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miércoles, 4 de septiembre de 2013

Capítulo 9

Zaragoza, 17 de abril a las 14:55…
“No te preocupes, ya habíamos acabado”.<< ¡Cómo ha podido ser tan estúpido! No habíamos acabado, algo estaba a punto de suceder, algo que si no hubiera sido por culpa del estúpido ese habrían hecho realidad>>. Hacía ya mucho que no experimentaba algo así con ella y se estaba cumpliendo. Mañana volverá a hablar con ella de eso no hay duda.
Atraviesa la calle con prisa, como si quisiera llegar pronto a casa, aunque nadie le espera en casa. Su padre se ha ido a trabajar y su madre… buena pregunta, ¿dónde narices estará su madre?
Decide no pensar más en eso. Coge los cascos otra vez enredados. Los desenreda y los conecta al móvil. Abre la carpeta de música y elige una alegre. No le apetece escuchar ninguna romántica, tiene miedo de volver a pensar en la chica que siempre ocupa sus pensamientos. Pasa por delante de las tiendas, ya cerradas, al ritmo de Don´t stop the dancing.
Mete la mano en su bolsillo y rebusca entre monedas y algún que otro pañuelo. La vuelve a sacar con algo entre sus manos; unas llaves. Llega al portal y abre la puerta. Sube rápidamente las escaleras. Mira el reloj; ¡un nuevo record!; siete segundos. Mete otra vez las llaves en la cerradura y entra en su casa. Deja la mochila en su cuarto, se quita la ropa y se pone una camiseta vieja y un pantalón medio roto, lo más cómodo que ha podido encontrar. Entra en la cocina y se prepara algo ligero; un sándwich de jamón de pavo. No tiene mucha hambre, la conversación de antes le ha quitado el hambre. Se sienta enfrente de la tele y empieza a buscar un canal con algún programa interesante. Fracasa.  Da un bocado pequeño a su comida, degustándola poco a poco. A los pocos segundos se oye un pitido. Procede de su móvil. Se levanta y lo desbloquea. Es un WhatsApp. Lo abre con la esperanza de que sea ella. Para su sorpresa no se trataba de Sara, sino de otra persona que hasta hace unos quince minutos, cuando acabó la conversación con ella, no había pasado por su cabeza hasta el momento.
Hola cariño, ¿Qué tal? Acabo de llegar a casa y me apetecería quedar esta tarde contigo. ¿Estás libre? Un beso.
No le hace mucha ilusión quedar con ella. Cada día aguanta menos no poder gritarle a todo el mundo que la persona de la que en realidad está enamorado no es ella, sino otra, otra que en ese momento le odie más que a nada por haberle mentido y es que hay cosas que no se pueden contar, ni siquiera a la persona que jamás podría enfadarse de verdad con él.

Zaragoza, 17 de abril a las 15:30…
Ya ha comido hace un rato. Sigue tumbada en el sofá. Su madre ha llegado hará unos diez minutos. Se han saludado con dos cálidos besos y se ha ido a prepararse algo de comer también. Ahora sale de la cocina dispuesta a comer ese bocadillo vorazmente.
-          Bueno hija, ¿qué tal el colegio?
-          Bien, como siempre.
-          ¿Te han preguntado hoy en alguna asignatura?
-          No, hoy no me tocaba.
-          ¿Y cuándo te toca?
-          Pues seguramente a la semana que viene, un día antes del examen de física.
-          Ah es verdad, ¿qué tal lo llevas?
-          Pues mal, ya sabes que odio esa asignatura.
-          Lo sé, pero tienes que darla.
-          No sé cómo pude meterme a ciencias.
-          El año pasado se te daba bien.
-          El año pasado no tenía la profesora que tengo este año.
-          Por la profesora que tengas no se puede odiar la asignatura.
-          Pues ya vez que sí.
-          El año que viene tendrá a otra.
-          Eso espero.
La madre da dos bocados mientras mira de reojo a su hija. Se siente orgullosa de ella y aunque cada vez puedan pasar menos tiempo juntas, la quiere más que a nada. Es una chica muy guapa y ha ganado mucho con los años. Seguramente tenga por ahí algún pretendiente, como ese Lucas del que tanto ha oído hablar mientras su hija conversaba animadamente con alguna de sus amigas.
-          Hija, yo a las cuatro y media me tengo que volver a ir. Ahora me iré a duchar y me cambiaré. ¿Tú tienes algún plan para esta tarde?
-          Seguramente quedaré.
-          ¿Con Pilar?
-          Sí.-miente- A las cinco o así.
-          Muy bien pero estudia un poco antes que sino no te dará tiempo.
-          Vale mamá.
No le gusta mentir a su madre pero todavía no le ha hablado de Pablo. No sabe exactamente el por qué, pero nunca ha surgido. Tarde o temprano tendrá que decirle que es un buen amigo pero de momento ya tiene bastante con las preguntitas que le hace su madre sobre Lucas, y lo que más le fastidia es que siempre está en lo cierto; “que si ese chico es muy mono, que si le gustas, que si a ti también te gusta…” Siempre lo mismo y siempre la misma respuesta; que va mamá, solo somos amigos. Las típicas mentiras que nadie se cree.
La madre sale de la habitación después de dar el último mordisco a su bocadillo. Se dirige hacia su habitación y se desnuda. Sara decide encender la tele aunque sabe que no la va a ver. Mira hacia un punto fijo, empanada, sin darse cuenta de nada. No deja de darle vueltas a la conversación anterior. Le duele las últimas palabras de Lucas; “No te preocupes, ya habíamos acabado”. ¿Han acabado? ¿Ya? ¿Tan pronto? ¿El qué han acabado? ¿De hablar? ¿De ser amigos? ¿De amarse? No lo entiende.
La tele sigue hablando. Ahora están con una noticia. Parece que un niño ha desaparecido, pero no lo escucha. Sigue en otro mundo, en su mundo. 
Oye a su madre dirigirse de nuevo al salón. Eso le hace volver a la realidad.
-          Me voy a duchar ya.
-          Vale mamá.
Gira la cabeza para mirarla. Lleva una toalla alrededor de su cuerpo. Está guapa. Es guapa. Cualquier hombre podría interesarse otra vez por ella. << ¡Pero qué digo! Mamá ya tiene un pretendiente; papá, que aunque no hable mucho ahora con él, le sigue queriendo como antes >>.
-          Oye mamá, ¿has vuelto a hablar con papá?
-          El otro día me llamó, parece que le va muy bien en su nuevo trabajo en Alemania.
-          ¿Y cuándo vuelve? Le echo de menos.
-          Pues dice que en un par de meses.
-          Eso es mucho.
-          Dos meses se pasan volando.
-          No te creas. Cuándo te falta alguien tan importante en tu vida, los segundos se hacen minutos, los minutos; horas, las horas; meses y los meses años.
-          No exageres.  Dentro de poco lo volveremos a tener aquí y volveremos a ser una familia unida.
-          Eso espero.
La madre sale del salón y vuelve a dirigirse al baño. Desde el salón, Sara escucha cada uno de los movimientos de su madre; cerrar la puerta, encender la calefacción, encender el grifo y la ducha y por último meterse en la bañera.
Sigue pensativa, pero esta vez es por otro tema. Quiere volver a ver a su padre. Hace ya casi dos años que no lo ve y teme que por esta ausencia, su madre deje de quererle. Al principio, se llamaban todos los días, se echaban muchísimo de menos y casi siempre acababan llorando. Con el tiempo las llamadas y los “te quiero” acabaron descendiendo hasta tal punto de llamarse una vez cada mucho tiempo. Su padre tuvo que irse porque aquí no encontraba trabajo y si no conseguía un puesto pronto, la crisis les tocaría de lleno. Les propuso la idea de empezar una nueva vida en Alemania, pero Sara no quiso separarse de sus amigas y su madre no quería abandonar su ciudad natal, por lo que optó por irse un par de años, hasta que reuniese el dinero suficiente para volver y poder mantenerles.  A los pocos meses, su madre consiguió un puesto de camarera en un restaurante bastante elegante. Con el antiguo jefe le iba genial, se llevaban muy bien, de hecho hubo algún rumor de que entre ellos había algo, pero fue todo mentira. Luego el jefe vendió el local y lo compró otro que no se llevaba tan bien con su madre. Parecía que le tuviese manía. Desde ese momento, Sara cada vez coincidía menos con su madre. Intentó hablar con su jefe pero no sirvió de nada, siguió poniéndole turnos cada vez más largos y mal pagados. Quiso buscar otro trabajo pero no lo encontró, así que tuvo que resignarse, porque aunque su padre todos los meses les enviaba algo de dinero, no era suficiente.
Un pitido de su móvil hace volver a Sara a la realidad otra vez. Lo coge y lo desbloquea. Es un mensaje de Pablo. Le recuerda lo de esta tarde. << ¡Qué tonto! Pensaba que se le había olvidado. Es una suerte tener un amigo tan previsor>>.
Y es que, los amigos están para eso, para complementarte, para ayudarte y eso lo va a comprobar esta tarde.


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