Zaragoza, 17 de abril a las 14:55…
“No te preocupes, ya habíamos acabado”.<< ¡Cómo ha podido ser
tan estúpido! No habíamos acabado, algo estaba a punto de suceder,
algo que si no hubiera sido por culpa del estúpido ese habrían hecho
realidad>>. Hacía ya mucho que no experimentaba algo así con ella y se
estaba cumpliendo. Mañana volverá a hablar con ella de eso no hay duda.
Atraviesa la calle con prisa, como si quisiera llegar pronto
a casa, aunque nadie le espera en casa. Su padre se ha ido a trabajar y su
madre… buena pregunta, ¿dónde narices estará su madre?
Decide no pensar más en eso. Coge los cascos otra vez
enredados. Los desenreda y los conecta al móvil. Abre la carpeta de música y
elige una alegre. No le apetece escuchar ninguna romántica, tiene miedo de
volver a pensar en la chica que siempre ocupa sus pensamientos. Pasa por
delante de las tiendas, ya cerradas, al ritmo de Don´t stop the dancing.
Mete la mano en su bolsillo y rebusca entre monedas y algún
que otro pañuelo. La vuelve a sacar con algo entre sus manos; unas llaves.
Llega al portal y abre la puerta. Sube rápidamente las escaleras. Mira el
reloj; ¡un nuevo record!; siete segundos. Mete otra vez las llaves en la
cerradura y entra en su casa. Deja la mochila en su cuarto, se quita la ropa y
se pone una camiseta vieja y un pantalón medio roto, lo más cómodo que ha
podido encontrar. Entra en la cocina y se prepara algo ligero; un sándwich de
jamón de pavo. No tiene mucha hambre, la conversación de antes le ha quitado el
hambre. Se sienta enfrente de la tele y empieza a buscar un canal con algún
programa interesante. Fracasa. Da un
bocado pequeño a su comida, degustándola poco a poco. A los pocos segundos se
oye un pitido. Procede de su móvil. Se levanta y lo desbloquea. Es un WhatsApp. Lo abre con la esperanza de
que sea ella. Para su sorpresa no se trataba de Sara, sino de otra persona que
hasta hace unos quince minutos, cuando acabó la conversación con ella, no había
pasado por su cabeza hasta el momento.
Hola cariño, ¿Qué tal? Acabo de llegar a casa y me
apetecería quedar esta tarde contigo. ¿Estás libre? Un beso.
No le hace mucha ilusión quedar con ella. Cada día
aguanta menos no poder gritarle a todo el mundo que la persona de la que en
realidad está enamorado no es ella, sino otra, otra que en ese momento le odie
más que a nada por haberle mentido y es que hay cosas que no se pueden contar,
ni siquiera a la persona que jamás podría enfadarse de verdad con él.
Zaragoza, 17 de abril a las 15:30…
Ya ha comido hace un rato. Sigue tumbada en el sofá.
Su madre ha llegado hará unos diez minutos. Se han saludado con dos cálidos
besos y se ha ido a prepararse algo de comer también. Ahora sale de la cocina
dispuesta a comer ese bocadillo vorazmente.
-
Bueno hija, ¿qué tal el colegio?
-
Bien, como siempre.
-
¿Te han preguntado hoy en alguna asignatura?
-
No, hoy no me tocaba.
-
¿Y cuándo te toca?
-
Pues seguramente a la semana que viene, un
día antes del examen de física.
-
Ah es verdad, ¿qué tal lo llevas?
-
Pues mal, ya sabes que odio esa asignatura.
-
Lo sé, pero tienes que darla.
-
No sé cómo pude meterme a ciencias.
-
El año pasado se te daba bien.
-
El año pasado no tenía la profesora que tengo
este año.
-
Por la profesora que tengas no se puede
odiar la asignatura.
-
Pues ya vez que sí.
-
El año que viene tendrá a otra.
-
Eso espero.
La madre da dos bocados mientras mira de
reojo a su hija. Se siente orgullosa de ella y aunque cada vez puedan pasar menos
tiempo juntas, la quiere más que a nada. Es una chica muy guapa y ha ganado
mucho con los años. Seguramente tenga por ahí algún pretendiente, como ese
Lucas del que tanto ha oído hablar mientras su hija conversaba animadamente con
alguna de sus amigas.
-
Hija, yo a las cuatro y media me tengo que
volver a ir. Ahora me iré a duchar y me cambiaré. ¿Tú tienes algún plan para
esta tarde?
-
Seguramente quedaré.
-
¿Con Pilar?
-
Sí.-miente- A las cinco o así.
-
Muy bien pero estudia un poco antes que sino
no te dará tiempo.
-
Vale mamá.
No le gusta mentir a su madre pero todavía
no le ha hablado de Pablo. No sabe exactamente el por qué, pero nunca ha
surgido. Tarde o temprano tendrá que decirle que es un buen amigo pero de
momento ya tiene bastante con las preguntitas que le hace su madre sobre Lucas,
y lo que más le fastidia es que siempre está en lo cierto; “que si ese chico es
muy mono, que si le gustas, que si a ti también te gusta…” Siempre lo mismo y
siempre la misma respuesta; que va mamá, solo somos amigos. Las típicas
mentiras que nadie se cree.
La madre sale de la habitación después de
dar el último mordisco a su bocadillo. Se dirige hacia su habitación y se
desnuda. Sara decide encender la tele aunque sabe que no la va a ver. Mira
hacia un punto fijo, empanada, sin darse cuenta de nada. No deja de darle
vueltas a la conversación anterior. Le duele las últimas palabras de Lucas; “No
te preocupes, ya habíamos acabado”. ¿Han acabado? ¿Ya? ¿Tan pronto? ¿El qué han
acabado? ¿De hablar? ¿De ser amigos? ¿De amarse? No lo entiende.
La tele sigue hablando. Ahora están con una
noticia. Parece que un niño ha desaparecido, pero no lo escucha. Sigue en otro
mundo, en su mundo.
Oye a su madre dirigirse de nuevo al salón.
Eso le hace volver a la realidad.
-
Me voy a duchar ya.
-
Vale mamá.
Gira la cabeza para mirarla. Lleva una
toalla alrededor de su cuerpo. Está guapa. Es guapa. Cualquier hombre podría
interesarse otra vez por ella. << ¡Pero qué digo! Mamá ya tiene un
pretendiente; papá, que aunque no hable mucho ahora con él, le sigue queriendo
como antes >>.
-
Oye mamá, ¿has vuelto a hablar con papá?
-
El otro día me llamó, parece que le va muy
bien en su nuevo trabajo en Alemania.
-
¿Y cuándo vuelve? Le echo de menos.
-
Pues dice que en un par de meses.
-
Eso es mucho.
-
Dos meses se pasan volando.
-
No te creas. Cuándo te falta alguien tan
importante en tu vida, los segundos se hacen minutos, los minutos; horas, las
horas; meses y los meses años.
-
No exageres.
Dentro de poco lo volveremos a tener aquí y volveremos a ser una familia
unida.
-
Eso espero.
La madre sale del salón y vuelve a dirigirse
al baño. Desde el salón, Sara escucha cada uno de los movimientos de su madre;
cerrar la puerta, encender la calefacción, encender el grifo y la ducha y por
último meterse en la bañera.
Sigue pensativa, pero esta vez es por otro
tema. Quiere volver a ver a su padre. Hace ya casi dos años que no lo ve y teme
que por esta ausencia, su madre deje de quererle. Al principio, se llamaban
todos los días, se echaban muchísimo de menos y casi siempre acababan llorando.
Con el tiempo las llamadas y los “te quiero” acabaron descendiendo hasta tal
punto de llamarse una vez cada mucho tiempo. Su padre tuvo que irse porque aquí
no encontraba trabajo y si no conseguía un puesto pronto, la crisis les tocaría
de lleno. Les propuso la idea de empezar una nueva vida en Alemania, pero Sara
no quiso separarse de sus amigas y su madre no quería abandonar su ciudad
natal, por lo que optó por irse un par de años, hasta que reuniese el dinero
suficiente para volver y poder mantenerles.
A los pocos meses, su madre consiguió un puesto de camarera en un
restaurante bastante elegante. Con el antiguo jefe le iba genial, se llevaban
muy bien, de hecho hubo algún rumor de que entre ellos había algo, pero fue
todo mentira. Luego el jefe vendió el local y lo compró otro que no se llevaba
tan bien con su madre. Parecía que le tuviese manía. Desde ese momento, Sara
cada vez coincidía menos con su madre. Intentó hablar con su jefe pero no
sirvió de nada, siguió poniéndole turnos cada vez más largos y mal pagados.
Quiso buscar otro trabajo pero no lo encontró, así que tuvo que resignarse,
porque aunque su padre todos los meses les enviaba algo de dinero, no era
suficiente.
Un pitido de su móvil hace volver a Sara a
la realidad otra vez. Lo coge y lo desbloquea. Es un mensaje de Pablo. Le
recuerda lo de esta tarde. << ¡Qué tonto! Pensaba que se le había
olvidado. Es una suerte tener un amigo tan previsor>>.
Y es que, los amigos están para eso, para
complementarte, para ayudarte y eso lo va a comprobar esta tarde.
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