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jueves, 5 de septiembre de 2013

Capítulo 10

Zaragoza, 17 de abril a las 16:00…
Las cuatro ya, y todavía no ha empezado a comer. Últimamente no tiene ganas de nada. Hoy ha sido un día asqueroso; la de lengua le ha puesto un cero por no hacer los deberes, sus amigas cada vez la odian más, sus padres no hacen más que discutir y cada día está más sola. ¿Y todo esto por qué? Por un tío. Lo mismo de siempre; los mismos sentimientos, la misma culpabilidad, los mismos deseos, los mismos lloros. Ya no puede más. No quiere vivir. No merece la pena. Es duro admitir que ya no quieres formar parte de esta vida, pero es demasiado cobarde para suicidarse. Nunca se ha atrevido a contarle esto a nadie, de hecho, nadie ha mostrado últimamente ningún interés por ella. Es como si viviera en un mundo lleno de gente ciega, que no se dan cuenta de lo que le pasa y no está segura de sí este sufrimiento se acabará algún día.
Quiere llorar otra vez, desahogarse, dejar que toda la rabia y todo el dolor contenido salgan, pero no puede, no le quedan lágrimas.
De repente algo le hace sentirse un poco más feliz. Tiene un WhatsApp. Lo abre y ve que se trata de él, la única persona que ahora mismo le puede hacer muy feliz, aunque él no lo sepa. Lo lee rápidamente y lo vuelve a leer otra vez. Es el típico mensaje entre amigos pero ella se siente ahora mismo en una nube, como si no tuviera problemas, como si fuera feliz…

¡Hola María! No te he visto hoy por el colegio, he ido a buscaros. ¿Qué tal? Respóndeme cuando puedas.


Es curioso cómo un simple mensaje de esa persona te puede hacer la chica más feliz del mundo. Sabe que es una chorrada y que muchos no la entenderían, pero le da igual. Recuerda una entrada que leyó hace mucho tiempo en un blog:

Un día me dijeron que me querías, que me mirabas a escondidas desde hace tiempo, que cada vez que oías mi nombre callabas y sonreías, que reías cuando yo reía, que ponías cualquier excusa para verme, que me necesitabas tanto como yo te necesito.
Un día alguien me hizo feliz, alguien me dio esa felicidad que tanto buscaba, alguien me hizo ilusionarme con un mundo a tu lado, alguien hizo que mis problemas se esfumaran de repente, alguien me hizo amarte más de lo que ya te amaba.
Un día pensé en todo lo que podíamos ser, en todo lo que podíamos hacer, en todo lo que podríamos soñar, en todo lo que podríamos conquistar.
Un día, sin quererlo ni saberlo, me hiciste feliz.

Nunca nadie le dijo que Pablo hiciese eso, pero ella se sentía así cuando estaba con él; feliz. Parecía que esa entrada estuviese escrita para ella, aunque él no le quisiese. Le daba igual, le ha hablado, eso es lo importante. No piensa volver a llorar delante de nadie y menos delante de él. Ya lo hizo una vez y aunque sirviese para conocerle, no le gustó nada romperse delante de él.

Zaragoza, 5 de marzo a las 19:00…
-          ¡Eres una guarra!-grita Diana con la intención de que todo el mundo la oiga.- me robas a mi novio, me engañáis los dos y aun así tienes la cara de presentarte aquí, lárgate antes de que te pegue una bofetada.
-          Yo ya te he dicho que lo siento y si he venido aquí es para solucionarlo.- las lágrimas se apoderan rápidamente de ella, no puede evitar sollozar y suplicar su perdón. Quiere arreglarlo cuanto antes.
-          Me importa un comino que lo sientas. Tú sabías perfectamente que era mi novio y que lo quería mucho y aun así te lo ligaste, lo engatusaste para que callera en tus redes. A saber cuántos novios nos has birlado y no nos hemos dado ni cuenta.
Diana está fuera de sí. Parece otra. La gente no puede creer lo que está pasando. Aquel día que tanto prometía se está fastidiando. Los chicos intentan calmar a Diana pero es inútil, no va a parar. Sara mira muy preocupada a María, no sabe qué hacer. No quiere que discutan más y no se le ocurre otra cosa que ponerse en medio.
-          Chicas por favor dejare de discutir, la gente se está asustando.
-          Tú no te metas Sara, esto es una cosa entre la “robanovios” y yo.
-          Te equivocas, sí que es cosa mía, porque las dos sois mis amigas.
-          ¡Qué te calles de una maldita vez joder! ¿O acaso tú estabas al corriente de los líos que se traía esta con mi novio?
Sara se queda paralizada, tanto por la forma en qué le ha hablado como por la pregunta que le ha hecho. María no para de llorar. Sabe que su amiga se ha quedado sorprendida pero la va ayudar. Va a mentir por ella.
-          Ella no sabía nada.
-          Pues entonces que nos deje en paz.
-          Sara vete.
Sara decide hacer caso a María. Tiene miedo de que alguna pregunta inoportuna vuelva a no poder ser respondida.
-          Y tú, lárgate ahora mismo de aquí. Nadie te quiere ver ya. Todos saben lo que me hiciste y todos me van a apoyar a mí. ¿Lo ves? Estás sola y sola estarás para siempre.
Diana lo hace de forma tajante. Nadie le discute aunque varias personas no piensen igual que ella. Allí al fondo se ve a un chaval un poco sorprendido por todo. No parece enterarse de nada, aunque ahora entiende un poco más la conversación que ha tenido hace unos minutos con su nueva amiga Diana.
-          Diana por favor perdóname.- le suplica María
-          ¿Qué te perdone? ¿Estarás de broma? Jamás podré perdonarte y jamás lo querré hacer y ahora haznos un favor a todos y lárgate.
Diana decide no esperar a que se vaya y se marcha ella antes, seguida de unos pocos chicos y su fiel amiga Paula.
Otros chicos se alejan por su cuenta, quedando solo María, Pilar, Pablo y Sara.
Pilar mira a Sara, con un gesto de pocos amigos. Sabe que ella estaba al corriente de la relación entre María y Sergio pero no quiere decir nada y se marcha con Diana.
Sara está indecisa, le duele dejar a su amiga así pero Diana tenía razón; se ha pasado. Decide ir también con Diana dejando solos a María y Pablo.
-          ¿Estás bien?
-          No.
-          Lo sé.
-          ¿Y si lo sabes para que preguntas?
-          Para ver si eras capaz de reconocerlo.
María se tapa los ojos rojos que tiene a causa de las lágrimas. Pablo la observa. Es una chica bastante atractiva, normal que cualquier tío se interesase por ella, incluido el novio de su amiga (por lo poco que ha podido entender de aquella dolorosa discusión).
-          Oye, ¿quieres hablar?
-          No sé quién eres.
-          Eso tiene fácil solución. Me llamo Pablo.
-          Yo soy María y me encantaría darte la mano pero no quiero que me veas llorar.
-          ¿Por qué? Eso es humano.
-          Las chicas no lloran delante de los chicos.
-          ¿Y eso desde cuándo?
-          Desde siempre.
-          Mentira.
Se dirigieron hacia un banco un poco más alejado de la zona, justo en el que hace unas horas, una declaración de amor había sido la causante de un dulce beso entre dos personas que se querían demasiado.

Hablaron durante horas, se contaron sus problemas, como si fueran amigos de toda la vida. Se desahogaron el uno con el otro. Ella le contó su lio con el novio de su amiga y él le contó la ruptura con su novia. Se dieron los teléfonos y siguieron en contacto todos los días. De vez en cuando se veían y quedaban. Se convirtieron en muy buenos amigos hasta tal punto de que ella empezó a sentir algo por él. No era la misma cuando él estaba a su lado. Era otra completamente distinta; más contenta, más sonriente, más feliz. Pero a veces esa felicidad se puede esfumar con solo una palabra, un gesto, una acción, una tentación y es entonces cuando nos damos cuenta de lo que verdaderamente le importamos a las personas.

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