitir que su antigua amiga la vea así, sería como darle la razón, darle la victoria y no lo va a permitir.

Observa que no haya nadie a su alrededor y se echa a llorar. No puedes más. Los problemas van a acabar con ella. Si tenía suficiente con sus padres, imaginad con la amenaza de Diana. Sabe que hablaba muy enserio, se le notaba en la mirada. Todavía no comprende qué ha querido decir con eso, pero está claro que algún día verá a que se refería y ese día está muy cerca…

viernes, 13 de septiembre de 2013

Capítulo 17

Zaragoza, 17 de abril a las 18:50…
-          << ¡Qué aburrimiento de tarde! Si la pesada de mi madre me hubiera dejado salir, ahora estaría pasándomelo genial con Paula. Siempre tiene que estropearlo todo…>>
Sentada en la silla de su escritorio, Diana intenta estudiar por enésima vez las oraciones subordinadas. Hoy le cuesta más que otros días. Su madre se ha pasado con la tontería de no dejarle salir de casa. Necesita aire fresco, salir, pasear, olvidarse de las oraciones coordinadas, subordinadas y todo ese temario que hoy no le entra en la cabeza.
No sabe muy bien si abrir la puerta de su cuarto y salir hacia el salón para pedirle a su madre salir un poco. Tiene miedo de volver a discutir y no quiere tener más problemas. Le duele bastante discutir con ella, pero a veces es demasiado controladora.
Finalmente cierra los libros y sale hacia el encuentro de su madre, repitiéndose para sí misma que no se puede enfadar con ella si quiere que le deje salir. Cuando llega al salón, observa a su madre viendo la tele sentada en el sofá. Se ha percatado de su presencia pero no quiere mirarle a la cara. Diana se queda en silencio y abre la boca con intención de decir algo, pero las palabras se quedan en su garganta; no quieren salir. La madre se da cuenta y decide romper el silencio;
-          ¿Qué quieres Diana?- pregunta la madre posando una de esas miradas penetrantes en su hija.
-          Mamá –empieza Diana- sé que me he portado un poco mal antes, pero por favor, déjame salir. Me duele la cabeza y necesito tomar aire fresco. Hoy no me entra nada en la cabeza. Te lo suplico; déjame quedar hoy. Te prometo que mañana estudiaré el doble para amortizar la salida de hoy.-mira a su madre con una cara de súplica. Hay silencio entre las dos. Parece que la súplica de Diana ha funcionado, pero algo hace que la madre se vuelva a poner firme y se niega a dejarla salir.
-          Diana, mañana es viernes; podrás salir toda la tarde, así que; ¿por qué no aprovechas hoy para estudiar un poco? No dispondrás de mucho tiempo estas semanas y todo el que puedas reunir será poco.
-          Pero mamá, ya te he dicho que hoy no me entra nada. Por mucho que intente estudiar no voy a conseguir memorizar lo más mínimo.
-          Te he dicho que no y no me discutas. No quiero volver a tener la misma pelea de siempre.
-          Pero…
-          Nada de peros. Y ahora vete a tu habitación. –responde su madre de manera tajante, negándose a continuar la conversación.
Diana decide hacer caso a su madre y se retira a su cuarto. Cierra la puerta de manera brusca y se tira en la cama. Quiere salir y lo va a hacer tanto si le deja su madre como si no.
Coge un bolso y pone en él, su móvil y el monedero que había cogido antes de que su madre chafara sus planes. Se alisa un poco la ropa que no se quitó antes, abre la ventana y observa la distancia que hay hasta el suelo. Afortunadamente es un bajo y no hay mucha altura, así que se sienta en el borde y da un salto. Cae de pie y rápidamente se aleja de su casa para que nadie la pueda reconocer.  Coge el móvil y marca el número de Paula, pero no le contesta. Vuelve a marcarlo y tampoco. Decide llamar a otra persona para ver si está con ella y así poder quedar también. La elegida es Sara, la cual tampoco contesta a su llamada. Parece como si todos hubiesen apagado sus móviles a propósito.
Camina hasta un parquecito. Se sienta en su banco mientras piensa con quién quedar. Barajea la posibilidad de llamar a Pilar, pero tampoco le contesta. Maldice en voz baja y se da por vencida. De repente se le pasa por la cabeza llamar a alguien, pero desecha esa idea en el momento que se da cuenta que no tiene su número. Es curioso que se sienta atraída por alguien del que ni siquiera hace un mes conocía.
Tira la toalla y mete el móvil en su bolso. Observa a los niños jugar entre ellos y no puede evitar sonreír. Esa escena le hace recordar a su infancia; una infancia alejada de preocupaciones y de quebraderos de cabeza. Cierra para sí misma y reflexiona en una entrada que leyó hace unos días en un blog:


Cuando era pequeña, siempre me iba a dormir temprano para levantarme cada mañana con más fuerza. Me encantaba ir al colegio para estar con mis amigos. Después deseaba que fuera la hora de recoger e ir al parque dónde era amiga de todos y si había algún niño nuevo, a los dos minutos jugábamos como amigos de toda la vida. Recuerdo que siempre estaba sonriendo y mi mayor problema era que mis padres no me querían comprar ese muñeco que tanto pedía. También me acuerdo de que cuándo quería algo, lo primero que hacía era echarme a llorar como una loca para que mis padres se hartasen y me compraran lo que tanto deseaba. Adoraba correr, algunas veces mis padres se enfadaban conmigo por escaparme tanto, pero después; cuándo les miraba con esa carita de niña buena que poseemos todos los niños pequeños, se les pasaba. Muchas veces, cuándo veía a los mayores hablar y yo no entendía de que hablaban, la verdad no me importaba mucho, pues no conocía lo que era la tristeza y en ocasiones cuándo se me ocurría preguntar "¿qué pasa?", ellos me respondían "cosas de mayores". En esos momentos deseaba ser mayor
Reconozco que esos años fueron los mejores de mi vida y que en ocasiones los echo mucho de menos.
Ahora que soy mayor me he dado cuenta que esos años fueron sagrados para mí, gracias a la felicidad que tuve en ellos soy como soy hoy en día y he de decir que gracias por haber vivido todos esos momentos.
Francamente, pienso que cuándo decía que quería ser mayor, no era demasiado consciente de lo que decía y ahora que todos esos años han pasado desearía que hubieran durado mucho más.

Le encantaba esa vida. Esa niña tan feliz que era, desapareció hace mucho tiempo ya y no sabéis cuánto desearía que volviera. Adoraba su infancia pero en ese momento no lo sabía, no sabía que las cosas cambian con el tiempo, que las personas no son tan buenas como parecen, que detrás de un sentimiento tan hermoso como es el amor; puede haber tanta tristeza. No lo sabía y por eso era feliz.
Gira la cabeza y observa como caminan las personas que hay a su alrededor; algunas con prisa y otras lentamente. Cada una con una preocupación en mente, cada una con un miedo al que enfrentarse, cada una con una vida que vivir.
En ese momento aparece alguien delante de ella que jamás se hubiera imaginado que estaría aquí. Pero a veces el destino es demasiado impredecible…


Zaragoza, 17 de abril a las 19:05…
-<<“Si multiplicamos el cociente de esta ecuación por el resultado de la suma seguro que daré con el resultado de… de una asquerosa tarde malempleada.”>>- piensa María, cansada de hacer tantos problemas y no dar nunca con la solución.
No tiene ganas de seguir estudiando, pero sabe que si no continúa; no tendrá mucho tiempo el resto de la semana. Mañana es viernes, quiere acabar de estudiar el dichoso examen de mates y así poder quedar con Pablo, como todos los viernes; lejos, los dos solos, en cualquier lugar dónde nadie les vea y así poder decirle de una vez todo lo que siente; poner las cartas sobre la mesa y esperar que el resultado sea una buena dosis de amor.
Sueña con que sus sentimientos sean correspondidos, con formar parte de una historia en la que sea la protagonista, con él. Se echa en la cama y vuelve a ojear la conversación que tuvo hace unas horas con Pablo. Le decía que le hubiera gustado poder verla esta mañana, que necesitaba hablar un rato con ella y que ansiaba que llegara mañana. Le cree cuando dice que quiere verla, pues desde que pasó la Cincomarzada, se han hecho muy buenos amigos, se cuentan todo (o casi todo), quedan numerosos días y han vivido muchos momentos juntos.
Le encanta llevarse tan bien con él. Ahora mismo es uno de los pocos amigos que tiene y eso le ayuda bastante. Si fuera por ella, en este mismo momento cogería la primera ropa que viera, se la pondría y saldría pitando en su búsqueda, pero no puede hacerlo si mañana quiere verlo.
Vuelve a soñar una vez más con él, pero esta vez sus sueños son interrumpidos por alguien:
-          Cariño necesito que vayas al supermercado un momento.-dice su madre a la vez que abre la puerta de la habitación de María.
-          << ¿Al super? Siiiiiiiiiiii y cien veces sí. Será la ocasión perfecta para escabullirme y ver un rato a Pablo. Pero no debo parecer muy interesada, sino mamá sospechará. >>- ¿Ahora mamá?
-          Sí. Voy a hacer tortilla para cenar y no me quedan suficientes huevos.
-          Está bien…
-          Muchas gracias cariño. Toma aquí tienes cinco euros. Te llega de sobras.-extiende la mano ofreciéndole los cinco euros para que los coja.
-          Ahora salgo, dame cinco minutos.-dice mientras acepta el billete.
-          Vale. Si quieres comprarte algún helado cógetelo.
-          ¿No hay en casa?
-          Tu padre se los acabó todos. Ya vez como de considerado es.-masculla mientras echa una mirada asesina hacia la foto que hay de él y su hija en la mesilla de noche.
-          No importa, ya compraré unos ahora.
-          Sí que importa porque esos eran para ti y no para él y sus “amigos”.-dice la madre con un tono irónico.
-          Mamá dejemos el tema. Ahora salgo.-responde María de forma tajante, invitándole a salir de su habitación.
-          Vale. Cómpralos de vainilla que esos; seguro que no los prueba.
-          Ok.-dice maría a la vez que cierra la puerta y echa el pestillo.
Abre el armario bastante enfadada por la conversación con su madre. No le gusta que se meta con su padre y lo más triste es que hacen los dos igual. Ella siempre acaba en medio de los dos y ya está harta de esa situación. Cada día aguanta menos ese clima que hay en su casa, dónde hasta hace unos meses, cuando su padre se empezó a codear con otra gente, no había ninguna discusión.
Se viste rápidamente con un vaquero y una camiseta de tirantes y sale disparada hacia la puerta. Se despide de su madre, abre la puerta y corre velozmente hacia la calle.
Desbloquea el móvil y lee el último mensaje que le ha dejado Pablo:

Ahora mismo estamos en el parque de San Jorge buscando a Sara. No sabemos si está aquí. Si por algún casual sales, ya sabes dónde encontrarnos.
Echa un vistazo al lugar que le rodea. Calcula cuánto le puede costar llegar desde ahí al parque y se pone a correr rápidamente. Piensa que en diez minutos puede llegar ahí, estar un rato con Pablo y de paso preguntarle a Sara que le ocurre. Más tarde saldrá rápido y comprará lo que le ha pedido su madre, justo para llegar a casa con la excusa de que había una gran cola en la tienda.
A los diez minutos llega al parque. Da un vistazo para ver si encuentra a Pablo y decide introducirse en el lugar. Observa el tobogán lleno de críos ansiosos por tirarse, los columpios abarrotados de niños y los padres gritándoles que tengan cuidado. Pero no hay rastro de Pablo ni de Sara.
No los encuentra. Rastrea la zona y piensa que se han debido ir. Pero algo le hace salir de sus pensamientos, una voz familiar la está llamando y no de forma muy educada.


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Capítulo 16

Zaragoza, 17 de abril a las 18:30…
-          Sigo sin comprender por qué se ha ido Sara.-dice Paula poco convencida de la explicación que le ha dado su amiga.
-          Ya te he dicho que yo no sé el motivo, solo la vi llorar e irse sin despedirse.-contesta Pilar un poco cansada de tener que dar esa misma explicación una y otra vez. No le apetece estar allí. Quiere irse lejos; junto a él, sin nadie más, nadie que pueda molestarles. Pero es por ahora no es posible.
-          Ya pero antes no me pareció ver triste a Sara. Cuesta creer que una simple llamada la haya puesto así.
-          Eso no es asunto nuestro Paula, si quiere contárnoslo ya nos informará, ahora lo importante es averiguar dónde puede estar.-expone Pablo con el objetivo de que Paula deje de pensar así de Sara. No le gusta que hablen mal de ella, aunque tampoco es que haya dicho alguna cosa grave, pero le duele, sobretodo porque hoy iba a ser la tarde de ellos dos; no la de Sara, Paula, Pilar, el chico nuevo del colegio al que acaba de conocer y suya. Es obvio que las cosas a veces no salen como nosotros esperábamos…
-          Tienes razón. ¿Sabéis dónde puede estar?-dice Paula un poco arrepentida por el comentario de antes.
-          No y me gustaría saberlo. Estoy muy preocupada por ella.-contesta Pilar con un tono de verdadera preocupación. Cierto que quiere estar con Nacho, pero eso no quita para que tema que algo le haya pasado a su mejor amiga. Está segura que el causante de esa huida ha sido Lucas y por eso quiere dejarlos a solas para que arreglen las cosas. Pero ya ha pasado suficiente tiempo y quiere saber ya que le ocurre, así que deja de lado su deseo de ir con nacho hasta el fin del mundo y propone algo;-chicos, podemos dividirnos en grupos de dos y dar una vuelta por la manzana para encontrarla. ¿Qué os parece?
-          ¡Es una buena idea!- grita Pablo. Se nota que quiere encontrarla pronto.
-          Perfecto. Pues tú y Paula podéis ir por los parques y nosotros dos por los establecimientos que más le gustan.
-          Vale. Si la vemos os mando un wash.
-          OK. Nosotros haremos lo mismo.
-          Luego nos vemos.
-          Adiós.
Pablo y Paula son los primeros en salir de la heladería. Giran la calle y se dirigen velozmente hacia el parque más cercano; un lugar con algún tobogán y un par de columpios, para que los niños se lo pasen bien. No es muy grande pero sí que tiene algún rincón para que una chica triste y con necesidad de estar sola se esconda.
Rastrean toda la zona sin éxito y desean probar suerte en el otro parque. Tienen la sensación de que tampoco la van a encontrar aquí, pero a veces el instinto puede fallar…

Zaragoza, 17 de abril a las 18:45…
Lleva varios minutos dando vueltas sin saber dónde ir. No quiere volver a casa pero tampoco quiere quedarse ahí. No le gusta estar en ese lugar y menos después de lo que ha estado a punto de pasar. Está claro que cada vez que ellos dos están juntos, la pasión se apodera de ellos hasta tal punto de dejarse llevar por los deseos más internos, sin importar lo demás.
No sabe ni como sentirse; ha vuelto a llorar una vez más, ha maldecido todo lo que se ha encontrado por su camino, ha jurado en falso, se ha vuelto a ilusionar para luego volverse a desilusionar. Ya no sabe si pegarle una bofetada por hacerle sentir de esa forma, o volverle a besar y dejarse llevar como antes; pero esta vez sin interrupciones, sin nadie más, sin tapujos, sus cuerpos enlazados cubiertos por la dulce brisa de una tarde de primavera.
Se queda en silencio, tumbada sobre la hierba al lado del banco. No quiere pensar más. Observa las nubes del cielo. Cierra los ojos y deja que su mente se libere de la tensión acumulada, del odio, del amor, del miedo.
Hace un rato que ha apagado el móvil. No le apetece tener que dar explicaciones a nadie. Cuando se encuentra con ganas llamará a sus amigos para decirles que se encuentra bien. Pero ahora no. No es el momento. Necesita estar sola, con sus pensamientos.
Todavía no puede creer lo que ha estado a punto de hacer. No era el lugar idóneo para perder la virginidad, pero en ese momento no le importaba y eso le preocupa un poco. Tiene miedo de lo vulnerable que se siente a su lado, de lo que puede ser capaz de hacer solo por estar junto a él. Si hace unos minutos le hubiesen dicho que ha estado a punto de hacerlo; no se lo hubiera creído. Jamás se había planteado llegar hasta el final con Lucas, pero está visto que hay cosas que no deben plantearse para realizarlas. Si no hubiera sido por Begoña, ahora mismo estarían aquí; los dos abrazados junto al otro, sonriéndose sin vergüenza, mirándose el uno al otro sin poder apartar la mirada, recordando ese momento una y otra vez… Pero no ha sido posible, una vez más ha llegado justo a tiempo para evitar la mayor locura de toda su vida. Esa chica parece tener un radar para impedirles avanzar más.
Vuelve a maldecir una vez más. Le ha fastidiado demasiado la intromisión de Begoña. Sabe que lo ha hecho a posta, que de alguna forma ha averiguado dónde estaba su novio y lo que estaban haciendo y eso solo para interrumpirlos justo cuando iban a dar un paso más. Hay algo en su mirada que le incita a pensar eso. No le parece una buena chica; es muy obsesiva y muy controladora, por eso tiene miedo de lo que pueda decirle a Lucas. No quiere perderle, pero tampoco llega a entender por qué sale con alguien así. Sin embargo, lo de antes le ha servido para entender que hay alguna razón oculta para que ellos dos sigan siendo una pareja. No sabría exactamente cuál podría ser, pero había algo en sus ojos, en su mirada, en sus gestos, en sus besos; que se lo indicaba.
No va a presionarle, pero no va a aceptar ser el segundo plato de nadie. Sabe que le quiere y por mucho que diga que no ocurrirá nada cuando está con él; siempre acaba sucediendo algo que le hace enamorarse aún más de él.
Decide escuchar un poco de música, con que coge el bolso y rebusca en él, con el objetivo de sacar su IPod. Abre la lista de música y escoge Come And Get It de Selena Gómez.  Se siente bastante identificada con la canción;

 “No tienes por qué preocuparte, es una invitación abierta. Me quedaré sentada aquí muy paciente. Todo el día, toda la noche, estaré aquí a la espera. No puedo evitarlo pues me encanta, odio amarte como te amo. Todo el día, toda la noche, tal vez sea adicta de por vida, no miento.”

Ella se quedará sentada, esperando el momento en el que se dé cuenta que solo puede ser feliz con ella. Odia amarle de esa manera, odia que tenga tanta dependencia de él, odia esa vulnerabilidad que posee, odia que las piernas le tiemblen cada vez que él está delante, odia ser feliz solo cuándo él está a su lado; pero le quiere y eso no lo puede evitar.


martes, 10 de septiembre de 2013

Capítulo 15

Zaragoza, 17 de abril a las 18:07…
-          Tienes que decirme dónde está por favor.
-          Si supiera dónde está te lo diría, pero hace unos minutos que se ha marchado de aquí y no ha dicho dónde iba.
-          Necesito verla.
-          Pero yo no lo sé de verdad. Lo siento.
-          ¿Y no sabes dónde ha podido ir?
-          Lo único que sé es que le han llamado y cuando ha colgado estaba llorando. Luego ha cogido sus cosas y se ha marchado corriendo.
-          Entiendo.
-          Lo siento.
-          No pasa nada, muchas gracias Pilar.
-          De nada Lucas y si sabes algo de ella llámame. No me coge el móvil.
-          Lo haré. Adiós.
-          Adiós.
Cuelga. Se tira contra el suelo. Desea dejar de existir en este momento. Por su culpa la persona que más quiere está sufriendo y ahora está en paradero desconocido. No tiene ni idea de si se ha ido a su casa o todavía sigue deambulando por la calle. Pero no puede quedarse en casa, necesita encontrarla. Se pone en pie, coge las llaves y el móvil, baja las escaleras que hay de su casa hasta el portal y sale a la calle a toda prisa sin saber muy bien dónde ir. En ese momento sus piernas no son las que se mueven, sino su corazón, su amor hacia ella, su ansia por encontrarla. Recorre todas las calles de Zaragoza, buscando en cada rincón, pero no la encuentra. Sigue corriendo hasta que llega a un lugar que le trae viejos recuerdos. Un lugar dónde hace unas semanas algo en su interior cobró vida, algo que solo ella despertó.
No sabe muy bien por qué ha decidido ir hasta aquí, pero no va a detenerse, necesita comprobar que tanto sus recuerdos como los suyos les han traído hasta aquí; el lugar dónde se dieron su primer beso. Y justo cuando estaba a punto de darse por vencido; de tirar la toalla y volver, la ve; sentada en el banco, en su banco, en el lugar dónde sus sentimientos mejor guardados florecieron y también dónde sus sueños de estar juntos desaparecieron.
-          Sabía que estarías aquí.-dice Lucas mientras se sienta al lado suyo.
-          No era ninguna adivinanza.-responde Sara intentando taparse la cara.
-          No hace falta que te ocultes, sigues estando preciosa hasta cuando lloras.
-          ¿A qué has venido? ¿A decirme cuatro piropos tontos, darme esperanzas, crearme nuevas ilusiones y cuando yo vuelva a sonreír; recordarme que estás saliendo con alguien de quien no estás enamorado porque soy yo la que tiene tu corazón? ¿A volverme a engañar como una cría estúpida, o debería decir una estúpida cría enamorada? Porque eso es lo que soy; una cría que se dejó engatusar por alguien que lo único que quiere es jugar con ella. Jamás debí enamorarme de ti. Solo querías dejarme como una idiota enamorada, una pobre niña que se resigna a ser “la otra” de un chico que nunca le ha querido, porque aunque me repitas que tú me quieres, no puedo creerte, siendo que estás saliendo con ella. Otra víctima de tus engaños.
Lucas no puede creer todo lo que está diciendo. Le duele oír todas esas palabras. No quiere escucharla más. Necesita explicarle todo, necesita que le crea.
-          No te puedes imaginar la cantidad de mentiras que acabas de decir.
-          Ya claro, mentiras… Y si todo esto es mentira; dime por qué sales con ella, por qué no sales conmigo, por qué no cortas con Begoña. Yo te lo diré; porque eres un farsante, porque te gusta jugar con la gente, porque aprovechaste mi enamoramiento para ocultarme que estabas saliendo con otra y estoy segura de que si no nos hubiera interrumpido Begoña en aquel maldito beso que te di; jamás me lo hubieras dicho.- baja la cabeza a la vez que se quita unas lagrimillas que caen de sus ojos.- ¿y sabes lo que más me duele? Que yo te sigo queriendo, que no puedo odiarte, que a pesar de todo esto sigues siendo el que ocupa un lugar en mi corazón y mientras tú te ríes de mí y de mi estupidez, mientras tú estás con tu novia riéndoos de mí, mientras tú eres feliz con ella; yo estaré aquí, echándote de menos, rogando al cielo para que vengas a por mí, para que me beses y me hagas creer en cuentos de color rosa otra vez, para que me hagas feliz con solo pronunciar una frase; esa maldita frase que hace que yo vuelva a ilusionarme y que solo tú pronuncias tan bien.
Sara vuelve a coger un pañuelo y llora con más intensidad. El pelo y las manos cubren su rostro todo enrojecido y triste. Lucas está paralizado, no sabe qué hacer, no tiene ni idea de cómo convencerla de lo contrario.
-          Sara, te quiero ¿y sabes por qué? Porque solo a una persona que quiero de verdad le haría esto que estoy a punto de realizar.
Le levanta la cara suavemente al mismo tiempo que le quita las manos de la cara y sin más preámbulos sus labios se juntan, como aquella vez, en un lugar apartado del mundo, dónde nadie pueda verles, dónde nadie les juzgue, dónde nadie sea testigo de su pequeño pecado. El tiempo pasa, pero no para ellos. Los segundos se hacen horas. La mano de Lucas recorre todo el cuerpo de la muchacha. Ella se deja hacer, se deja llevar por su corazón. La camiseta de la chica se sube lentamente y deja visible su perfecta espalda. El chico acaricia su piel con cariño, no quiere asustarla ni intimidarla, pero hay algo en él que necesita avanzar; un sentimiento, un ardor. A ella no le importa, sabe perfectamente lo que está a punto de ocurrir, pero no le importa; quiere hacerlo. Ahora el que manda es su corazón, la razón perdió la batalla una vez más.
Los labios del chico recorren su cuello suavemente, lo que estremece a la chica. Le gusta sentir sus labios contra su piel, pagaría por estar siempre así.
Esta vez no hay distancia. Sus cuerpos están más pegados que nunca; prácticamente son uno, pero algo les hace separase, algo impide que lleguen a más, algo hace que sus labios se despeguen, algo hace que se asusten; algo llamado Begoña:
-          Cariño ¿no decías que no podías quedar hoy?
-          ¡Begoña! ¿Qué haces aquí?-pregunta Lucas mirándola fijamente, molesto por la interrupción.
-          Estaba paseando cuando me ha parecido oír tu voz detrás de estos arbustos. ¿Y tú? ¿Se puede saber que haces con ella?- pregunta mirando a Sara por encima del hombro, fijándose en lo mal colocada que está su camiseta.
-          Yo…est..ba…paseando también. –responde Lucas muy dudoso y nervioso.
-          Entiendo.-dice Begoña con desdén- Y ahora que estás aquí, ¿quieres tomar algo conmigo?
-          <<No claro que no, lárgate, no quiero estar contigo sino con ella. >>- Si claro.
-          Perfecto. Pues acompáñame. Ahora eres sólo mío.-Dice Begoña al mismo tiempo que se agarra del brazo de su novio y le dedica una mirada de odio a Sara.


lunes, 9 de septiembre de 2013

Capítulo 14

Zaragoza, 17 de abril a las 18:00…
-          ¿Por qué no puedes quedar?
-          Tengo que estudiar, los exámenes están a la vuelta de la esquina y no puedo permitirme el lujo de salir por ahí. Lo siento.
-          ¿Ni media hora?
-          Ni eso.
-          Yo quiero verte cariño.
-          Y yo. Cuando termine podremos quedar más tiempo.
-          Vale, pues te dejo estudiar.
-          Vale, gracias.
-          De nada. Adiós te quiero.
-          Adiós.
Cuelga y deja el teléfono al lado de su mesa. Le ha vuelto a mentir otra vez pero no quiere estar con ella ahora mismo. Necesita estar solo, reflexionar y pensar en otra cosa que no sea ni Begoña ni Sara, aunque de la última persona está claro que ocupará sus pensamientos siempre.
No le apetece hacer nada, ni hablar con nadie, ni estudiar, ni estar de pie, ni estar sentado, ni estar tumbado, ni reír, ni llorar… simplemente no quiere estar para nada.
Se tumba sobre la cama, se levanta, se sienta en una silla, da vueltas alrededor de su habitación, se queda de pie al lado de su silla, juguetea con las puntas de sus zapatos, salta, chilla, se queda callado… no sabe qué hacer.
Y en ese momento, algo pasa por su cabeza, una idea que quizás a ella no le guste pero necesita hacerlo, necesita saber de ella, necesita explicarle que ha cometido otra vez un error, que ha sido un estúpido, que necesita oler su aroma una vez más, que quiere compartir ese mismo momento una vez más.
Coge el móvil y marca un número, a los pocos segundos el destinatario contesta para alegría de Lucas.
-          Hola
-          ¡¡Sara!! Tengo que hablar contigo otra vez.
-          ¿De qué?
-          De lo mismo de antes.
-          ¿No decías que habíamos terminado?- Dice Sara con un poco de sorna.
-          Lo siento.
-          Yo también.
Silencio. La chica no quiere continuar la conversación y decide colgar. El chico le ruega que no lo haga pero ya es tarde, ella se ha cansado. Apresuradamente Lucas vuelve a marcar su número, pero su viejo amigo; el contestador, aparece cada vez que quiere contactar con ella. Tira el móvil en la cama y se echa a llorar. No puede hacer otra cosa más que gritar y maldecir aquella estúpida frase.
Vuelve a ponerse en pie y se seca con la manga de su chaqueta las lágrimas derramadas.  Coge de nuevo el móvil y marca un número distinto al de antes, un número que quizás tenga  la respuesta a su pregunta, aunque esta vez el destinatario ha tardado un poco más que el de antes.

Zaragoza, 17 de abril a las 17:50…
-          Bueno ya hemos llegado, ¿te gusta?
-          No está mal, es acogedor.
-          ¿Pedimos ya?
-          Claro. Pide por esa boquita que yo te lo compro.
-          Entonces uno de fresa, me gusta mucho ese sabor.
-          Está bien saberlo. Por favor pónganos uno de fresa y otro de dulce de leche.- se dirige hacia la dependienta.
-          ¿Dulce de leche? Es mi favorito.
-          ¿Y por qué no te o has pedido de ese sabor?
-          Hoy me apetecía de fresa.
-          Entiendo.-Se miran el uno al otro. No existe nadie más en ese mismo momento; ni el niño que juega con un avión de papel a su lado, ni el padre que le echa la bronca por molestar, ni los ancianos conversando sobre hazañas de tiempos anteriores, ni la dependienta colocando una bola de helado en cada cucurucho; nadie, absolutamente nadie, solo él y ella. Ella le mira con amor; él con adoración, ella le sonríe con timidez; él con seguridad. Pero aunque para ellos nadie más exista, están en un lugar rodeados de gente y tarde o temprano se hacen manifestar…
-          Aquí tienen, muchas gracias.
Pilar se gira bruscamente y coge los dos helados. Nacho paga y se dirigen a una mesa apartada. Mientras caminan, hay una persona que se ha dado cuenta de su presencia, cosa que ellos no han hecho.
-          ¡¡Hola chicos!!
-          ¿Sara? ¿Qué haces tú aquí?- responde Pilar un poco molesta por la interrupción.
-          ¿Por qué todo el mundo me responde hoy con esa pregunta?- dice Sara con una sonrisa burlona.
-          Perdona. Solo que me ha sorprendido.
-          Pues anda que a mí, por cierto, ¿no me vas a presentar?
-          Oh sí perdón, Pilar te presento a Nacho; un amigo…- dice señalándolos a la vez.
-          Encantada.-Se dirige hacia Nacho y le da dos besos en las mejillas.-Yo soy Sara.
-          Encantado, soy Nacho.
-          Me suena de algo, no sé por qué.
-          Puede que sea del colegio.-responde Nacho con un toque burlón.
-          ¿Vas a mi instituto?
-          Sí, de ahí es de dónde conocí a Pilar.
-          Ah pues no lo sabía. ¿Eres nuevo?
-          Sí. Hace apenas un mes que he venido.
-          Por eso será que no te conocía.-dice Sara con una sonrisa que le ilumina toda la cara, lo que provoca otra sonrisa en el chico.
-          ¿Y tú con quién estás Sara?- pregunta Pilar con la intención de meterse en la conversación.- ¿Has venido con alguien?
-          Sí, pero ahora están en el baño y les estoy esperando. Si queréis podéis sentaros con nosotros y charlamos un rato para conocernos mejor.- cuando pronuncia las últimas palabras, mira al chico que acaba de conocer. Es guapo y muy apuesto, haría buena pareja con su amiga y le alegra ver que ella también está interesada en él. Le encantaría ir algún día a tomar algo en parejas; ella y Lucas serían una, y la otra la formarían ellos dos, pero sabe que eso no es posible, al menos por la parte que le toca.
-          Vale, por mi bien.-dice Nacho con una sonrisa dibujada en su rostro. Parece realmente interesado en charlar con esa chica tan simpática.
-          Por mí también.-contesta Pilar con un tono claramente contradictor con sus palabras. No le hace ninguna gracia compartir a Nacho con nadie. Sabe que son sus amigos y que no van a hacer nada malo, pero algo en su interior hace que ella se sienta así.
Sara les acompaña hasta su mesa y les ofrece los dos asientos vacíos que antes ocupaban Paula y su buen amigo Pablo. Le dedica una simpática sonrisa a cada uno y les invita a empezar los helados que se acaban de comprar.
-          ¿Y bien? ¿Están ricos?-pregunta Sara.
-          Delicioso.-responde Nacho con una parte del labio superior manchado.
-          El mío también.-Dice Pilar con menos entusiasmo.
-          Me alegro.-otra sonrisa sincera en su rostro. No hay rastro de tristeza en su cara, aunque en su interior no ocurre lo mismo. No quiere volver a pensar en lo de esta mañana, esta vez no, quiere olvidarlo por unos minutos y disfrutar de la agradable compañía de sus amigos, aunque dos de ellos estén desaparecidos en el baño. Se pregunta por qué tardan tanto, pero no quiere meterles prisa y decide iniciar una conversación con su buena amiga Pilar y el chico por el que está claro que suspira.- ¿Qué os trae por aquí esta tarde?
-          Pues a Pilar le apetecía tomar algo y he decidido invitarla.
-          Todo un caballero.-responde Sara mirando a Pilar con otra de esas sonrisas que es inevitable acompañarla.
-          No hacía falta, yo hubiera podido pagarlo también.-dice Pilar intentando que el ardor que hay en sus mejillas desaparezca. No puede evitar sonrojarse cada vez que él le mira.
-          Ya lo sé, pero me apetecía invitarte. ¿Tiene algo de malo?
-          No claro que no.-responde Pilar con una sonrisa tímida.
Silencio. Silencio cargado de sentimientos. Silencio cargado de miradas que hablan. Silencio cargado de amor. Silencio que interrumpe una música procedente de un móvil:
-          Perdonad ahora vuelvo.- Sara se levanta y se dirige hacia fuera. Mientras; Nacho y Pilar siguen mirándose el uno al otro.
-          Estás preciosa cuando sonríes.-sube la mano y le acaricia suavemente la mejilla. Eso provoca que el ardor de las mejillas de la chica se acreciente más.
El tiempo se vuelve a parar. El mundo deja de girar. El sol se mantiene firme. Las personas que les rodean se han quedado paralizadas. No existe nada más que ellos. Salvo una persona muy importante en la vida de Pilar, que ahora mismo se dirige hacia ellos con unas lágrimas en el rostro, apresurándose por coger sus cosas y salir corriendo del establecimiento sin ni siquiera despedirse.


domingo, 8 de septiembre de 2013

Capitulo 13

Zaragoza, 17 de abril a las 17:35…
-          ¿Qué hacéis vosotros aquí?
-          Pues lo mismo que tú; tomar un helado.-responde Sara mientras le da dos besos a Paula.- ¿No te alegras de vernos?
-          Claro, solo que me ha sorprendido.
-          ¿Y tú que haces aquí sola?
-          No tenía nada que hacer y me apetecía tomarme algo.
-          En ese caso, ¿te importaría que nosotros te acompañásemos?-pregunta Sara con una sonrisa en la cara que resulta imposible decirle que no. A veces Paula tiene envidia de ella, pero es una envidia sana, un envidia de amiga que sueña con gustarle a alguien.
-          Claro que no.
Sara y Pablo se quitan sus chaquetas y las dejan apoyadas en los respaldos de las sillas, mientras se sientan lentamente.
-          ¿Ya habéis pedido?
-          No, pero tampoco sé que sabor cogerme. Soy bastante indeciso.- concluye Pablo a quien no parece encantarle la idea de haber encontrado a Paula ahí.
-          Te recomiendo el de chocolate, es mi favorito.-Dice Sara mientras abre su bolso y rebusca en él.
-          El de mango también está delicioso.-interviene Paula.
-          Puede que sí pero prefiero el de chocolate.
-          Lo suponía.
-          ¿El qué?
-          Nada.- Responde tajante Paula. Estaba segura de que iba a elegir ese sabor, ya no porque le guste, sino por la persona quien se lo ha recomendado.
-          Entonces nos cogeremos los dos de chocolate ¿no?-pregunta Sara intentando obviar la pequeña discusión de antes.
-          Vale, vamos.
Los dos chicos se levantan de sus sillas con unos euros en la mano. Eligen cada uno el sabor que les apetecía, pagan sus respectivos precios y vuelven a la mesa.
-          ¿Qué tal están?- Sara da un pequeño bocado a su helado.
-          Delicioso.-contesta Sara.
-          ¿Y el tuyo Pablo?
-          También.-responde Pablo aunque sin mucha emoción. Hay una gran diferencia entre ellos dos y cuesta de creer que en tan poco tiempo se hayan hecho tan amigos. Se rumoreaba que Sara solo estaba con Pablo para intentar olvidar a Lucas, pero esas habladurías desaparecieron hace ya tiempo. Sara no siente nada por él, aunque de él; Paula nunca ha estado segura de si en verdad sentía algo más por ella que una simple amistad.
-          Me alegro.
Los tres chicos saborean sus helados y comparten entre ellos algunas sonrisas y unas cuantas carcajadas a causa de la torpeza que ha tenido Paula de tirarle un poco de helado en la camisa de Pablo. La chica se avergüenza de inmediato y le acompaña al baño, dónde le ayuda a limpiarse:
-          No se va, joder.
-          Yo de verdad que lo siento mucho, ha sido un gran error por mi parte.- se disculpa Paula un poco entrecortada por la metedura de pata. Le causa mucha vergüenza hacer el ridículo de esa manera, pero en realidad no sabe cómo ha sucedido exactamente, cómo se despistó, qué estaba mirando para que sucediera eso; sus ojos, su mirada, sus labios… no lo sabe.
-          Eso da igual ahora, lo que importa es que esto no se va y no tengo otra camisa.
-          Igual si le das con un poco de jabón se va.
-          Puede ser, vamos a probar.
-          Vale.-Paula se dirige a la balda dónde está colocado una pastilla de jabón. La coge y se la entrega a Pablo cuándo…- Toma aquí la tie… ¿¿¡¡qué haces sin camiseta!!??
-          Si quiero lavarla bien tendré que quitármela, no hay ningún problema ¿no?
-          << ¿Qué no hay ningún problema? ¿Me estás vacilando? ¡Cómo se te ocurre quitarte la camiseta delante de mí! Aunque la verdad es que tiene buen cuerpo y unos buenos músculos. Se podría decir que está hasta bueno. ¡Pero que narices digo! Si no me gusta, ¿o sí?...>> - No no, solo que me ha sorprendido nada más.
-          Perfecto.-Paula no deja de mirar cada parte de su cuerpo, le sorprende que un chico que sea tan tímido tenga tan buen cuerpo. Está increíblemente bueno y lo raro es que no se haya dado cuenta antes. Quizás él no quería causar esa impresión aunque sigue sin comprenderlo.- ¿Podrías dejar de mirarme y ayudarme? Sara nos está esperando y no quiero tardar mucho.
-          << Claro, Sara lo había olvidado, es por ella por quién has venido. En fin, era de esperar>> - Oh si, perdona, enseguida acabamos.

Y mientras los dos chicos hacen todo lo posible para limpiar la camisa, Paula le mira de reojo cada vez que éste no se da cuenta. Todavía no sabe el porqué de sus mejillas coloradas, de su sonrisilla tonta, de sus ojos iluminados, pero solo espera que no sea lo que ella está pensando en este momento.